OFICIO DE LECTURA
INVITATORIO
Si ésta es la primera oración del día:
V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza
Se añade el Salmo del Invitatorio con la siguiente antífona:
 
Ant. Venid, adoremos al Señor, que nos habla por medio del Evangelio.
Si antes se ha rezado ya alguna otra Hora:
 
V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Himno: MENSAJEROS DE DIOS.
Mensajeros de Dios
dadnos la Nueva;
mensajeros de paz,
sea paz nuestra.
Mensajeros de luz,
sea luz nuestra;
mensajeros de fe,
sea fe nuestra.
Mensajeros del Rey,
sea rey nuestro;
mensajeros de amor,
sea
amor nuestro. Amén.
SALMODIA
Ant 1. A toda la tierra alcanza su pregón y hasta los límites del orbe su lenguaje.
SALMO 18 A - ALABANZA AL DIOS CREADOR DEL UNIVERSO.
El cielo proclama la gloria de Dios,
el firmamento pregona la obra de sus manos:
el día al día le pasa el mensaje,
la noche a la noche se lo murmura.
Sin que hablen, sin que pronuncien,
sin que resuene su
voz,
a toda la tierra alcanza su pregón
y hasta los límites del orbe su lenguaje.
Allí le ha puesto su tienda al sol:
él sale como el esposo de su alcoba,
contento como un héroe, a recorrer
su camino.
Asoma por un extremo del cielo,
y su órbita llega al otro extremo:
nada se libra de su calor.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. A toda la tierra alcanza su pregón y hasta los límites del orbe su lenguaje.
Ant 2. Proclamaron la obra de Dios y meditaron sus acciones.
Salmo 63 - SÚPLICA CONTRA LOS ENEMIGOS
Escucha, ¡oh Dios!, la voz de mi lamento,
protege mi vida del terrible enemigo;
escóndeme de la conjura de los perversos
y del motín de los malhechores:
afilan sus lenguas como espadas
y disparan como
flechas palabras venenosas,
para herir a escondidas al inocente,
para herirlo por sorpresa y sin riesgo.
Se animan al delito,
calculan cómo esconder trampas,
y dicen: «¿Quién lo
descubrirá?»
Inventan maldades y ocultan sus invenciones,
porque su mente y su corazón no tienen fondo.
Pero Dios los acribilla a flechazos,
por sorpresa los cubre de heridas;
su misma lengua los lleva a
la ruina,
y los que lo ven menean la cabeza.
Todo el mundo se atemoriza,
proclama la obra de Dios
y medita sus acciones.
El justo se alegra con el Señor,
se refugia en él,
y se felicitan los rectos de
corazón.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Proclamaron la obra de Dios y meditaron sus acciones.
Ant 3. Pregonaron su justicia y todos los pueblos contemplaron su gloria.
Salmo 96 - EL SEÑOR ES UN REY MAYOR QUE TODOS LOS DIOSES.
El Señor reina, la tierra goza,
se alegran las islas innumerables.
Tiniebla y nube lo rodean,
justicia y derecho sostienen su trono.
Delante de él avanza fuego
abrasando en torno a los enemigos;
sus
relámpagos deslumbran el orbe,
y, viéndolos, la tierra se estremece.
Los montes se derriten como cera
ante el dueño de toda la tierra;
los cielos pregonan su justicia,
y todos los pueblos contemplan su
gloria.
Los que adoran estatuas se sonrojan,
los que ponen su orgullo en los ídolos;
ante él se postran todos los dioses.
Lo oye Sión, y se alegra,
se regocijan las ciudades de Judá
por
tus sentencias, Señor;
porque tú eres, Señor,
altísimo sobre toda la tierra,
encumbrado sobre todos los dioses.
El Señor ama al que aborrece el mal,
protege la vida de sus fieles
y
los libra de los malvados.
Amanece la luz para el justo,
y la alegría para los rectos de corazón.
Alegraos, justos, con el Señor,
celebrad su santo nombre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Pregonaron su justicia y todos los pueblos contemplaron su gloria.
