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OFICIO DE LECTURA

INVITATORIO


Si ésta es la primera oración del día:

V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza

Se añade el Salmo del Invitatorio con la siguiente antífona:
 
Ant. Demos vítores al Señor, aclamándolo con cantos.

Si antes se ha rezado ya alguna otra Hora:
 
V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.



Himno: SI ERES, MUERTE, LO MÁS MÍO

Si eres, muerte, lo más mío
y mi vida lo más tuyo,
si con instantes construyo
mi tumba, hueco de frío,
si ensaya mi desvarío
morir mi muerte en el sueño,
¿me empeñaré en otro empeño?
¿Estaré, muerte, maduro
para el instante inseguro
de adueñarme de tu ensueño?

¿Eres victoria vencida,
o sol sin ningún ocaso?
¿Con mi sombra, a cada paso,
va tu sombra confundida?
¿Cuándo estallará, encendida,
ésta mi cárcel de lodo?
¿Dónde, con quién, de qué modo
llegará, muerte, el momento
de soltar mi voz al viento,
tú en mi nada y yo en mi todo? Amén.

SALMODIA

Ant 1. Inclina, Señor, tu oído hacia mí; ven a librarme.

Salmo 30, 2-17. 20-25 I SÚPLICA CONFIADA Y ACCIÓN DE GRACIAS

A ti, Señor, me acojo:
no quede yo nunca defraudado;
tú, que eres justo, ponme a salvo,
inclina tu oído hacia mí;

ven aprisa a librarme,
sé la roca de mi refugio,
un baluarte donde me salve,
tú que eres mi roca y mi baluarte;

por tu nombre dirígeme y guíame:
sácame de la red que me han tendido,
porque tú eres mi amparo.

En tus manos encomiendo mi espíritu:
tú, el Dios leal, me librarás;
tú aborreces a los que veneran ídolos inertes,
pero yo confío en el Señor;
tu misericordia sea mi gozo y mi alegría.

Te has fijado en mi aflicción,
velas por mi vida en peligro;
no me has entregado en manos del enemigo,
has puesto mis pies en un camino ancho.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Inclina, Señor, tu oído hacia mí; ven a librarme.

Ant 2. Haz brillar, Señor, tu rostro sobre tu siervo.

Salmo 30 II

Piedad, Señor, que estoy en peligro:
se consumen de dolor mis ojos,
mi garganta y mis entrañas.

Mi vida se gasta en el dolor;
mis años, en los gemidos;
mi vigor decae con las penas,
mis huesos se consumen.

Soy la burla de todos mis enemigos,
la irrisión de mis vecinos,
el espanto de mis conocidos:
me ven por la calle y escapan de mí.
Me han olvidado como a un muerto,
me han desechado como a un cacharro inútil.

Oigo las burlas de la gente,
y todo me da miedo;
se conjuran contra mí
y traman quitarme la vida.

Pero yo confío en ti, Señor,
te digo: «Tú eres mi Dios.»
En tu mano está mi destino:
líbrame de los enemigos que me persiguen;
haz brillar tu rostro sobre tu siervo,
sálvame por tu misericordia.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Haz brillar, Señor, tu rostro sobre tu siervo.

Ant 3. Bendito sea el Señor, que ha hecho por mí prodigios de misericordia.

Salmo 30 III

¡Qué bondad tan grande, Señor,
reservas para tus fieles,
y concedes a los que a ti se acogen
a la vista de todos!

En el asilo de tu presencia los escondes
de las conjuras humanas;
los ocultas en tu tabernáculo,
frente a las lenguas pendencieras.

Bendito el Señor, que ha hecho por mí
prodigios de misericordia
en la ciudad amurallada.

Yo decía en mi ansiedad:
«Me has arrojado de tu vista»;
pero tú escuchaste mi voz suplicante
cuando yo te gritaba.

Amad al Señor, fieles suyos;
el Señor guarda a sus leales,
y a los soberbios les paga con creces.

Sed fuertes y valientes de corazón
los que esperáis en el Señor.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Bendito sea el Señor, que ha hecho por mí prodigios de misericordia.

V. Enséñame, Señor, a caminar con lealtad.
R. Porque tú eres mi Dios y Salvador.


PRIMERA LECTURA

Del libro del profeta Daniel 5, 1-2. 5-9. 13-17. 25-31

JUICIO DE DIOS EN EL BANQUETE DE BALTASAR

En aquellos días, el rey Baltasar dio un gran festín en honor de mil dignatarios suyos y se dio a beber vino con ellos. Animado por el vino, Baltasar mandó traer los vasos de oro y plata que su padre Nabucodonosor se había llevado del templo de Jerusalén, para que bebieran en ellos el rey, sus dignatarios, sus mujeres y sus concubinas.

De pronto aparecieron los dedos de una mano humana que se pusieron a escribir detrás del candelabro, en la cal de la pared del palacio real, y el rey vio la palma de la mano que escribía. Entonces el rey cambió de color, sus pensamientos se turbaron, las articulaciones de sus caderas se le relajaron y sus rodillas se pusieron a castañetear. Y el rey mandó a buscar a gritos a los magos, caldeos y astrólogos. Tomó el rey la palabra y dijo a los sabios de Babilonia:

«Aquel que lea este escrito y me dé a conocer su interpretación será vestido de púrpura, se le pondrá al cuello un collar de oro y será el tercero en el reino.»

Vinieron, pues, todos los sabios del rey; pero no pudieron leer el escrito ni declarar al rey su interpretación. El rey Baltasar se turbó mucho, cambió de color y sus dignatarios quedaron desconcertados.

