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OFICIO DE LECTURA

INVITATORIO


Si ésta es la primera oración del día:

V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza

Se añade el Salmo del Invitatorio con la siguiente antífona:
 
Ant. Venid, adoremos al Cordero, al Esposo acompañado por el cortejo de vírgenes.

Si antes se ha rezado ya alguna otra Hora:
 
V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.



Himno: ESTA MUJER NO QUISO

Esta mujer no quiso
tomar varón ni darle su ternura,
selló su compromiso
con otro amor que dura
sobre el amor de toda criatura.

Y tanto se apresura
a zaga de la huella del Amado,
que en él se transfigura,
y el cuerpo anonadado
ya está por el amor resucitado.

Aquí la Iglesia canta
la condición futura de la historia,
y el cuerpo se adelanta
en esta humilde gloria
a la consumación de su victoria.

Mirad los regocijos
de la que por estéril sollozaba
y se llenó de hijos,
porque el Señor miraba
la pequeñez humilde de su esclava. Amén.

SALMODIA

Ant 1. Se levanta Dios y huyen de su presencia los que lo odian.

Salmo 67 I - ENTRADA TRIUNFAL DEL SEÑOR

Se levanta Dios y se dispersan sus enemigos,
huyen de su presencia los que lo odian;

como el humo se disipa, se disipan ellos;
como se derrite la cera ante el fuego,
así perecen los impíos ante Dios.

En cambio, los justos se alegran,
gozan en la presencia de Dios,
rebosando de alegría.

Cantad a Dios, tocad en su honor,
alfombrad el camino del que avanza por el desierto;
su nombre es el Señor:
alegraos en su presencia.

Padre de huérfanos, protector de viudas,
Dios vive en su santa morada.

Dios prepara casa a los desvalidos,
libera a los cautivos y los enriquece;
sólo los rebeldes
se quedan en la tierra abrasada.

¡Oh Dios!, cuando salías al frente de tu pueblo
y avanzabas por el desierto,
la tierra tembló, el cielo destiló
ante Dios, el Dios del Sinaí;
ante Dios, el Dios de Israel.

Derramaste en tu heredad, ¡oh Dios!, una lluvia copiosa,
aliviaste la tierra extenuada;
y tu rebaño habitó en la tierra
que tu bondad, ¡oh Dios!, preparó para los pobres.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Se levanta Dios y huyen de su presencia los que lo odian.

Ant 2. Nuestro Dios es un Dios que salva, el Señor Dios nos hace escapar de la muerte.

Salmo 67 II

El Señor pronuncia un oráculo,
millares pregonan la alegre noticia:
«Los reyes, los ejércitos van huyendo, van huyendo;
las mujeres reparten el botín.

Mientras reposabais en los apriscos,
las alas de la paloma se cubrieron de plata,
el oro destellaba en su plumaje.
Mientras el Todopoderoso dispersaba a los reyes,
la nieve bajaba sobre el Monte Umbrío.»

Las montañas de Basán son altísimas,
las montañas de Basán son escarpadas;
¿por qué tenéis envidia, montañas escarpadas,
del monte escogido por Dios para habitar,
morada perpetua del Señor?

Los carros de Dios son miles y miles:
Dios marcha del Sinaí al santuario.
Subiste a la cumbre llevando cautivos,
te dieron tributo de hombres:
incluso los que se resistían
a que el Señor Dios tuviera una morada.

Bendito el Señor cada día,
Dios lleva nuestras cargas, es nuestra salvación.
Nuestro Dios es un Dios que salva,
el Señor Dios nos hace escapar de la muerte.

Dios aplasta las cabezas de sus enemigos,
los cráneos de los malvados contumaces.
Dice el Señor: «Los traeré desde Basán,
los traeré desde el fondo del mar;
teñirás tus pies en la sangre del enemigo,
y los perros la lamerán con sus lenguas.»

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Nuestro Dios es un Dios que salva, el Señor Dios nos hace escapar de la muerte.

Ant 3. Reyes de la tierra, cantad a Dios, tocad para el Señor.

Salmo 67 III

Aparece tu cortejo, ¡oh Dios!,
el cortejo de mi Dios, de mi Rey,
hacia el santuario.

Al frente marchan los cantores;
los últimos, los tocadores de arpa;
en medio las muchachas van tocando panderos.

