OFICIO DE LECTURA
INVITATORIO
Si ésta es la primera oración del día:
V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza
Se añade el Salmo del Invitatorio con la siguiente antífona:
 
Ant. Entremos a la presencia del Señor dándole gracias.
Si antes se ha rezado ya alguna otra Hora:
 
V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Himno: DIOS DE LA TIERRA Y DEL CIELO
Dios de la tierra y del cielo,
que, por dejarlas más claras,
las grandes aguas separas,
pones un límite al cielo.
Tú que das cauce al riachuelo
y alzas la nube a la altura,
tú que, en
cristal de frescura,
sueltas las aguas del río
sobre las tierras de estío,
sanando su quemadura,
danos tu gracia, piadoso,
para que el viejo pecado
no lleve al hombre engañado
a sucumbir a su
acoso.
Hazlo en la fe luminoso,
alegre en la austeridad,
y hágalo tu claridad
salir de sus vanidades;
dale, Verdad de verdades,
el amor a tu verdad. Amén.
SALMODIA
Ant 1. Sálvame, Señor, por tu misericordia.
Salmo 6 - ORACIÓN DEL AFLIGIDO QUE ACUDE A DIOS
Señor, no me corrijas con ira,
no me castigues con cólera.
Misericordia, Señor, que desfallezco;
cura, Señor, mis huesos dislocados.
Tengo el alma en delirio,
y tú, Señor,
¿hasta cuándo?
Vuélvete, Señor, liberta mi alma,
sálvame por tu misericordia.
Porque en el reino de la muerte nadie te invoca,
y en el abismo, ¿quién te alabará?
Estoy
agotado de gemir:
de noche lloro sobre el lecho,
riego mi cama con lágrimas.
Mis ojos se consumen irritados,
envejecen por tantas contradicciones.
Apartaos de mí los malvados,
porque el Señor ha
escuchado mis sollozos;
el Señor ha escuchado mi súplica,
el Señor ha aceptado mi oración.
Que la vergüenza abrume a mis enemigos,
que avergonzados huyan al momento.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Sálvame, Señor, por tu misericordia.
Ant 2. El Señor es el refugio del oprimido en los momentos de peligro.
Salmo 9 A I - ACCIÓN DE GRACIAS POR LA VICTORIA
Te doy gracias, Señor, de todo corazón,
proclamando todas tus maravillas;
me alegro y exulto contigo
y toco en honor de tu nombre, ¡oh Altísimo!
Porque mis enemigos retrocedieron,
cayeron y
perecieron ante tu rostro.
Defendiste mi causa y mi derecho
sentado en tu trono como juez justo.
Reprendiste a los pueblos, destruiste al impío
y borraste para siempre su apellido.
El enemigo acabó en ruina
perpetua,
arrasaste sus ciudades y se perdió su nombre.
Dios está sentado por siempre
en el trono que ha colocado para juzgar.
Él juzgará el orbe con justicia
y regirá las naciones con
rectitud.
El será refugio del oprimido,
su refugio en los momentos de peligro.
Confiarán en ti los que conocen tu nombre,
porque no abandonas a los que te buscan.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. El Señor es el refugio del oprimido en los momentos de peligro.
Ant 3. Narraré tus hazañas en las puertas de Sión.
Salmo 9 A II
Tañed en honor del Señor, que reside en Sión;
narrad sus hazañas a los pueblos;
él venga la sangre, él recuerda,
y no olvida los gritos de los humildes.
Piedad, Señor; mira
como me afligen mis enemigos;
levántame del umbral de la muerte,
para que pueda proclamar tus alabanzas
y gozar de tu salvación en las puertas de Sión.
Los pueblos se han hundido en la fosa que hicieron,
su
pie quedó prendido en la red que escondieron.
El Señor apareció para hacer justicia,
y se enredó el malvado en sus propias acciones.
Vuelvan al abismo los malvados,
los pueblos que olvidan a Dios.