En seguida fue introducido Daniel a la presencia del rey, y el rey dijo a Daniel:

«¿Eres tú, Daniel, uno de los judíos deportados, que mi padre el rey trajo de Judá? He oído decir que en ti reside el espíritu de Dios y que hay en ti luz, inteligencia y sabiduría extraordinarias. Se ha traído ahora a mi presencia a los sabios y magos para que leyeran este escrito y me declararan su interpretación, pero han sido incapaces de descubrir su sentido. He oído decir que tú puedes dar interpretaciones y resolver dificultades. Si, pues, logras leer este escrito y declararme su interpretación serás vestido de púrpura, llevarás al cuello un collar de oro y serás el tercero en el reino.»

Daniel tomó la palabra y dijo delante del rey:

«Quédate con tus regalos y da tus obsequios a otro, que yo leeré igualmente al rey este escrito y le daré a conocer su interpretación.

La escritura trazada es: Mené, Tequel, Parsín. Y ésta es la interpretación de las palabras:
Mené: Dios ha medido tu reino y le ha puesto fin. Tequel: Has sido pesado en la balanza y encontrado falto de peso. Parsín: Tu reino ha sido dividido y entregado a los persas y a los medos.»

Entonces Baltasar mandó revestir de púrpura Daniel, ponerle un collar de oro al cuello y proclamar que era el tercero en el reino.

Aquella misma noche fue asesinado Baltasar, rey de los caldeos, y recibió el reino Darío el Medo, que contaba sesenta y dos años.

RESPONSORIO    Sal 74, 6. 8. 9; Ap 14, 9. 10

R. No alcéis la frente contra el cielo, porque sólo Dios gobierna: a uno humilla, a otro ensalza; * el Señor tiene una copa en la mano, de la cual beberán todos los malvados de la tierra.
V. El que adore a la bestia y a su imagen beberá del vino de la cólera de Dios.
R. El Señor tiene una copa en la mano, de la cual beberán todos los malvados de la tierra.

SEGUNDA LECTURA

De los sermones de san León Magno, papa
(Sermón 92, 1. 2. 3: PL 54, 454-455)

CUAL SEA EL TRABAJO DE CADA UNO TAL SERÁ SU GANANCIA

Dice el Señor: Si vuestra virtud no es superior a la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos. Esta superioridad de nuestra virtud ha de Consistir en que la misericordia triunfe sobre el juicio. Y en verdad lo más justo y adecuado es que la creatura, hecha a imagen y semejanza de Dios, imite a su creador, que ha establecido la reparación y santificación de los creyentes en el perdón de los pecados, prescindiendo de la severidad del castigo y de cualquier suplicio, y haciendo así que de reos nos convirtiéramos en inocentes y que la abolición del pecado en nosotros fuera el origen de las virtudes.

La virtud cristiana puede superar a la de los escribas y fariseos no por la supresión de la ley, sino por no entenderla en un sentido material. Por esto el Señor, al enseñar a sus discípulos la manera de ayunar, les dice: Cuando ayunéis no os hagáis los melancólicos, como los hipócritas, que ponen una cara mustia, para hacer ver a los demás que están ayunando. Os digo de veras: Ya recibieron su paga. ¿Qué paga, sino la paga de la alabanza de los hombres? Por el deseo de esta alabanza se exhibe muchas veces una apariencia de virtud y se ambiciona una fama engañosa, sin ningún interés por la rectitud interior; así, lo que no es más que maldad escondida se complace en la falsa apreciación de los hombres.

El que ama a Dios se contenta con agradarlo, porque el mayor premio que podemos desear es el mismo amor; el amor, en efecto, viene de Dios, de tal manera que Dios mismo es el amor. El alma piadosa e íntegra busca en ello su plenitud y no desea otro deleite. Porque es una gran verdad aquello que dice el Señor: Donde está tu tesoro, allí está tu corazón. El tesoro del hombre viene a ser como la reunión de los frutos recolectados con su esfuerzo. Lo que uno siembre, eso cosechará, y cual sea el trabajo de cada uno tal será su ganancia; y donde ponga el corazón su deleite, allí queda reducida su solicitud. Mas, como sea que hay muchas clases de riquezas y diversos objetos de placer, el tesoro de cada uno viene determinado por la tendencia de su deseo, y si este deseo se limita a los bienes terrenos, no hallará en ellos la felicidad, sino la desdicha.

En cambio, los que ponen su corazón en las cosas del cielo, no en las de la tierra, y su atención en las cosas eternas, no en las perecederas, alcanzarán una riqueza incorruptible y escondida, aquella a la que se refiere el profeta cuando dice: La sabiduría y el saber serán su refugio salvador, el temor del Señor será su tesoro. Esta sabiduría divina hace que, con la ayuda de Dios, los mismos bienes terrenales se conviertan en celestiales, cuando muchos convierten sus riquezas, ya sea legalmente heredadas o adquiridas de otro modo, en instrumentos de bondad. Los que reparten lo que les sobra para sustento de los pobres se ganan con ello una riqueza imperecedera; lo que dieron en limosnas no es en modo alguno un derroche; éstos pueden en justicia tener su corazón donde está su tesoro, ya que han tenido el acierto de negociar con sus riquezas sin temor a perderlas.

RESPONSORIO    Ga 6, 9-10. 8

R. No nos cansemos de practicar el bien; que a su tiempo cosecharemos si no desmayamos. * Así que, mientras tengamos oportunidad, hagamos el bien a todos.
V. Lo que uno siembre, eso cosechará.
R. Así que, mientras tengamos oportunidad, hagamos el bien a todos.

ORACIÓN.

OREMOS,
Mueve, Señor, nuestros corazones, para que correspondamos con mayor generosidad a la acción de tu gracia, y recibamos en mayor abundancia la ayuda de tu bondad. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén

CONCLUSIÓN

V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.

Of La Tr Sx Nn Vs Cm