tamaño: A A A
OFICIO DE LECTURA

INVITATORIO


Si ésta es la primera oración del día:

V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza

Se añade el Salmo del Invitatorio con la siguiente antífona:
 
Ant. Venid, adoremos al Señor, porque él es nuestro Dios.

Si antes se ha rezado ya alguna otra Hora:
 
V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.



Himno: CON GOZO EL CORAZÓN CANTE LA VIDA

Con gozo el corazón cante la vida,
presencia y maravilla del Señor,
de luz y de color bella armonía,
sinfónica cadencia de su amor.

Palabra esplendorosa de su Verbo,
cascada luminosa de verdad,
que fluye en todo ser que en él fue hecho
imagen de su ser y de su amor.

La fe cante al Señor, y su alabanza,
palabra mensajera del amor,
responda con ternura a su llamada
en himno agradecido a su gran don.

Dejemos que su amor nos llene el alma
en íntimo diálogo con Dios,
en puras claridades cara a cara,
bañadas por los rayos de su sol.

Al Padre subirá nuestra alabanza
por Cristo, nuestro vivo intercesor,
en alas de su Espíritu que inflama
en todo corazón su gran amor. Amén.

SALMODIA

Ant 1. La promesa del Señor es escudo para los que a ella se acogen.

Salmo 17, 31-51 IV - EL SEÑOR REVELA SU PODER SALVADOR

Perfecto es el camino de Dios,
acendrada es la promesa del Señor;
él es escudo para los que a él se acogen.

¿Quién es dios fuera del Señor?
¿Qué roca hay fuera de nuestro Dios?
Dios me ciñe de valor
y me enseña un camino perfecto;

él me da pies de ciervo,
y me coloca en las alturas;
él adiestra mis manos para la guerra,
y mis brazos para tensar la ballesta.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. La promesa del Señor es escudo para los que a ella se acogen.

Ant 2. Tu diestra, Señor, me sostuvo.

Salmo 17 V

Me dejaste tu escudo protector,
tu diestra me sostuvo,
multiplicaste tus cuidados conmigo.
Ensanchaste el camino a mis pasos
y no flaquearon mis tobillos;

yo perseguía al enemigo hasta alcanzarlo;
y no me volvía sin haberlo aniquilado:
los derroté, y no pudieron rehacerse,
cayeron bajo mis pies.

Me ceñiste de valor para la lucha,
doblegaste a los que me resistían;
hiciste volver la espalda a mis enemigos,
rechazaste a mis adversarios.

Pedían auxilio, pero nadie los salvaba;
gritaban al Señor, pero no les respondía.
Los reduje a polvo, que arrebataba el viento;
los pisoteaba como barro de las calles.

Me libraste de las contiendas de mi pueblo,
me hiciste cabeza de naciones,
un pueblo extraño fue mi vasallo.

Los extranjeros me adulaban,
me escuchaban y me obedecían.
Los extranjeros palidecían
y salían temblando de sus baluartes.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Tu diestra, Señor, me sostuvo.

Ant 3. Viva el Señor, sea ensalzado mi Dios y Salvador.

Salmo 17 VI

Viva el Señor, bendita sea mi Roca,
sea ensalzado mi Dios y Salvador:
el Dios que me dió el desquite
y me sometió los pueblos;

que me libró de mis enemigos,
me levantó sobre los que resistían
y me salvó del hombre cruel.

Por eso te daré gracias entre las naciones, Señor,
y tañeré en honor de tu nombre:
tú diste gran victoria a tu rey,
tuviste misericordia de tu Ungido,
de David y su linaje por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Viva el Señor, sea ensalzado mi Dios y Salvador.