El
no olvida jamás al pobre,
ni la esperanza del humilde perecerá.
Levántate, Señor, que el hombre no triunfe:
sean juzgados los gentiles en tu presencia.
Señor, infúndeles terror,
y
aprendan los pueblos que no son más que hombres.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Narraré tus hazañas en las puertas de Sión.
V. Enséñame a cumplir tu voluntad.
R. Y a guardarla de todo corazón.
PRIMERA LECTURA
Del primer libro de Samuel 7,15-8,22
ISRAEL QUIERE TENER UN REY
Samuel fue juez de Israel hasta su muerte. Todos
los años, visitaba Betel, Guilgal y Atalaya, allí gobernaba
a Israel. Luego volvía a Ramá, donde tenía su casa
y solía ejercer sus funciones. Allí edificó un altar al
Señor.
Cuando Samuel llegó a viejo, nombró a sus hijos jueces
de Israel. El hijo mayor se llamaba Joel y el segundo
Abías; ejercían el cargo en Berseba. Pero no se comportaban
como su padre; atentos sólo al provecho propio,
aceptaban sobornos y juzgaban contra justicia. Entonces,
los ancianos de Israel se reunieron y fueron a entrevistarse
con Samuel en Ramá. Le dijeron:
«Mira, tú eres ya viejo, y tus hijos no se comportan
como tú. Nómbranos un rey que nos gobierne, como se
hace en todas las naciones.»
A Samuel le disgustó que le pidieran ser gobernados
por un rey, y se puso a orar al Señor. El Señor le
respondió:
«Haz caso al pueblo en todo lo que te pidan. No te
rechazan a ti, sino a mí; no me quieren por rey. Como
me trataron desde el día que los saqué de Egipto,
abandonándome para servir a otros dioses, así te tratan a ti.
Hazles caso; pero adviérteles bien claro, explícales los
derechos del rey.»
Samuel comunicó la palabra del Señor a la gente que
le pedía un rey:
«Éstos son los derechos del rey que os regirá: A
vuestros hijos los llevará para enrolarlos en sus destacamentos
de carros y caballería, y para que vayan delante de
su carroza; los empleará como jefes y oficiales en su
ejército, como aradores de sus campos y segadores de
su cosecha, como fabricantes de armamentos y de
pertrechos para sus carros. A vuestras hijas se las llevará
como perfumistas, cocineras y reposteras. Vuestros campos,
viñas y los mejores olivares os los quitará para
dárselos a sus ministros. De vuestro grano y vuestras
viñas os exigirá diezmos, para dárselos a sus funcionarios
y ministros. A vuestros criados y criadas, vuestros
mejores burros y bueyes se los llevará para usarlos en su
hacienda. De vuestros rebaños os exigirá diezmos. ¡Y
vosotros mismos seréis sus esclavos! Entonces, gritaréis
contra el rey que os elegisteis, pero Dios no os
responderá.»
El pueblo no quiso hacer caso a Samuel, e insistió:
«No importa. ¡Queremos un rey! Así seremos nosotros
como los demás pueblos. Que nuestro rey nos
gobierne y salga al frente de nosotros a luchar en la
guerra.»
Samuel oyó lo que pedía el pueblo y se lo comunicó
al Señor. El Señor le respondió:
«Hazles caso y nómbrales un rey.»
Entonces, Samuel dijo a los israelitas:
«¡Cada uno a su pueblo!»
RESPONSORIO 1S 10, 19; Is 33, 22
R. Vosotros habéis rechazado hoy a vuestro Dios, * el que os salvó de todas las desgracias y peligros.
V. El Señor nos gobierna, el Señor nos da leyes, el Señor es nuestro rey.
R. El que os salvó de todas las desgracias y peligros.
SEGUNDA LECTURA
De los Sermones de san Agustín, obispo.
