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OFICIO DE LECTURA

INVITATORIO


Si ésta es la primera oración del día:

V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza

Se añade el Salmo del Invitatorio con la siguiente antífona:
 
Ant. Adoremos a Cristo, nuestro rey, que ha coronado como reina a María, su madre.

Si antes se ha rezado ya alguna otra Hora:
 
V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.



Himno: ASIDOS A TU FALDA

Asidos de tu falda, con los ojos
agrandados de asombro, con las manos
apretadas de miedos y de enojos...

¡Pobres manos vacías de tus hijos!
Ojos que alzan del suelo su vergüenza
para quedar en tu mirada fijos;

ojos que te confían nuestros sueños,
manos que aprietan nuestras esperanzas:
—si somos, ante ti, niños pequeños—.

Con las manos así, con la mirada
llena de la alba virgen de tus ojos,
te llamamos: dulcísima abogada. Amén.

SALMODIA

Ant 1. El Señor convoca cielo y tierra, para juzgar a su pueblo.

Salmo 49 I - LA VERDADERA RELIGIOSIDAD

El Dios de los dioses, el Señor, habla:
convoca la tierra de oriente a occidente.
Desde Sión, la hermosa, Dios resplandece:
viene nuestro Dios, y no callará.

Lo precede fuego voraz,
lo rodea tempestad violenta.
Desde lo alto convoca cielo y tierra,
para juzgar a su pueblo:

«Congregadme a mis fieles,
que sellaron mi pacto con un sacrificio.»
Proclame el cielo su justicia;
Dios en persona va a juzgar.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. El Señor convoca cielo y tierra, para juzgar a su pueblo.

Ant 2. Invócame el día del peligro y yo te libraré.

Salmo 49 II

«Escucha, pueblo mío, que voy a hablarte;
Israel, voy a dar testimonio contra ti;
—yo, el Señor, tu Dios—.

No te reprocho tus sacrificios,
pues siempre están tus holocaustos ante mí.
Pero no aceptaré un becerro de tu casa,
ni un cabrito de tus rebaños;

pues las fieras de la selva son mías,
y hay miles de bestias en mis montes;
conozco todos los pájaros del cielo,
tengo a mano cuanto se agita en los campos.

Si tuviera hambre, no te lo diría;
pues el orbe y cuanto lo llena es mío.
¿Comeré yo carne de toros,
beberé sangre de cabritos?

Ofrece a Dios un sacrificio de alabanza,
cumple tus votos al Altísimo
e invócame el día del peligro:
yo te libraré, y tú me darás gloria.»

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Invócame el día del peligro y yo te libraré.

Ant 3. El sacrificio de acción de gracias me honra.

Salmo 49 III

Dios dice al pecador:
«¿Por qué recitas mis preceptos
y tienes siempre en la boca mi alianza,
tú que detestas mi enseñanza
y te echas a la espalda mis mandatos?

Cuando ves un ladrón, corres con él;
te mezclas con los adúlteros;
sueltas tu lengua para el mal,
tu boca urde el engaño;

te sientas a hablar contra tu hermano,
deshonras al hijo de tu madre;
esto haces, ¿y me voy a callar?
¿Crees que soy como tú?
Te acusaré, te lo echaré en cara.»

Atención los que olvidáis a Dios,
no sea que os destroce sin remedio.

El que me ofrece acción de gracias,
ése me honra;
al que sigue buen camino
le haré ver la salvación de Dios.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. El sacrificio de acción de gracias me honra.

V. No dejamos de orar y pedir por vosotros.
R. Que lleguéis al pleno conocimiento de la voluntad de Dios.


PRIMERA LECTURA

Del libro del Qohelet 11, 7-12, 14

ENTRÉGALE A DIOS LO MEJOR DE TU VIDA

Dulce es la luz y bueno para los ojos ver el sol. Si uno vive muchos años, que goce de todos ellos, y tenga en cuenta que los días de tinieblas muchos serán, que es vanidad todo el porvenir.

Alégrate, joven, en tu juventud, que tu corazón disfrute en tus años mozos. Vete por donde te lleve el corazón y el gusto de tus ojos; ten sólo presente que de todo ello Dios te pedirá cuentas. Aparta el mal humor de tu pecho y aleja el sufrimiento de tu carne, pero recuerda que juventud y pelo negro son también vanidad.

Acuérdate de tu Creador en tus días mozos, mientras no vengan los días malos y se echen encima los años en que dirás: «No me agradan»; mientras no se nublen el sol y la luz, la luna y las estrellas, y retornen las nubes tras la lluvia; cuando tiemblen los guardias de palacio y se doblen los guerreros; cuando se detengan las moledoras, por ser ya escasas, y se queden a oscuras las que miran por las ventanas; cuando se cierren las puertas de la calle, ahogándose el son del molino; cuando enmudezca el canto del ave y cesen todas las canciones; cuando en las alturas haya temores y en los caminos angustias.

Y, mientras florece el almendro y está grávida la langosta y revienta la alcaparra, el hombre se va a su eterna morada y circulan por la calle los dolientes.

