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OFICIO DE LECTURA

INVITATORIO


Si ésta es la primera oración del día:

V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza

Se añade el Salmo del Invitatorio con la siguiente antífona:
 
Ant. Verdaderamente ha resucitado el Señor. Aleluya.

Si antes se ha rezado ya alguna otra Hora:
 
V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.



Himno: ¿QUÉ HAS VISTO DE CAMINO?

«¿Qué has visto de camino,
María, en la mañana?»
«A mi Señor glorioso,
la tumba abandonada,

los ángeles testigos,
sudarios y mortaja.
¡Resucitó de veras
mi amor y mi esperanza!

Venid a Galilea,
allí el Señor aguarda;
allí veréis los suyos
la gloria de la Pascua.»

Primicia de los muertos,
sabemos por tu gracia
que estás resucitado;
la muerte en ti no manda.

Rey vencedor, apiádate
de la miseria humana
y da a tus fieles parte
en tu victoria santa. Amén.

SALMODIA

Ant 1. Señor, no me castigues con cólera.

Salmo 37 I - ORACIÓN DE UN PECADOR EN PELIGRO DE MUERTE

Señor, no me corrijas con ira,
no me castigues con cólera;
tus flechas se me han clavado,
tu mano pesa sobre mí;

no hay parte ilesa en mi carne
a causa de tu furor,
no tienen descanso mis huesos
a causa de mis pecados;
mis culpas sobrepasan mi cabeza,
son un peso superior a mis fuerzas.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Señor, no me castigues con cólera.

Ant 2. Señor, todas mis ansias están en tu presencia. Aleluya.

Salmo 37 II

Mis llagas están podridas y supuran
por causa de mi insensatez;
voy encorvado y encogido,
todo el día camino sombrío;

tengo las espaldas ardiendo,
no hay parte ilesa en mi carne;
estoy agotado, deshecho del todo;
rujo con más fuerza que un león.

Señor mío, todas mis ansias están en tu presencia,
no se te ocultan mis gemidos;
siento palpitar mi corazón,
me abandonan las fuerzas,
y me falta hasta la luz de los ojos.

Mis amigos y compañeros se alejan de mí,
mis parientes se quedan a distancia;
me tienden lazos los que atentan contra mí,
los que desean mi daño me amenazan de muerte,
todo el día murmuran traiciones.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Señor, todas mis ansias están en tu presencia. Aleluya.

Ant 3. Yo te confieso mi culpa, no me abandones, Señor, Dios mío. Aleluya.

Salmo 37 III

Pero yo, como un sordo, no oigo;
como un mudo, no abro la boca;
soy como uno que no oye
y no puede replicar.

En ti, Señor, espero,
y tú me escucharás, Señor, Dios mío;
esto pido: que no se alegren por mi causa,
que, cuando resbale mi pie, no canten triunfo.

Porque yo estoy a punto de caer,
y mi pena no se aparta de mí:
yo confieso mi culpa,
me aflige mi pecado.

Mis enemigos mortales son poderosos,
son muchos los que me aborrecen sin razón,
los que me pagan males por bienes,
los que me atacan cuando procuro el bien.

No me abandones, Señor,
Dios mío, no te quedes lejos;
ven aprisa a socorrerme,
Señor mío, mi salvación.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Yo te confieso mi culpa, no me abandones, Señor, Dios mío. Aleluya.

V. Dios nos ha hecho nacer de nuevo para una esperanza viva. Aleluya.
R. Por la resurrección de Jesucristo de entre los muertos. Aleluya.


PRIMERA LECTURA

De los Hechos de los Apóstoles 23, 12-35

CONSPIRACIÓN DE LOS JUDÍOS CONTRA PABLO

En aquellos días, tuvieron un conciliábulo los judíos y juraron no comer ni beber hasta matar a Pablo. Los conjurados eran más de cuarenta. Estos hombres se presentaron a los pontífices y a los ancianos y les dijeron:

«Nos hemos juramentado solemnemente a no probar bocado hasta matar a Pablo. Ahora, vosotros, de acuerdo con el Consejo, indicad al tribuno que lo haga comparecer en vuestra presencia con el pretexto de examinar más a fondo su causa. Nosotros, por nuestra parte, estamos preparados para darle muerte antes de que llegue.»