(Sermón 47, Sobre las ovejas, 1. 2. 3. 6: CCL 41, 572-573. 575-576)
EL SEÑOR ES NUESTRO DIOS, Y NOSOTROS SU PUEBLO, EL REBAÑO QUE ÉL GUÍA
Las palabras que hemos cantado expresan nuestra convicción de que somos rebaño de Dios: Él es nuestro Dios, creador nuestro. El es nuestro Dios, y nosotros su pueblo, el rebaño que él guía. Los
pastores humanos tienen unas ovejas que no han hecho ellos, apacientan un rebaño que no han creado ellos. En cambio, nuestro Dios y Señor, porque es Dios y creador, se hizo él mismo las ovejas que tiene y apacienta. No fue
otro quien las creó y él las apacienta, ni es otro quien apacienta las que él creó.
Por tanto, ya que hemos reconocido en este cántico que somos sus ovejas, su pueblo y el rebaño que él
guía, oigamos qué es lo que nos dice a nosotros, sus ovejas. Antes hablaba a los pastores, ahora a las ovejas. Por eso nosotros lo escuchábamos, antes, con temor, vosotros, en cambio, seguros. ¿Cómo lo
escucharemos en estas palabras de hoy? ¿Quizás al revés, nosotros seguros y vosotros con temor? No, ciertamente. En primer lugar porque, aunque somos pastores, el pastor no sólo escucha con temor lo que se dice a
los pastores, sino también lo que se dice a las ovejas. Si escucha seguro lo que se dice a las ovejas, es porque no se preocupa por las ovejas. Además, ya os dijimos entonces que en nosotros hay que considerar dos cosas: una, que
somos cristianos, otra, que somos guardianes. Nuestra condición de guardianes nos coloca entre los pastores, con tal de que seamos buenos. Por nuestra condición de cristianos, somos ovejas igual que vosotros. Por lo cual, tanto
si el Señor habla a los pastores como si habla a las ovejas, tenemos que escuchar siempre con temor y con ánimo atento.
Oigamos, pues, hermanos, en qué reprende el Señor a las ovejas descarriadas y qué
es lo que promete a sus ovejas. Y vosotras —dice—, mis ovejas. En primer lugar, si consideramos, hermanos, qué gran felicidad es ser rebaño de Dios, experimentaremos una gran alegría, aun en medio de estas lágrimas
y tribulaciones. Del mismo de quien se dice: Pastor de Israel, se dice también: No duerme ni reposa el guardián de Israel. El vela, pues, sobre nosotros, tanto si estamos despiertos como dormidos. Por esto, si un rebaño
humano está seguro bajo la vigilancia de un pastor humano, cuán grande no ha de ser nuestra seguridad, teniendo a Dios por pastor, no sólo porque nos apacienta, sino también porque es nuestro creador.
Y
vosotras —dice—, mis ovejas, así dice el Señor Dios: Yo mismo juzgaré entre oveja y oveja y entre carneros y machos cabríos. ¿A qué vienen aquí los machos cabríos en el rebaño de
Dios? En los mismos pastos, en las mismas fuentes, andan mezclados los machos cabríos, destinados a la izquierda, con las ovejas, destinadas a la derecha, y son tolerados los que luego serán separados. Con ello se ejercita la
paciencia de las ovejas, a imitación de la paciencia de Dios. El es quien separará después, unos a la izquierda, otros a la derecha.
RESPONSORIO Jn 10, 27-28; Ez 34, 15
R. Mis ovejas oyen mi voz; yo las conozco y ellas me siguen, y yo les doy vida eterna; * nunca jamás perecerán, ni nadie las arrebatará de mis manos.
V. Yo mismo apacentaré a mis ovejas y las llevaré a reposar.
R.
Nunca jamás perecerán, ni nadie las arrebatará de mis manos.
ORACIÓN.
OREMOS,
Dios nuestro, que quisiste hacernos hijos de la luz por la adopción de la gracia, concédenos que no seamos envueltos por las tinieblas del error, sino que permanezcamos siempre en el esplendor de la verdad. Por nuestro
Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén
CONCLUSIÓN
V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.