OFICIO DE LECTURA
INVITATORIO
Si ésta es la primera oración del día:
V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza
Se añade el Salmo del Invitatorio con la siguiente antífona:
 
Ant. Venid, adoremos al Señor, rey de los mártires. Aleluya.
Si antes se ha rezado ya alguna otra Hora:
 
V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Himno: TESTIGOS DE AMOR
Testigos de amor
de Cristo Señor,
mártires santos.
Rosales en flor
de Cristo el olor,
mártires santos.
Palabras en luz
de Cristo Jesús,
mártires santos.
Corona
inmortal
del Cristo total,
mártires santos. Amén.
SALMODIA
Ant 1. Estoy agotado de gritar y de tanto aguardar a mi Dios.
Salmo 68, 2-22. 30-37 I - LAMENTACIÓN Y PLEGARIA DE UN FIEL DESOLADO
Dios mío, sálvame,
que me llega el agua al cuello:
me estoy hundiendo en un cieno profundo
y no puedo hacer pie;
he entrado en la hondura del agua,
me arrastra la corriente.
Estoy agotado de gritar,
tengo
ronca la garganta;
se me nublan los ojos
de tanto aguardar a mi Dios.
Más que los cabellos de mi cabeza
son los que me odian sin razón;
más duros que mis huesos,
los que me atacan injustamente.
¿Es
que voy a devolver
lo que no he robado?
Dios mío, tú conoces mi ignorancia,
no se te ocultan mis delitos.
Que por mi causa no queden defraudados
los que esperan en ti, Señor de los ejércitos.
Que
por mi causa no se avergüencen
los que te buscan, Dios de Israel.
Por ti he aguantado afrentas,
la vergüenza cubrió mi rostro.
Soy un extraño para mis hermanos,
un extranjero para los hijos de mi
madre;
porque me devora el celo de tu templo,
y las afrentas con que te afrentan caen sobre mí.
Cuando me aflijo con ayunos, se burlan de mí;
cuando me visto de saco, se ríen de mí;
sentados a la
puerta murmuran,
mientras beben vino me cantan burlas.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Estoy agotado de gritar y de tanto aguardar a mi Dios.
Ant 2. En mi comida me echaron hiel, para mi sed me dieron vinagre.
Salmo 68, 2-22. 30-37 II
Pero mi oración se dirige a ti,
Dios mío, el día de tu favor;
que me escuche tu gran bondad,
que tu fidelidad me ayude:
arráncame del cieno, que no me hunda;
líbrame de los que me
aborrecen,
y de las aguas sin fondo.
Que no me arrastre la corriente,
que no me trague el torbellino,
que no se cierre la poza sobre mí.
Respóndeme, Señor, con la bondad de tu gracia,
por tu gran
compasión vuélvete hacia mí;
no escondas tu rostro a tu siervo:
estoy en peligro, respóndeme en seguida.
Acércate a mí, rescátame,
líbrame de mis enemigos:
estás
viendo mi afrenta,
mi vergüenza y mi deshonra;
a tu vista están los que me acosan.
La afrenta me destroza el corazón, y desfallezco.
Espero compasión, y no la hay;
consoladores, y no los encuentro.
En
mi comida me echaron hiel,
para mi sed me dieron vinagre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. En mi comida me echaron hiel, para mi sed me dieron vinagre.
Ant 3. Buscad al Señor, y revivirá vuestro corazón. Aleluya.
Salmo 68, 2-22. 30-37 III
Yo soy un pobre malherido;
Dios mío, tu salvación me levante.
Alabaré el nombre de Dios con cantos,
proclamaré su grandeza con acción de gracias;
le agradará a Dios más que un
toro,
más que un novillo con cuernos y pezuñas.
Miradlo los humildes, y alegraos,
buscad al Señor, y revivirá vuestro corazón.
Que el Señor escucha a sus pobres,
no desprecia a sus
cautivos.
Alábenlo el cielo y la tierra,
las aguas y cuanto bulle en ellas.
El Señor salvará a Sión,
reconstruirá las ciudades de Judá,
y las habitarán en posesión.
La
estirpe de sus siervos la heredará,
los que aman su nombre vivirán en ella.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Buscad al Señor, y revivirá vuestro corazón. Aleluya.
V. En tu resurrección, oh Cristo. Aleluya.
R. El cielo y la tierra se alegran. Aleluya.
PRIMERA LECTURA
De los Hechos de los Apóstoles 28, 1-14
VIAJE DE PABLO DESDE MALTA A ROMA
En aquellos días, una vez a salvo, nos enteramos de que la isla se llamaba Malta. Los indígenas nos mostraron una bondad poco común; encendieron una gran hoguera y nos recibieron benignamente a todos,
protegiéndonos contra la lluvia que caía y el frío. Pablo recogió un montón de leña y, al echarla al fuego, una víbora, a la que el calor hizo salir fuera, hizo presa en su mano. Cuando los
indígenas vieron el reptil colgado de su mano, se dijeron unos a otros:
«Seguro que este hombre es un asesino. Ha escapado del mar, pero la justicia divina no le deja vivir.»
