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OFICIO DE LECTURA

INVITATORIO


Si ésta es la primera oración del día:

V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza

Se añade el Salmo del Invitatorio con la siguiente antífona:
 
Ant. Venid, adoremos al Cordero de Dios a quien Juan precedió en el martirio.

Si antes se ha rezado ya alguna otra Hora:
 
V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.



Himno: PROFETA DE SOLEDADES

Profeta de soledades,
labio hiciste de tus iras
para fustigar mentiras
y para gritar verdades.

Sacudiste el azote
ante el poder soberbio;
y ante el Sol que nacía
se apagó tu lucero.

Por fin, en un banquete
y en el placer de un ebrio,
el vino de tu sangre
santificó el desierto.

Profeta de soledades,
labio hiciste de tus iras
para fustigar mentiras
y para gritar verdades. Amen.

SALMODIA

Ant 1. Quien se haga pequeño como un niño, ése es el más grande en el reino de los cielos.

Salmo 130 - COMO UN NIÑO, ISRAEL SE ABANDONÓ EN LOS BRAZOS DE DIOS

Señor, mi corazón no es ambicioso,
ni mis ojos altaneros;
no pretendo grandezas
que superan mi capacidad;
sino que acallo y modero mis deseos,
como un niño en brazos de su madre.

Espere Israel en el Señor
ahora y por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Quien se haga pequeño como un niño, ése es el más grande en el reino de los cielos.

Ant 2. Dios mío, con alegre y sincero corazón te lo he entregado todo.

Salmo 131 I - PROMESAS A LA CASA DE DAVID.

Señor, tenle en cuenta a David
todos sus afanes:
cómo juró al Señor
e hizo voto al Fuerte de Jacob:

«No entraré bajo el techo de mi casa,
no subiré al lecho de mi descanso,
no daré sueño a mis ojos,
ni reposo a mis párpados,
hasta que encuentre un lugar para el Señor,
una morada para el Fuerte de Jacob.»

Oímos que estaba en Efrata,
la encontramos en el Soto de Jaar:
entremos en su morada,
postrémonos ante el estrado de sus pies.

Levántate, Señor, ven a tu mansión,
ven con el arca de tu poder:
que tus sacerdotes se vistan de gala,
que tus fieles te aclamen.
Por amor a tu siervo David,
no niegues audiencia a tu Ungido.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Dios mío, con alegre y sincero corazón te lo he entregado todo.

Ant 3. El Señor ha jurado a David una promesa: «Tu reino permanecerá eternamente.»

Salmo 131 II.

El Señor ha jurado a David
una promesa que no retractará:
«A uno de tu linaje
pondré sobre tu trono.

Si tus hijos guardan mi alianza
y los mandatos que les enseño,
también sus hijos, por siempre,
se sentarán sobre tu trono.»

Porque el Señor ha elegido a Sión,
ha deseado vivir en ella:
«Ésta es mi mansión por siempre,
aquí viviré, porque la deseo.

Bendeciré sus provisiones,
a sus pobres los saciaré de pan;
vestiré a sus sacerdotes de gala,
y sus fieles aclamarán con vítores.

Haré germinar el vigor de David,
enciendo una lámpara para mi Ungido.
A sus enemigos los vestiré de ignominia,
sobre él brillará mi diadema.»

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. El Señor ha jurado a David una promesa: «Tu reino permanecerá eternamente.»

V. Venid a ver las obras del Señor.
R. Las maravillas que hace en la tierra.


PRIMERA LECTURA

De la primera carta a Timoteo 4, 1—5, 2

LOS FALSOS DOCTORES

Hermano: El Espíritu dice claramente que algunos en los últimos tiempos desertarán de la fe, dando oídos a engaños, inspiraciones y enseñanzas propias de demonios, seducidos por embaucadores hipócritas, cuya conciencia estará marcada a fuego por la infamia; éstos proscriben el matrimonio y el uso de alimentos, que han sido creados por Dios para que disfruten de ellos con acción de gracias los fieles y los conocedores de la verdad. Todo lo que Dios ha creado es bueno; y no hay alimento que merezca repulsa, si se toma dando gracias a Dios. Todo queda santificado por la palabra de Dios y por nuestra oración. Si propones estas cosas a los hermanos y te vas nutriendo cada día con los principios de la fe y de la buena doctrina que has seguido con toda fidelidad serás un excelente servidor de Cristo Jesús.

Rechaza, en cambio, las leyendas supersticiosas y propias de viejas. Ejercítate en la piedad. Los ejercicios corporales reportan beneficios escasos, pero la piedad es provechosa para todo y tiene la promesa de la vida, tanto presente como futura. He aquí una afirmación veraz y digna de universal adhesión: Nuestros trabajos y nuestras luchas están impulsados por nuestra esperanza en el Dios vivo, que es el salvador de todos los hombres y en particular de los fieles. Esto has de enseñar e inculcar.