Pero el hijo de la hermana de Pablo se enteró de este complot. Se presentó en la fortaleza y se lo comunicó a Pablo. Pablo llamó enseguida a un centurión y le dijo: «Lleva a este joven al tribuno, porque tiene algo que comunicarle.»

Lo tomó, pues, el centurión y lo llevó al tribuno, diciéndole:
«EI preso Pablo me ha llamado y me ha rogado que te traiga a este joven, pues tiene algo que comunicarte.»

El tribuno lo tomó de la mano, se retiró aparte y le preguntó:
«¿Qué es lo que tienes que comunicarme?»
Él contestó:

«Los judíos se han puesto de acuerdo para pedirte que hagas comparecer mañana a Pablo ante el Consejo de ancianos con el pretexto de examinar más a fondo su causa. No los creas. Porque se han conjurado contra él más de cuarenta hombres de entre ellos, y se han juramentado bajo anatema a no comer ni beber hasta matarlo. Ahora están preparados, aguardando tu respuesta favorable.»

El tribuno despidió al joven con este aviso:
«No digas a nadie que me has revelado este asunto.»
Llamó en seguida a dos centinelas, y les dio esta orden:

«Preparad doscientos soldados para que marchen a Cesarea a las nueve de la noche; y también setenta jinetes y doscientos lanceros. Además, aparejad cabalgaduras para que, montado y sin peligro, lleven a Pablo hasta el procurador Félix.»

Y escribió una carta en estos términos:

«Claudio Lisias saluda al excelentísimo procurador Félix. Te envío aquí a este hombre, que ha sido arrestado por los judíos y ha estado a punto de ser muerto por ellos. Yo lo he sacado del peligro, acudiendo con la tropa, al enterarme de que era un ciudadano romano.
He querido saber el crimen de que lo acusan, y lo he hecho comparecer ante el Consejo. Me he encontrado con que lo acusan de cuestiones referentes a su ley, pero no ha cometido delito alguno que merezca la muerte o la prisión. Enterado de las asechanzas que preparaban contra este hombre, he resuelto al punto enviártelo, intimando también a los acusadores a que expongan su demanda en tu tribunal.»

Los soldados, conforme a las órdenes recibidas, tomaron consigo a Pablo y lo condujeron de noche a Antípatris; y después, al otro día, dejando a los jinetes que fuesen escoltando a Pablo, se volvieron a su cuartel. Los jinetes, una vez llegados a Cesarea, entregaron la carta al procurador y dejaron en su poder a Pablo. Después que leyó la carta, el procurador se informó de qué provincia era y, al saber que era de Cilicia, dijo:

«Te tomaré declaración cuando se presenten tus acusadores.».
Y dio orden de que guardasen a Pablo en el palacio de Herodes.

RESPONSORIO    Mt 10, 18. 19-20

R. Cuando os hagan comparecer ante gobernadores y reyes, no os preocupéis de lo que vais a decir o de cómo lo diréis. * En Su momento se os sugerirá lo que tenéis que decir. Aleluya.
V. No seréis vosotros los que habléis, el Espíritu de vuestro Padre hablará por vosotros.
R. En su momento se os sugerirá lo que tenéis que decir. Aleluya.

SEGUNDA LECTURA

De los Tratados de san Agustín, obispo, sobre el evangelio de san Juan
(Tratado 124, 5. 7: CCL 36, 685-687)

DOS VIDAS

La Iglesia sabe de dos vidas, ambas anunciadas y recomendadas por el Señor; de ellas, una se desenvuelve en la fe, la otra en la visión; una durante el tiempo de nuestra peregrinación, la otra en las moradas eternas; una en medio de la fatiga, la otra en el descanso; una en el camino, la otra en la patria; una en el esfuerzo de la actividad, la otra en el premio de la contemplación.

