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OFICIO DE LECTURA

INVITATORIO


Si ésta es la primera oración del día:

V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza

Se añade el Salmo del Invitatorio con la siguiente antífona:
 
Ant. Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor: «No endurezcáis vuestro corazón.»

Si antes se ha rezado ya alguna otra Hora:
 
V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.



Himno: DE LA SALUD LA FUENTE

De la salud la fuente,
coronada de juncos punzadores,
un corazón ardiente
buscaba triste y lleno de dolores,
y, hallándola en la cruz, que atento mira,
así gime, así llora, así suspira:

«Señor, yo soy el ciervo
que tan sediento busco esos cristales;
si te ofendí, protervo,
ya vuelvo arrepentido de mis males;
y no me he de apartar de tu presencia
sin perdón, sin favores, sin clemencia.

En esa cruz clavado,
arco de paz te hicieron tus finezas,
y, pues enamorado
así encender pretendes las tibiezas,
que se abrasen las mías hoy te ruego
con tu luz, con tu llama, con tu fuego.

El Dios de las venganzas
un tiempo los profetas te llamaron,
mas ya mis esperanzas,
desde que hombre te hiciste, mejoraron,
pues Dios de amor te miran en prisiones,
sin carcaj, sin saetas, sin arpones.» Amén.

SALMODIA

Ant 1. El Señor hará justicia a los pobres.

SALMO 9B I - CANTO DE ACCIÓN DE GRACIAS

¿Por qué te quedas lejos, Señor,
y te escondes en el momento del aprieto?
La soberbia del impío oprime al infeliz
y lo enreda en las intrigas que ha tramado.

El malvado se gloría de su ambición,
el codicioso blasfema y desprecia al Señor.
El malvado dice con insolencia:
«No hay Dios que me pida cuentas.»

La intriga vicia siempre su conducta,
aleja de su mente tus juicios y desafía a sus rivales.
Piensa: «No vacilaré,
nunca jamás seré desgraciado.»

Su boca está llena de maldiciones,
de engaños y de fraudes;
su lengua encubre maldad y opresión;
en el zaguán se sienta al acecho
para matar a escondidas al inocente.

Sus ojos espían al pobre;
acecha en su escondrijo como león en su guarida,
acecha al desgraciado para robarle,
arrastrándolo a sus redes;

se agacha y se encoge
y con violencia cae sobre el indefenso.
Piensa: «Dios lo olvida,
se tapa la cara para no enterarse.»

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. El Señor hará justicia a los pobres.

Ant 2. Tú, Señor, ves las penas y los trabajos.

Salmo 9B - II

Levántate, Señor, extiende tu mano,
no te olvides de los humildes;
¿por qué ha de despreciar a Dios el malvado,
pensando que no le pedirá cuentas?

Pero tú ves las penas y los trabajos,
tú miras y los tomas en tus manos.
A ti se encomienda el pobre,
tú socorres al huérfano.

Rómpele el brazo al malvado,
pídele cuentas de su maldad, y que desaparezca.
El Señor reinará eternamente
y los gentiles desaparecerán de su tierra.

Señor, tú escuchas los deseos de los humildes,
les prestas oído y los animas;
tú defiendes al huérfano y al desvalido:
que el hombre hecho de tierra
no vuelva a sembrar su terror.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Tú, Señor, ves las penas y los trabajos.

Ant 3. Las palabras del Señor son palabras sinceras, como plata refinada siete veces.

Salmo 11 - INVOCACIÓN A LA FIDELIDAD DE DIOS CONTRA LOS ENEMIGOS MENTIROSOS.

Sálvanos, Señor, que se acaban los buenos,
que desaparece la lealtad entre los hombres:
no hacen más que mentir a su prójimo,
hablan con labios embusteros
y con doblez de corazón.

Extirpe el Señor los labios embusteros
y la lengua orgullosa
de los que dicen: «la lengua es nuestra fuerza,
nuestros labios nos defienden,
¿quién será nuestro amo?»

El Señor responde: «por la opresión del humilde,
por el gemido del pobre, yo me levantaré,
y pondré a salvo al que lo ansía».

Las palabras del Señor son palabras sinceras,
como plata limpia de escoria,
refinada siete veces.