«En el bullicio de la fiesta bendecid a Dios,
al Señor, estirpe de Israel.»

Va delante Benjamín, el más pequeño;
los príncipes de Judá con sus tropeles;
los príncipes de Zabulón,
los príncipes de Neftalí.

¡Oh Dios!, despliega tu poder,
tu poder, ¡oh Dios!, que actúa en favor nuestro.
A tu templo de Jerusalén
traigan los reyes su tributo.

Reprime a la Fiera del Cañaveral,
al tropel de los toros,
a los Novillos de los pueblos.

Que se te rindan con lingotes de plata:
dispersa las naciones belicosas.
Lleguen los magnates de Egipto,
Etiopía extienda sus manos a Dios.

Reyes de la tierra, cantad a Dios,
tocad para el Señor,
que avanza por los cielos,
los cielos antiquísimos,
que lanza su voz, su voz poderosa:
«Reconoced el poder de Dios.»

Sobre Israel resplandece su majestad,
y su poder sobre las nubes.
Desde el santuario Dios impone reverencia:
es el Dios de Israel
quien da fuerza y poder a su pueblo.

¡Dios sea bendito!

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Reyes de la tierra, cantad a Dios, tocad para el Señor.

V. Voy a escuchar lo que dice el Señor.
R. Dios anuncia la paz a su pueblo.


PRIMERA LECTURA

Del libro del profeta Zacarías 9, 1-10, 2

PROMESA DE SALVACIÓN PARA ISRAEL

Oráculo del Señor contra el país de Jadrak y contra Damasco, su reposo:

Del Señor es la joya de Siria, como todas las tribus de Israel y también Jamat, la vecina, y Tiro y Sidón, las sapientísimas. Tiro se construyó una muralla, amontonó plata como ceniza y oro como barro de las calles. Pero el Señor la despojará, arrojará sus riquezas al mar y ella será devorada por el fuego.

Ascalón lo verá y temblará, Gaza se retorcerá y Acarón estará consternada, porque está humillada la que era su esperanza. Perecerá el rey de Gaza, Ascalón no estará habitada, en Asdod habitarán bastardos, y aniquilaré la arrogancia de los filisteos. Arrancaré de su boca los despojos sangrientos, sus abominaciones de entre los dientes. Pero quedará un resto para nuestro Dios, que será como una estirpe en Judá, y Acarón será como el Yebuseo. Yo acamparé junto a mi casa, como un guardia contra los merodeadores, y no volverá a pasar el opresor, porque ahora vigilo con mis ojos.

Alégrate, hija de Sión; canta, hija de Jerusalén. Mira a tu Rey que viene a ti, justo y victorioso; modesto y cabalgando en un asno, en un pollino de borrica. Destruirá los carros de Efraím, los caballos de Jerusalén, romperá los arcos guerreros y dictará la paz a las naciones. Su dominio llegará de un mar a otro mar, desde el Éufrates hasta los confines de la tierra.

En cuanto a ti, por la sangre de tu alianza, libraré a tus cautivos de la fosa (en la que no hay agua). Volved a la plaza fuerte, cautivos esperanzados. Hoy te lo digo y te lo anuncio: Te pagaré el doble; tenderé a Judá como un arco, lo cargaré con Efraím; incitaré a tus hijos, Sión, contra tus hijos, Grecia, te manejaré como espada de guerrero. El Señor se les aparecerá, disparará su saeta como un rayo; el Señor tocará la trompeta, avanzará entre los huracanes del sur.

El Señor los escudará; triunfarán, pisotearán las piedras de los honderos; beberán su sangre como vino, llenándose como copa de libación, como los cuernos de los altares. Aquel día salvará el Señor, su Dios, a su pueblo como un rebaño; brillarán sobre su tierra como piedras de diadema. ¡Qué magnífico y qué bello! El trigo hará florecer a los jóvenes y el vino a las doncellas.

Implorad del Señor la lluvia, en el tiempo de la primavera; el Señor que hace los relámpagos les dará lluvias torrenciales y la hierba del campo a cada uno. Los ídolos hablan falsedades, los adivinos ven mentiras, anuncian sueños vanos, consuelos sin provecho. Por eso vagan como ovejas perdidas, sin pastor.