Acuérdate de tu Creador en tus días mozos, antes de que se rompa el cordón de plata y se quiebre la lámpara de oro y se haga añicos el cántaro junto a la fuente y se caiga la polea dentro del pozo; antes de que el polvo vuelva a la tierra, a lo que era, y el espíritu vuelva a Dios, que es quien lo dio.

¡Vanidad de vanidades! —proclama el Qohelet—, ¡todo es vanidad!
El Qohelet, a más de ser un sabio, enseñó doctrina al pueblo. Ponderó e investigó, compuso muchos proverbios. El Qohelet trabajó mucho en inventar frases felices y en escribir bien sentencias verdaderas.

Las palabras de los sabios son como aguijadas o como estacas hincadas por un pastor para controlar el rebaño. Lo que de ellas se saca, hijo mío, es ilustrarse, pues componer muchos libros es cosa de nunca acabar, y estudiar demasiado daña la salud.

Basta de palabras. Todo está dicho: Teme a Dios y guarda sus mandamientos, que eso es ser hombre cabal. Porque Dios emplazará a juicio todas las acciones, y él lo ve todo, aun lo oculto, sea bueno o malo.

RESPONSORIO    Sal 70, 17. 9; cf. Sal 15, 11

R. Dios mío, me instruiste desde mi juventud, y hasta hoy relato tus maravillas; * en la vejez y las canas, no me abandones.
V. Me saciarás de gozo en tu presencia, de alegría perpetua a tu derecha.
R. En la vejez y las canas, no me abandones.

SEGUNDA LECTURA

De las Homilías de san Amadeo de Lausana, obispo
(Homilía 7: SC 72, 188. 190. 192. 200)

REINA DEL MUNDO Y DE LA PAZ

Observa cuán adecuadamente brilló por toda la tierra, ya antes de la asunción, el admirable nombre de María y se difundió por todas partes su ilustre fama, antes de que fuera ensalzada su majestad sobre los cielos. Convenía, en efecto, que la Madre virgen, por el honor debido a su Hijo, reinase primero en la tierra y, así, penetrara luego gloriosa en el cielo; convenía que fuera engrandecida aquí abajo, para penetrar luego, llena de santidad, en las mansiones celestiales, yendo de virtud en virtud y de gloria en gloria por obra del Espíritu del Señor.

Así pues, durante su vida mortal gustaba anticipadamente las primicias del reino futuro, ya sea elevándose hasta Dios con inefable sublimidad, como también descendiendo hacia sus prójimos con indescriptible caridad. Los ángeles la servían, los hombres le tributaban su veneración. Gabriel y los ángeles la asistían con sus servicios; también los apóstoles cuidaban de ella, especialmente san Juan, gozoso de que el Señor, en la cruz, le hubiese encomendado su madre virgen, a él, también virgen. Aquéllos se alegraban de contemplar a su reina, éstos a su señora, y unos y otros se esforzaban en complacerla con sentimientos de piedad y devoción.

Y ella, situada en la altísima cumbre de sus virtudes, inundada como estaba por el mar inagotable de los carismas divinos, derramaba en abundancia sobre el pueblo creyente y sediento el abismo de sus gracias, que superaban a las de cualquiera otra creatura. Daba la salud a los cuerpos y el remedio para las almas, dotada como estaba del poder de resucitar de la muerte corporal y espiritual. Nadie se apartó jamás triste o deprimido de su lado, o ignorante de los misterios celestiales. Todos volvían contentos a sus casas, habiendo alcanzado por la madre del Señor lo que deseaban.

Plena hasta rebosar de tan grandes bienes, la esposa, madre del esposo único, suave y agradable, llena de delicias, como una fuente de los jardines espirituales, como un pozo de agua viva y vivificante, que mana con fuerza del Líbano divino, desde el monte de Sión hasta las naciones extranjeras, hacía derivar ríos de paz y torrentes de gracia celestial. Por esto, cuando la Virgen de las vírgenes fue llevada al cielo por el que era su Dios y su Hijo, el rey de reyes, en medio de la alegría y exultación de los ángeles y arcángeles y de la aclamación de todos los bienaventurados, entonces se cumplió la profecía del Salmista, que decía al Señor: De pie a tu derecha está la reina enjoyada con oro de Ofir.

RESPONSORIO    Ap 12, 1; Sal 44, 10

R. Una gran señal apareció en el cielo: una Mujer, vestida del sol, con la luna bajo sus pies, * y una corona de doce estrellas sobre su cabeza.
V. De pie a tu derecha está la reina enjoyada con oro de Ofir.
R. Y una corona de doce estrellas sobre su cabeza.

ORACIÓN.

OREMOS,
Señor, Dios nuestro, que nos has dado como madre y como reina a la Madre de tu Hijo, concédenos que, protegidos por su intercesión, alcancemos la gloria que tienes preparada a tus hijos en el reino de los cielos. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén

CONCLUSIÓN

V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.

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