V. Ábreme, Señor, los ojos.
R. Y contemplaré las maravillas de tu voluntad.


PRIMERA LECTURA

Del primer libro de Samuel 12, 1-25

ADVERTENCIAS DE SAMUEL AL PUEBLO

En aquellos días, Samuel dijo a los israelitas:

«Ya veis que os he hecho caso en todo lo que me pedisteis, y os he dado un rey. Pues bien, ¡aquí tenéis al rey! Yo estoy ya viejo y canoso, mientras a mis hijos los tenéis entre vosotros. Yo he actuado a la vista de todos, desde mi juventud hasta ahora. Aquí me tenéis, respondedme ante el Señor y su ungido: ¿a quién le quité un buey?, ¿a quién le quité un burro?, ¿a quién he hecho injusticia?, ¿a quién he vejado?, ¿de quién he aceptado un soborno para que cerrara los ojos? Decidlo, y os lo devolveré.»

Respondieron:

«No nos has hecho injusticia, ni nos has vejado, ni has aceptado soborno de nadie.»
Samuel añadió:

«Yo tomo hoy por testigo frente a vosotros al Señor y a su ungido: no me habéis sorprendido con nada en la mano.»

Respondieron:

«Sean testigos.»

Samuel dijo al pueblo:

«Es testigo el Señor, que envió a Moisés y a Aarón e hizo subir de Egipto a vuestros padres. Poneos en pie, que voy a juzgaros en presencia del Señor, repasando todos los beneficios que el Señor os hizo a vosotros y a vuestros padres:

Cuando Jacob fue con sus hijos a Egipto, y los egipcios los oprimieron, vuestros padres gritaron al Señor, y el Señor envió a Moisés y Aarón para que sacaran de Egipto a vuestros padres y los establecieran en este lugar.

Pero olvidaron al Señor, su Dios, y él los vendió a Sísara, general del ejército de Yabín, rey de Jasor, y a los filisteos, y al rey de Moab, y tuvieron que luchar contra ellos.

Entonces gritaron al Señor: "Hemos pecado, porque hemos abandonado al Señor, para servir a Baal y Astarté; líbranos del poder de nuestros enemigos y te serviremos." El Señor envió a Yerubbaal, a Barac, a Jefté y a Sansón, y os libró del poder de vuestros vecinos, y pudisteis vivir tranquilos.

Pero, cuando visteis que os atacaba el rey amonita Najás, me pedisteis que os nombrara un rey, siendo así que el Señor es vuestro rey.

Pues bien, ahí tenéis al rey que pedisteis y que habéis elegido; ya veis que el Señor os ha dado un rey. Si teméis al Señor y le servís, si le obedecéis y no os rebeláis contra sus mandatos, vosotros y el rey que reine sobre vosotros viviréis siendo fieles al Señor vuestro Dios. Pero si no obedecéis al Señor y os rebeláis contra sus mandatos, la mano del Señor pesará sobre vosotros y sobre vuestro rey, hasta destruiros.

Ahora preparaos a asistir al prodigio que el Señor va a realizar ante vuestros ojos. Estamos en la siega del trigo, ¿no es cierto? Pues voy a invocar al Señor para que envíe una tronada y un aguacero; así reconoceréis la grave maldad que cometisteis ante el Señor, pidiéndoos un rey.»

Samuel invocó al Señor, y el Señor envió aquel día una tronada y un aguacero. Todo el pueblo, lleno de miedo ante el Señor y ante Samuel, dijo a Samuel:

«Reza al Señor, tu Dios, para que tus siervos no mueran; porque a todos nuestros pecados hemos añadido la maldad de pedirnos un rey.»

Samuel les contestó:

«No temáis. Ya que habéis cometido esa maldad, al menos, en adelante, no os apartéis del Señor: servid al Señor de todo corazón, no sigáis a los ídolos, que ni auxilian ni liberan, porque son puro vacío. Por el honor de su gran nombre, el Señor no rechazará a su pueblo, porque el Señor se ha dignado hacer de vosotros su pueblo. Por mi parte, líbreme Dios de pecar contra el Señor, dejando de rezar por vosotros. Yo os enseñaré el camino recto y bueno; puesto que habéis visto los grandes beneficios que el Señor os ha hecho, temed al Señor y servidlo sinceramente y de todo corazón. Pero, si obráis mal, pereceréis, vosotros con vuestro rey.»