Pero Pablo sacudió el reptil
sobre el fuego sin recibir daño alguno, cuando ellos esperaban que se iba a hinchar en seguida o que caería muerto de repente. Después que estuvieron bastante tiempo a la expectativa, viendo que nada anormal le
sucedía, cambiaron de parecer y empezaron a decir que era un dios.
En aquellos alrededores había una finca que pertenecía al principal de la isla, llamado Publio; éste nos acogió en su casa y nos
hospedó amigablemente durante tres días. El padre de Publio estaba enfermo en cama, atacado por la fiebre y por la disentería. Entró Pablo a visitarlo y, después de hacer oración, le impuso las manos y
lo curó. Ante este acontecimiento, los demás enfermos de la isla venían y recobraban la salud. Ellos, por su parte, nos colmaron de honores y, cuando partimos, nos proveyeron de todo lo necesario.
Después de
pasados tres meses, zarpamos en una nave alejandrina que había invernado en la isla y que llevaba por insignia a Cástor y Pólux. Hicimos escala en Siracusa, donde permanecimos tres días. De allí, bordeando la
costa, dimos vista a Regio; al día siguiente comenzó a soplar el viento sur, y, al cabo de dos días, llegamos a Pozzuoli. Allí encontramos algunos hermanos, que nos invitaron a quedarnos con ellos siete días.
Y así llegamos a Roma.
RESPONSORIO Mc 16, 15. 16. 17. 18
R. Id al mundo entero y proclamad el Evangelio. * El que crea y se bautice se salvará. Aleluya.
V. Invocando mi nombre, arrojarán los demonios, hablarán distintas lenguas y capturarán serpientes con sus manos.
R. El que crea y se bautice se salvará. Aleluya.
SEGUNDA LECTURA
De la Homilía del papa Pablo sexto, en la canonización de los mártires de Uganda
(AAS 56 [1964], 905-906)
LA GLORIA DE LOS MÁRTIRES SIGNO DE RENOVACIÓN
Estos mártires africanos añaden una nueva página a aquella lista de vencedores llamada Martirologio, página que contiene unos hechos a la vez siniestros y magníficos; página digna de formar parte
de aquellas ilustres narraciones de la antigua África, que nosotros, los que vivimos en esta época, pensábamos, como hombres de poca fe, que nunca tendrían una continuación adecuada.
¿Quién
hubiera podido sospechar, por ejemplo, que aquellas actas, tan conmovedoras, de los mártires escilitanos, de los mártires cartagineses, de los mártires de la «blanca multitud» de Útica, recordados por
san Agustín y Prudencia, de los mártires de Egipto, ampliamente ensalzados en los escritos de Juan Crisóstomo, de los mártires de la persecución de los vándalos, se verían enriquecidas en
nuestro tiempo con nuevas historias, en las que se narrarían unas hazañas no inferiores en fortaleza y en brillantez?
¿Quién hubiera podido imaginar que a aquellos ilustres mártires y confesores
africanos, tan conocidos y recordados, como Cipriano, Felicidad y Perpetua, y Agustín, aquel gran hombre, añadiríamos un día los nombres tan queridos de Carlos Lwanga, de Matías Mulumba Kalemba y de sus
veinte compañeros? Sin olvidar aquellos otros, de confesión anglicana, que sufrieron la muerte por el nombre de Cristo.
Estos mártires africanos significan, en verdad, el inicio de una nueva era. No permita Dios que
el pensamiento de los hombres retorne a las persecuciones y conflictos de orden religioso, sino que tiendan a una renovación cristiana y civil.
África, regada con la sangre de estos mártires, los primeros de esta
nueva era (y quiera Dios que los últimos, tratándose de un holocausto tan grande y de tanto precio), África renace libre y dueña de sí misma.
Aquel crimen, del que ellos fueron víctima, es tan
abominable y tan significativo, que proporciona un motivo claro y suficiente para que este nuevo pueblo adquiera una formación moral, para que prevalezcan nuevas costumbres espirituales y sean transmitidas a los descendientes, para que
sea como un símbolo eficaz del paso de un estado de vida simple y primitivo, en el que no faltaban unos valores humanos dignos de consideración, pero que era también corrompido y débil y como esclavo de sí
mismo, a una cultura más civilizada, que tienda a unas más elevadas expresiones de la mente humana y a unas superiores condiciones de vida social.
RESPONSORIO S. Cipriano, Carta 58
R. Dios nos contempla, Cristo y sus ángeles nos miran, mientras luchamos por la fe. * Qué dignidad tan grande, qué felicidad tan plena es luchar bajo la mirada de Dios y ser coronados por
Cristo. Aleluya.
V. Revistámonos de fuerza y preparémonos para la lucha con un espíritu indoblegable, con una fe sincera, con una entrega total.
R.
Qué dignidad tan grande, qué felicidad tan plena es luchar bajo la mirada de Dios y ser coronados por Cristo. Aleluya.
ORACIÓN.
OREMOS,
Señor Dios, que has querido que la sangre de los mártires sea semilla de nuevos cristianos, haz que el campo de tu Iglesia, regado con la sangre de san Carlos Lwanga y de sus compañeros mártires, produzca
abundante cosecha para tu reino. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén
CONCLUSIÓN
V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.