Tú nos guardarás, Señor,
nos librarás para siempre de esa gente:
de los malvados que merodean
para chupar como sanguijuelas sangre humana.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Las palabras del Señor son palabras sinceras, como plata refinada siete veces.

V. Ahora es el tiempo propicio.
R. Ahora es el día de salvación.


PRIMERA LECTURA

Del libro de los Números 14, 1-25

MURMURACIÓN DEL PUEBLO E INTERCESIÓN DE MOISÉS

En aquellos días, toda la comunidad de Israel empezó a dar gritos, y el pueblo lloró toda la noche. Los israelitas murmuraban contra Moisés y Aarón, y toda la comunidad les decía:

«¡Ojalá hubiéramos muerto en Egipto o por lo menos en el desierto! ¿Por qué nos ha traído el Señor a esta tierra, para que caigamos a espada y para que nuestras mujeres e hijos caigan cautivos? ¿No sería mejor volvernos a Egipto?»

Y se decían unos a otros:

«Nombremos un jefe y volvamos a Egipto.» Moisés y Aarón se echaron rostro en tierra ante toda la comunidad de Israel. Josué, hijo de Nun, y Caleb, hijo de Jefoné, dos de los exploradores, se rasgaron los vestidos y dijeron a la comunidad de Israel:

«La tierra que hemos recorrido en exploración es una tierra excelente. Si el Señor nos es favorable, nos hará entrar en ella y nos la dará: es una tierra que mana leche y miel. Pero no os rebeléis contra el Señor ni temáis al pueblo del país, pues serán para nosotros pan comido. Su sombra protectora se ha apartado de ellos, mientras que el Señor está con nosotros; ¡no temáis!»

Ya la comunidad entera hablaba de apedrearlos, cuando la gloria del Señor apareció en la Tienda de Reunión ante todos los israelitas. El Señor dijo a Moisés:

«¿Hasta cuándo me rechazará este pueblo? ¿Hasta cuándo van a desconfiar de mí, a pesar de todas las señales que he hecho entre ellos? Voy a herirlo de peste y a destruirlo. De ti sacaré un pueblo más grande y poderoso que ellos.»

Pero Moisés replicó al Señor:

«Los egipcios saben muy bien que con tu poder has sacado tú a este pueblo de en medio de ellos. Lo han contado ya a los habitantes de esta tierra. Éstos se han enterado de que tú, Señor, estás en medio de este pueblo, que te dejas ver cara a cara, que tu nube permanece sobre ellos y que caminas delante en la columna de nube durante el día y en la columna de fuego por la noche.

Si ahora das muerte a este pueblo como a un solo hombre, dirán las naciones que han oído hablar de ti: "El Señor no ha podido introducir a este pueblo en la tierra que les había prometido con juramento, por eso los ha matado en el desierto." Por tanto, muestra ahora tu gran fuerza, como lo prometiste al decir: "El Señor es lento a la cólera y rico en misericordia, perdona la culpa y el delito, pero no deja nada impune, castiga la culpa de los padres en los hijos hasta la tercera y cuarta generación." Perdona, pues, la culpa de este pueblo, por tu gran misericordia, como lo has perdonado desde Egipto hasta aquí.»

El Señor respondió:

«Lo perdono, como me lo pides. Pero, ¡por mi vida y por la gloria del Señor que llena la tierra!, todos los hombres que vieron mi gloria y los signos que hice en Egipto y en el desierto, y que me han puesto a prueba ya diez veces y no han escuchado mi voz, no verán la tierra que prometí a sus padres. Ninguno de los que me rechazan la verá. Pero a mi siervo Caleb, que tiene otro espíritu y me fue enteramente fiel, lo haré entrar en la tierra que ha visitado, y sus descendientes la poseerán. Mañana mismo daréis media vuelta y os volveréis al desierto, en dirección al mar Rojo.»

RESPONSORIO    Sal 102, 8.9. 13-14

R. El Señor es compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia; no está siempre acusando ni guarda rencor perpetuo. * Como un padre siente ternura por sus hijos, así siente el Señor ternura por sus fieles.
V. Porque él sabe de qué estamos hechos, se acuerda de que somos barro.
R. Como un padre siente ternura por sus hijos, así siente el Señor ternura por sus fieles.