Que nadie te desprecie por tu juventud. Sé modelo para los fieles en las palabras y en el trato, en la caridad, en la fe y en la pureza de vida. En tanto que llego, aplícate a la lectura, a la predicación, a la enseñanza. No descuides el don que posees, que te fue dado por una intervención profética con la imposición de las manos del colegio de presbíteros. Pon interés en estas cosas, ocúpate de ellas, de modo que tus progresos sean manifiestos a todos. Vigílate a ti mismo y a tu enseñanza; sé constante en ello; obrando así, te salvarás a ti mismo y a los que te escuchan.

Al anciano no lo reprendas con dureza, sino exhórtale como a un padre; a los jóvenes, como a hermanos; a las ancianas, como a madres; a las jóvenes, como a hermanas, con toda pureza.

RESPONSORIO    1Tm 4, 8. 10; 2Co 4, 9

R. La piedad es provechosa para todo y tiene la promesa de la vida; * nuestros trabajos y nuestras luchas están impulsados por nuestra esperanza en el Dios vivo.
V. Somos acosados, mas no aniquilados; derribados, pero no perdidos.
R. Nuestros trabajos y nuestras luchas están impulsados por nuestra esperanza en el Dios vivo.

SEGUNDA LECTURA

De las Homilías de san Beda el Venerable, presbítero
(Homilía 23: CCL 122, 354. 356-357)

PRECURSOR DEL NACIMIENTO Y DE LA MUERTE DE CRISTO

El santo Precursor del nacimiento, de la predicación y de la muerte del Señor mostró en el momento de la lucha suprema una fortaleza digna de atraer la mirada de Dios, ya que, como dice la Escritura, aunque, a juicio de los hombres, haya sufrido castigos, su esperanza estaba llena de inmortalidad. Con razón celebramos su día natalicio, que él ha solemnizado con su martirio y adornado con el fulgor purpúreo de su sangre; con razón veneramos con gozo espiritual la memoria de aquel que selló con su martirio el testimonio que había dado del Señor.

No debemos poner en duda que san Juan sufrió la cárcel y las cadenas y dio su vida en testimonio de nuestro Redentor, de quien fue precursor, ya que, si bien su perseguidor no lo forzó a que negara a Cristo, si trató de obligarlo a que callara la verdad; ello es suficiente para afirmar que murió por Cristo.

Cristo, en efecto, dice: Yo soy la verdad; por consiguiente, si Juan derramó su sangre por la verdad, la derramó por Cristo; y él, que precedió a Cristo en su nacimiento en su predicación y en su bautismo, anunció también con su martirio, anterior al de Cristo, la pasión futura del Señor.

Este hombre tan eximio terminó, pues, su vida derramando su sangre, después de un largo y penoso cautiverio. Él, que había evangelizado la libertad de una paz que viene de arriba, fue encarcelado por unos hombres malvados; fue encerrado en la oscuridad de un calabozo aquel que vino a dar testimonio de la luz y a quien Cristo, la luz en persona, dio el título de «lámpara que arde y que ilumina»; fue bautizado en su propia sangre aquel a quien fue dado bautizar al Redentor del mundo, oír la voz del Padre que resonaba sobre Cristo y ver la gracia del Espíritu Santo que descendía sobre él. Mas a él, todos aquellos tormentos temporales no le resultaban penosos, sino más bien leves y agradables, ya que los sufría por causa de la verdad y sabía que habían de merecerle un premio y un gozo sin fin.

La muerte —que de todas maneras había de acaecerle por ley natural— era para él algo apetecible, teniendo en cuenta que la sufría por la confesión del nombre de Cristo y que con ella alcanzaría la palma de la vida eterna. Bien lo dice el Apóstol: Dios os ha dado la gracia de creer en Jesucristo y aun de padecer por él. El mismo Apóstol explica, en otro lugar, por qué sea un don el hecho de sufrir por Cristo: Los padecimientos de esta vida presente tengo por cierto que no son nada en comparación con la gloria futura que se ha de revelar en nosotros.

RESPONSORIO    Mc 6, 17. 27

R. Herodes había mandado prender a Juan y, cargándolo de cadenas, lo metió en la cárcel, * por instigación de Herodías, la mujer de su hermano, con la cual se había casado.
V. Y envió a uno de sus guardias, que lo decapitó en la cárcel.
R. Por instigación de Herodías, la mujer de su hermano, con la cual se había casado.

ORACIÓN.

OREMOS,
Dios nuestro, que quisiste que san Juan Bautista fuera el precursor de tu Hijo, tanto en su nacimiento como en su muerte, concédenos que, así como él dio su vida por dar testimonio de la verdad y de la justicia, así también nosotros entreguemos generosamente la nuestra al testimonio y servicio del Evangelio. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén

CONCLUSIÓN

V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.

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