RESPONSORIO    Za 9, 9; Jn 12, 14

R. Alégrate, hija de Sión; canta, hija de Jerusalén. * Mira a tu Rey que viene a ti, justo y victorioso; modesto y cabalgando en un asno, en un pollino de borrica.
V. Encontró Jesús un jumentillo y montó sobre él, como dice la Escritura:
R. Mira a tu Rey que viene a ti, justo y victorioso; modesto y cabalgando en un asno, en un pollino de borrica.

SEGUNDA LECTURA

De la Carta de santa Clara, virgen, a la santa Inés de Praga
(Escritos de santa Clara, edición Ignacio Omaechevarría. Madrid 1970, pp. 339-341)

ATIENDE A LA POBREZA, LA HUMILDAD Y LA CARIDAD DE CRISTO.

Dichoso, en verdad, aquel a quien le es dado alimentarse en el sagrado banquete y unirse en lo íntimo de su corazón a aquel cuya belleza admiran sin cesar las multitudes celestiales, cuyo afecto produce afecto, cuya contemplación da nueva fuerza, cuya benignidad sacia, cuya suavidad llena el alma, cuyo recuerdo ilumina suavemente, cuya fragancia retornará los muertos a la vida y cuya visión gloriosa hará felices a los ciudadanos de la Jerusalén celestial: él es el brillo de la gloria eterna, un reflejo de la luz eterna, un espejo sin mancha, el espejo que debes mirar cada día, oh reina, esposa de Jesucristo, y observar en él reflejada tu faz, para que así te vistas y adornes por dentro y por fuera con toda la variedad de flores de las diversas virtudes, que son las que han de constituir tu vestido y tu adorno, como conviene a una hija y esposa castísima del Rey supremo. En este espejo brilla la dichosa pobreza, la santa humildad y la inefable caridad, como puedes observar si, con la gracia de Dios, vas recorriendo sus diversas partes.

Atiende al principio de este espejo, quiero decir a la pobreza de aquel que fue puesto en un pesebre y envuelto en pañales. ¡Oh admirable humildad, oh pasmosa pobreza! El Rey de los ángeles, el Señor del cielo y de la tierra es reclinado en un pesebre. En el medio del espejo considera la humildad, al menos la dichosa pobreza, los innumerables trabajos y penalidades que sufrió por la redención del género humano. Al final de este mismo espejo contempla la inefable caridad por la que quiso sufrir en la cruz y morir en ella con la clase de muerte más infamante. Este mismo espejo, clavado en la cruz, invitaba a los que pasaban a estas consideraciones, diciendo: ¡Oh vosotros, todos los que pasáis por el camino, mirad y ved si hay dolor semejante a mi dolor! Respondamos nosotros, a sus clamores y gemidos, con una sola voz y un solo espíritu: Mi alma lo recuerda y se derrite de tristeza dentro de mi. De este modo, tu caridad arderá con una fuerza siempre renovada, oh reina del Rey celestial.

Contemplando además sus inefables delicias, sus riquezas y honores perpetuos, y suspirando por el intenso deseo de tu corazón, proclamarás: «Arrástrame tras de ti, y correremos atraídos por el aroma de tus perfumes, esposo celestial. Correré sin desfallecer, hasta que me introduzcas en la sala del festín, hasta que tu mano izquierda esté bajo mi cabeza y tu diestra me abrace felizmente y me beses con los besos deliciosos de tu boca.»
Contemplando estas cosas, dígnate acordarte de ésta tu insignificante madre, y sabe que yo tengo tu agradable recuerdo grabado de modo imborrable en mi corazón, ya que te amo más que nadie.

RESPONSORIO    Sal 72, 26; Flp 3, 8. 9

R. Se consumen mi corazón y mi carne * por Dios, mi herencia eterna.
V. Lo perdí todo, con tal de ganar a Cristo y encontrarme unido a él.
R. Por Dios, mi herencia eterna.

ORACIÓN.

OREMOS,
Señor, Dios nuestro, que concediste a santa Clara un gran amor por la pobreza evangélica, concédenos, por su intercesión, seguir a Cristo en la pobreza del espíritu y llegar a contemplarte en tu glorioso reino. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén

CONCLUSIÓN

V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.

Of La Tr Sx Nn Vs Cm