SEGUNDA LECTURA

De los Sermones de san León Magno, papa
(Sermón 8 Sobre la pasión del Señor, 6-8: PL 54, 340-342)

LA CRUZ DE CRISTO FUENTE DE TODA BENDICIÓN y ORIGEN DE TODA GRACIA

Nuestro entendimiento, iluminado por el Espíritu de la verdad, debe aceptar con corazón puro y libre la gloria de la cruz, que irradia sobre el cielo y la tierra, y penetrar con su mirada interior el sentido de las palabras del Señor, cuando habla de la inminencia de su pasión: Ya ha llegado la hora en que va a ser glorificado el Hijo del hombre. Y un poco más adelante: Ahora —dice— mi alma está agitada, y ¿qué voy a decir? ¿Padre, líbrame de esta hora? ¡Pero si precisamente para esto he llegado a esta hora! Padre, glorifica a tu Hijo. Y como llegase del cielo la voz del Padre, que decía: Lo he glorificado y lo glorificaré de nuevo, Jesús, dirigiéndose a los circunstantes, dijo: No por mí, sino por vosotros se ha dejado oír esta voz. Ahora viene la condenación de este mundo; ahora el señor de este mundo va a ser arrojado fuera. Y yo, cuando sea levantado en alto sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí.

¡Oh admirable poder de la cruz! ¡Oh inefable gloria de la pasión! En ella se encuentra el tribunal del Señor, el juicio del mundo, el poder del crucificado.

Atrajiste a todos hacia ti, Señor, a fin de que el culto de todas las naciones del orbe celebrara, mediante un sacramento pleno y manifiesto, lo que se realizaba en el templo de Judea sólo como sombra y figura.

Ahora, en efecto, es más ilustre el orden de los levitas, más alta la dignidad de los ancianos, más sagrada la unción de los sacerdotes; porque tu cruz es la fuente de toda bendición, el origen de toda gracia; por ella, los creyentes reciben, de la debilidad, la fuerza, del oprobio, la gloria y, de la muerte, la vida. Ahora, asimismo, abolida la multiplicidad de los antiguos sacrificios, la única oblación de tu cuerpo y sangre lleva a su plenitud los diferentes sacrificios carnales; porque tú eres el verdadero Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo; y así, en tu persona, llevas a la perfección todos los misterios, para que todos los pueblos constituyan un solo reino, del mismo modo que todas las víctimas ceden el lugar al único sacrificio.

Confesemos, pues, hermanos, lo que la voz del bienaventurado maestro de las naciones, el apóstol Pablo, confesó gloriosamente: Sentencia verdadera y digna de universal adhesión es ésta: Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores.

En efecto, tanto más admirable es la misericordia de Dios para con nosotros, cuanto que Cristo murió, no por los justos o los santos, sino por los pecadores y los injustos; y, como era imposible que la naturaleza divina experimentase el aguijón de la muerte, tomó, naciendo de nosotros, una naturaleza que pudiera ofrecer por nosotros.

Ya mucho antes amenazaba a nuestra muerte con el poder de su propia muerte, diciendo por boca del profeta Oseas: Oh muerte, yo seré tu muerte; país de los muertos, yo seré tu aguijón. Al morir, en efecto, se sometió al poder del país de los muertos, pero lo destruyó con su resurrección; sucumbiendo al peso de una muerte que no hacía excepción, la convirtió de eterna en temporal. Porque lo mismo que en Adán todos mueren, en Cristo todos serán llamados de nuevo a la vida.

RESPONSORIO    Col 2, 14-15; Jn 8, 28

R. Cristo canceló la nota de cargo de nuestra deuda, que contenía cláusulas desfavorables contra nosotros, la arrancó de en medio y la clavó en la cruz. * Con esto despojó a los Principados y Potestades, y los expuso a la vista de todos, incorporándolos a su cortejo triunfal.
V. Cuando levantéis en alto al Hijo del hombre, entonces sabréis que «Yo soy».
R. Con esto despojó a los Principados y Potestades, y los expuso a la vista de todos, incorporándolos a su cortejo triunfal.

ORACIÓN.

OREMOS,
Concédenos, Señor, ser perseverantes en el fiel cumplimiento de tu voluntad, para que en nuestros días crezca tu pueblo no sólo en número, sino también en santidad. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén

CONCLUSIÓN

V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.

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