V. Al oír los gentiles sus palabras, quedaron llenos de gozo.
R. Y enaltecían la doctrina del Señor.
PRIMERA LECTURA
De los Hechos de los apóstoles 9, 27-31; 11, 19-26
LA IGLESIA ESTABA LLENA DEL CONSUELO DEL ESPÍRITU SANTO
En aquellos días, Bernabé tomó consigo a Saulo y lo llevó a presencia de los apóstoles. Con todo detalle les refirió cómo Saulo había visto al Señor en el camino y cómo
éste le había hablado; les contó además cómo Saulo había predicado en Damasco con toda valentía en el nombre de Jesús.
Quedóse, pues, Saulo con ellos en Jerusalén y
predicaba con toda intrepidez en el nombre del Señor. Hablaba también y discutía con los judíos helenistas, hasta que éstos resolvieron quitarle la vida. Enterados de ello los hermanos, lo llevaron a Cesarea,
y de allí lo enviaron a Tarso.
Mientras tanto, la Iglesia disfrutaba de paz en toda Judea, Galilea y Samaría, y se edificaba y progresaba en el temor del Señor y estaba llena del consuelo del Espírítu
Santo.
Los fieles, que se habían dispersado con motivo de la persecución suscitada a la muerte de Esteban, llegaron hasta Fenicia, Chipre y Antioquía, pero predicaban la palabra sólo a los judíos.
Había, sin embargo, entre ellos algunos de Chipre y de Cirene, que al llegar a Antioquía comenzaron a predicar también a los griegos, anunciándoles la Buena Nueva de Jesús, el Señor. El poder del
Señor los asistía, y, así, un crecido número de gente abrazó la fe y se convirtió al Señor. La noticia de estos sucesos llegó a oídos de la Iglesia de Jerusalén, y enviaron
a Antioquía Bernabé. Cuando éste llegó a Antioquía y vio la gracia de Dios, se llenó de júbilo, y exhortaba a todos a que con entera voluntad permaneciesen fieles al Señor. Era un hombre
de gran virtud, lleno del Espíritu Santo y de una grande fe. Con esto, una gran multitud se agregó al Señor.
Partió luego Bernabé para Tarso en busca de Saulo y, así que lo encontró, lo
llevó a Antioquía. Allí estuvieron los dos durante todo un año con la comunidad e instruyeron a muchísima gente. Fue allí, en Antioquía, donde por primera vez se dio a los discípulos el
nombre de «cristianos».
RESPONSORIO Hch 12, 24; 13, 48. 52
R. La palabra del Señor arraigaba y se difundía cada vez más, * y abrazaron la fe cuantos estaban destinados a la vida eterna.
V. y los discípulos quedaron llenos de gozo y del Espíritu Santo.
R. y abrazaron la fe cuantos estaban destinados a la vida eterna.
SEGUNDA LECTURA
De las Homilías de san Gregorio Magno, papa, sobre los Evangelios
(Homilía 17, 1-3: PL 76, 1139)
EL SEÑOR VIENE DETRÁS DE SUS PREDICADORES
Nuestro Señor y Salvador, hermanos muy amados, nos enseña unas veces con sus palabras, otras con sus obras. Sus hechos, en efecto, son normas de conducta, ya que con ellos nos da a entender tácitamente lo que debemos
hacer. Manda a sus discípulos a predicar de dos en dos, ya que es doble el precepto de la caridad, a saber, el amor de Dios y el del prójimo.
El Señor envía a los discípulos a predicar de dos en dos, y
con ello nos indica sin palabras que el que no tiene caridad para con los demás no puede aceptar, en modo alguno, el ministerio de la predicación.
Con razón se dice que los envió delante de si por todas las
aldeas y lugares que iba a visitar. En efecto, el Señor viene detrás de sus predicadores, ya que, habiendo precedido la predicación, viene entonces el Señor a la morada de nuestro interior, cuando ésta ha
sido preparada por las palabras de exhortación, que han abierto nuestro espíritu a la verdad. En este sentido dice Isaías a los predicadores: Preparad el camino del Señor; enderezad las sendas para nuestro Dios. Por
esto les dice también el salmista: Alfombrad el camino del que sube sobre el ocaso. Sobre el ocaso, en efecto, sube el Señor, ya que en el declive de su pasión fue precisamente cuando, por su resurrección, puso
más plenamente de manifiesto su gloria. Sube sobre el ocaso, porque, con su resurrección, pisoteó la muerte que había sufrido. Por esto nosotros alfombramos el camino del que sube sobre el ocaso cuando os anunciamos
su gloria, para que él, viniendo a continuación, os ilumine con su presencia amorosa.