La primera vida es significada por el apóstol Pedro, la segunda por el apóstol Juan. La primera se desarrolla toda ella aquí, hasta el fin de este mundo, que es cuando terminará; la segunda se inicia oscuramente en este mundo, pero su perfección se aplaza hasta el fin de él, y en el mundo futuro no tendrá fin. Por eso se le dice a Pedro: Sígueme; en cambio de Juan se dice: Si yo quiero que él permanezca así hasta mi venida, ¿a ti qué? Tú, sígueme. «Tú, sígueme por la imitación en soportar las dificultades de esta vida; él, que permanezca así hasta mi venida para otorgar mis bienes.» Lo cual puede explicarse más claramente así: «Sígame una actuación perfecta, impregnada del ejemplo de mi pasión; pero la contemplación incoada permanezca así hasta mi venida para perfeccionarla.»

El seguimiento de Cristo consiste, pues, en una amorosa y perfecta constancia en el sufrimiento, capaz de llegar hasta la muerte; la sabiduría, en cambio, permanecerá así, en estado de perfeccionamiento, hasta que venga Cristo para llevarla a su plenitud. Aquí, en efecto, hemos de tolerar los males de este mundo en el país de los mortales; allá, en cambio, contemplaremos los bienes del Señor en el país de la vida.

Aquellas palabras de Cristo: Si yo quiero que él permanezca así hasta mi venida no debemos entenderlas en el sentido de permanecer hasta el fin o de permanecer siempre igual, sino en el sentido de esperar; pues lo que Juan representa no alcanza ahora su plenitud, sino que la alcanzará con la venida de Cristo. En cambio, lo que representa Pedro, a quien el Señor dijo: Tú, sígueme, hay que ponerlo ahora por obra, para alcanzar lo que esperamos. Pero nadie separe lo que significan estos dos apóstoles, ya que ambos estaban incluidos en lo que significaba Pedro y ambos estarían después incluidos en lo que significaba Juan. El seguimiento del uno y la permanencia del otro eran un signo. Uno y otro, creyendo, toleraban los males de esta vida presente; uno y otro, esperando, confiaban alcanzar los bienes de la vida futura.

Y no sólo ellos, sino que toda la santa Iglesia, esposa de Cristo, hace lo mismo, luchando con las tentaciones presentes, para alcanzar la felicidad futura. Pedro y Juan fueron, cada uno, figura de cada una de estas dos vidas. Pero uno y otro caminaron por la fe, en la vida presente; uno y otro habían de gozar para siempre de la visión, en la vida futura.

Por esto, Pedro, el primero de los apóstoles, recibió las llaves del reino de los cielos, con el poder de atar y desatar los pecados, para que fuese el piloto de todos los santos, unidos inseparablemente al cuerpo de Cristo, en medio de las tempestades de esta vida; y, por esto, Juan, el evangelista, se reclinó sobre el pecho de Cristo, para significar el tranquilo puerto de aquella vida arcana.

En efecto, no sólo Pedro, sino toda la Iglesia ata y desata los pecados. Ni fue sólo Juan quien bebió, en la fuente del pecho del Señor, para enseñarla con su predicación, la doctrina acerca de la Palabra que existía en el principio y estaba en Dios y era Dios —y lo demás acerca de la divinidad de Cristo, y aquellas cosas tan sublimes acerca de la trinidad y unidad de Dios, verdades todas estas que contemplaremos cara a cara en el reino, pero que ahora, hasta que venga el Señor, las tenemos que mirar como en un espejo y oscuramente—, sino que el Señor en persona difundió por toda la tierra este mismo Evangelio, para que todos bebiesen de él, cada uno según su capacidad.

RESPONSORIO    1Pe 5, 10; 2Co 4, 14

R. El Dios de toda gracia, que os ha llamado a su eterna gloria en Cristo Jesús, * tras un breve padecer, él mismo os restablecerá, os afianzará y os robustecerá. Aleluya.
V. Aquel que resucitó a Jesús nos resucitará también a nosotros con Jesús.
R. Tras un breve padecer, él mismo os restablecerá, os afianzará y os robustecerá. Aleluya.

ORACIÓN.

OREMOS,
Escucha, Señor, nuestra oración y haz que mediante la predicación del Evangelio llegue a ser realidad en todo el mundo la salvación inaugurada en la glorificación de tu Hijo, y que todos los hombres alcancen la adopción filial que él anunció con su palabra de verdad. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén

CONCLUSIÓN

V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.

Of La Tr Sx Nn Vs Cm