RESPONSORIO    Sir 46, 22. 17

R. Cuando descansaba en su lecho de muerte, invocó por testigos al Señor y a su ungido: * «¿De quién he recibido un par de sandalias?», y nadie se atrevió a contestarle.
V. Según la ley del Señor, gobernó al pueblo; por su fidelidad, se acreditó como profeta.
R. «¿De quién he recibido un par de sandalias?», y nadie se atrevió a contestarle.

SEGUNDA LECTURA

Homilía de san Jerónimo, presbítero, a los recién bautizados, sobre el salmo cuarenta y uno.
(CCL 78, 542-544)

PASARÉ AL LUGAR DEL TABERNÁCULO ADMIRABLE

Como busca la cierva corrientes de agua, así mi alma te busca a ti, Dios mío. Como la cierva del salmo busca las corrientes de agua, así también nuestros ciervos, que han salido de Egipto y del mundo, y han aniquilado en las aguas del bautismo al Faraón con todo su ejército, después de haber destruido el poder del diablo, buscan las fuentes de la Iglesia, que son el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.

Que el Padre sea fuente, lo hallamos escrito en el libro de Jeremías: Me han abandonado a mí, la fuente de aguas vivas, para excavarse cisternas agrietadas, incapaces de retener el agua. Acerca del Hijo, leemos en otro lugar: Han abandonado la fuente de la sabiduría. Y del Espíritu Santo: El que beba del agua que yo le dé, se convertirá en él en manantial, cuyas aguas brotan para comunicar vida eterna, palabras cuyo significado nos explica luego el evangelista, cuando nos dice que el Salvador se refería al Espíritu Santo. De todo lo cual se deduce con toda claridad que la triple fuente de la Iglesia es el misterio de la Trinidad.

Esta triple fuente es la que busca el alma del creyente, el alma del bautizado, y por eso dice: Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo. No es un tenue deseo el que tiene de ver a Dios, sino que lo desea con un ardor parecido al de la sed. Antes de recibir el bautismo, se decían entre sí: ¿Cuándo entraré a ver el rostro de Dios? Ahora ya han conseguido lo que deseaban: han llegado a la presencia de Dios y se han acercado al altar y tienen acceso al misterio de salvación.

Admitidos en el cuerpo de Cristo y renacidos en la fuente de vida, dicen confiadamente: Pasaré al lugar del tabernáculo admirable, hacia la casa de Dios. La casa de Dios es la Iglesia, ella es el tabernáculo admirable, porque en él resuenan los cantos de júbilo y alabanza, en el bullicio de la fiesta.

Decid, pues, los que acabáis de revestiros de Cristo y, siguiendo nuestras enseñanzas, habéis sido extraídos del mar de este mundo, como pececillos con el anzuelo: «En nosotros, ha sido cambiado el orden natural de las cosas. En efecto, los peces, al ser extraídos del mar, mueren; a nosotros, en cambio, los apóstoles nos sacaron del mar de este mundo para que pasáramos de muerte a vida. Mientras vivíamos sumergidos en el mundo, nuestros ojos estaban en el abismo y nuestra vida se arrastraba por el cieno; mas, desde el momento en que fuimos arrancados de las olas, hemos comenzado a ver el sol, hemos comenzado a contemplar la luz verdadera, y por esto, llenos de alegría desbordante, le decimos a nuestra alma: Espera en Dios, que volverás a alabarlo: "Salud de mi rostro, Dios mío."»

RESPONSORIO    Sal 26, 4

R. Una cosa pido al Señor, eso buscaré: * Habitar en la casa del Señor por los días de mi vida.
V. Gozar de la dulzura del Señor contemplando su templo.
R. Habitar en la casa del Señor por los días de mi vida.

ORACIÓN.

OREMOS,
Dios nuestro, que quisiste hacernos hijos de la luz por la adopción de la gracia, concédenos que no seamos envueltos por las tinieblas del error, sino que permanezcamos siempre en el esplendor de la verdad. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén

CONCLUSIÓN

V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.

Of La Tr Sx Nn Vs Cm