Escuchemos lo que dice el Señor a los predicadores que envía a sus campos: La mies es mucha, pero los operarios son pocos;
rogad, pues, al Señor de la mies que envíe trabajadores a su mies. Por tanto, para una mies abundante son pocos los trabajadores; al escuchar esto, no podemos dejar de sentir una gran tristeza, porque hay que reconocer que, si
bien hay personas que desean escuchar cosas buenas, faltan, en cambio, quienes se dediquen a anunciarlas. Mirad cómo el mundo está lleno de sacerdotes, y, sin embargo, es muy difícil encontrar un trabajador para la mies
del Señor; porque hemos recibido el ministerio sacerdotal, pero no cumplimos con los deberes de este ministerio.
Pensad, pues, amados hermanos, pensad bien en lo que dice el Evangelio: Rogad al Señor de la mies que
envíe trabajadores a su mies. Rogad también por nosotros, para que nuestro trabajo en bien vuestro sea fructuoso y para que nuestra voz no deje nunca de exhortaros, no sea que, después de haber recibido el ministerio de la
predicación, seamos acusados ante el justo Juez por nuestro silencio.
RESPONSORIO Cf. Lc 1, 3. 4; Hch 1, 1
R. Después de haber investigado todo diligentemente desde el principio, he escrito ordenadamente el Evangelio; * para que estemos convencidos de la seguridad de las
enseñanzas que hemos recibido.
V. He tratado de todo lo que hizo y enseñó Jesús desde sus comienzos.
R.
Para que estemos convencidos de la seguridad de las enseñanzas que hemos recibido.
Himno: SEÑOR, DIOS ETERNO
Señor, Dios eterno, alegres te cantamos,
a ti nuestra alabanza,
a ti, Padre del cielo, te aclama la creación.
Postrados ante ti, los ángeles te adoran
y cantan sin cesar:
Santo, santo, santo es el
Señor,
Dios del universo;
llenos están el cielo y la tierra de tu gloria.
A ti, Señor, te alaba el coro celestial de los apóstoles,
la multitud de los profetas te enaltece,
y el ejército
glorioso de los mártires te aclama.
A ti la Iglesia santa,
por todos los confines extendida,
con júbilo te adora y canta tu grandeza:
Padre, infinitamente santo,
Hijo eterno, unigénito de Dios,
santo
Espíritu de amor y de consuelo.
Oh Cristo, tú eres el Rey de la gloria,
tú el Hijo y Palabra del Padre,
tú el Rey de toda la creación.
Tú, para salvar al hombre,
tomaste la
condición de esclavo
en el seno de una virgen.
Tú destruiste la muerte
y abriste a los creyentes las puertas de la gloria.
Tú vives ahora,
inmortal y glorioso, en el reino del Padre.
Tú
vendrás algún día,
como juez universal.
Muéstrate, pues, amigo y defensor
de los hombres que salvaste.
Y recíbelos por siempre allá en tu reino,
con tus santos y elegidos.
La parte que sigue puede omitirse, si se cree oportuno.
Salva a tu pueblo, Señor,
y bendice a tu heredad.
Sé su pastor,
y guíalos por siempre.
Día tras día te bendeciremos
y alabaremos tu nombre por siempre
jamás.
Dígnate, Señor,
guardarnos de pecado en este día.
Ten piedad de nosotros, Señor,
ten piedad de nosotros.
Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,
como lo
esperamos de ti.
A ti, Señor, me acojo,
no quede yo nunca defraudado.
ORACIÓN.
OREMOS,
Señor Dios, que elegiste a san Lucas para que, con su predicación y sus escritos, revelara al mundo tu amor hacia los pobres, concede a quienes nos gloriamos de ser cristianos vivir unidos con un solo corazón y una sola
alma y haz que todos los pueblos lleguen a contemplar a tu Salvador. Él, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén
CONCLUSIÓN
V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.