OFICIO DE LECTURA
INVITATORIO
Si ésta es la primera oración del día:
V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza
Se añade el Salmo del Invitatorio con la siguiente antífona:
 
Ant. El Señor es bueno, bendecid su nombre.
Si antes se ha rezado ya alguna otra Hora:
 
V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Himno: QUÉ HERMOSOS SON LOS PIES
¡Qué hermosos son los pies
del que anuncia la paz a sus hermanos!
¡Y qué hermosas las manos
maduras en el surco y en la mies!
Grita lleno de gozo,
pregonero, que traes noticias buenas:
se
rompen las cadenas,
y el sol de Cristo brilla esplendoroso.
Grita sin miedo, grita,
y denuncia a mi pueblo sus pecados;
vivimos engañados,
pues la belleza humana se marchita.
Toda yerba es fugaz,
la flor del
campo pierde sus colores;
levanta sin temores,
pregonero, tu voz dulce y tenaz.
Si dejas los pedazos
de tu alma enamorada en el sendero,
¡qué dulces, mensajero,
qué hermosos, que divinos son tus pasos!
Amén.
SALMODIA
Ant 1. Dios mío, no te cierres a mi súplica, pues me turba la voz del enemigo.
Salmo 54, 2-15. 17-24 I - ORACIÓN ANTE LA TRAICIÓN DE UN AMIGO
Dios mío, escucha mi oración,
no te cierres a mi súplica;
hazme caso y respóndeme,
me agitan mis ansiedades.
Me turba la voz del enemigo,
los gritos del malvado:
descargan sobre mí
calamidades
y me atacan con furia.
Se estremece mi corazón,
me sobrecoge un pavor mortal,
me asalta el temor y el terror,
me cubre el espanto,
y pienso: «¡Quién me diera alas de paloma
para
volar y posarme!
Emigraría lejos,
habitaría en el desierto,
me pondría en seguida a salvo de la tormenta,
del huracán que devora, Señor;
del torrente de sus lenguas.»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Dios mío, no te cierres a mi súplica, pues me turba la voz del enemigo.
Ant 2. El Señor nos librará del poder de nuestro enemigo y adversario.
Salmo 54, 2-15. 17-24 II
Violencia y discordia veo en la ciudad:
día y noche hacen la ronda
sobre las murallas;
en su recinto, crimen e injusticia;
dentro de ella, calamidades;
no se apartan de su plaza
la crueldad y el engaño.
Si
mi enemigo me injuriase,
lo aguantaría;
si mi adversario se alzase contra mí,
me escondería de él;
pero eres tú, mi compañero,
mi amigo y confidente,
a quien me unía una
dulce intimidad:
juntos íbamos entre el bullicio
por la casa de Dios.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. El Señor nos librará del poder de nuestro enemigo y adversario.
Ant 3. Encomienda a Dios tus afanes, que él te sustentará.
Salmo 54, 2-15. 17-24 III
Pero yo invoco a Dios,
y el Señor me salva:
Por la tarde, en la mañana, al mediodía,
me quejo gimiendo.
Dios escucha mi voz:
su paz rescata mi alma
de la guerra que me hacen,
porque son muchos
contra mí.
Dios me escucha, los humilla
el que reina desde siempre,
porque no quieren enmendarse
ni temen a Dios.
Levantan la mano contra su aliado,
violando los pactos;
su boca es más blanda que la
manteca,
pero desean la guerra;
sus palabras son más suaves que el aceite,
pero son puñales.
Encomienda a Dios tus afanes,
que él te sustentará;
no permitirá jamás
que el justo
caiga.
Tú, Dios mío, los harás bajar a ellos
a la fosa profunda.
Los traidores y sanguinarios
no cumplirán ni la mitad de sus años.
Pero yo confío en ti.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Encomienda a Dios tus afanes, que él te sustentará.
V. Hijo mío, haz caso de mi sabiduría.
R. Presta oído a mi inteligencia.
PRIMERA LECTURA
De la carta a los Romanos 15, 14-33
MINISTERIO DE PABLO
Estoy personalmente convencido, hermanos, de que ya estáis llenos de buenas disposiciones, en plena posesión del don de ciencia y con suficiente capacidad como para exhortaros unos a otros al bien.
Sin embargo, os he
escrito, en parte con cierto atrevimiento, como queriendo recordaros lo que ya sabéis; y lo he hecho en virtud de la gracia que Dios me ha dado, de ser un ministro de Cristo Jesús entre los gentiles, ministro que ejerce su
sacerdocio de la Buena Nueva de Dios, a fin de que el ofrecimiento que hago de los gentiles a Dios sea aceptado y santificado en el Espíritu Santo.
Puedo, pues, gloriarme en Cristo Jesús de este ministerio que mira al
servicio de Dios. Y, en verdad, no osaría yo hablar sino de lo que Cristo, valiéndose de mí, ha llevado a cabo por la conversión de los gentiles, de palabra o de obra, con poderosa eficacia de señales y
prodigios, y con el poder del Espíritu; tanto que, desde Jerusalén y en todas direcciones hasta Iliria, he dado cumplimiento al Evangelio de Cristo.
Pero, de tal modo, que me proponía como una honra no predicar el
Evangelio allí donde el nombre de Cristo era conocido, para no edificar sobre fundamentos ajenos. A este propósito dice la Escritura: «Lo verán quienes nuevas no tuvieron, y entenderán quienes no oyeron
nada.»
Por eso, me he visto impedido tantas veces de llegarme hasta vosotros; pero ahora, que no encuentro campo de acción en estas regiones y teniendo desde hace tantos años vivos deseos de ir a veros, os
visitaré cuando vaya para España. Espero, a mi paso, veros y, dirigido por vosotros, encaminarme para allá, después de haber disfrutado un poco de vuestra compañía. Ahora me encamino a
Jerusalén, para socorrer a los fieles de allí; porque los de Macedonia y Acaya han tenido a bien hacer una colecta a beneficio de los pobres de entre los fieles de Jerusalén. Lo han tenido a bien, y con motivo, porque
tienen deuda con ellos. Y así es. Si participan, como venidos de la gentilidad, en los bienes espirituales de ellos, deben a su vez servirles en los bienes materiales.
Una vez que cumpla este encargo, poniendo en sus manos el
fruto de esta colecta, me encaminaré a España, pasando por entre vosotros. Y sé que, yendo a vosotros, iré con la plenitud de la bendición de Cristo.
Os pido, hermanos, por Jesucristo, nuestro
Señor, y por la caridad del Espíritu: Ayudadme en esta lucha con vuestras plegarias, dirigidas a Dios por mí. Que me libre él de los que se oponen a la fe en Judea; y que la misión que llevo a
Jerusalén sea del agrado de los fieles. Así podré ir gozoso a visitaros, si Dios quiere; y tendré mi felicidad y descanso en vuestra compañía. El Dios de la paz sea con todos vosotros. Amén.
RESPONSORIO Rm 15, 15-16; 1, 9
R. Dios me ha dado la gracia de ser un ministro de Cristo Jesús entre los gentiles, ministro que ejerce su sacerdocio de la Buena Nueva de Dios, * a fin de que el ofrecimiento
que hago de los gentiles a Dios sea aceptado y santificado en el Espíritu Santo.
V. Sirvo a Dios Padre con toda mi alma, anunciando el mensaje evangélico de su Hijo.
R. A fin de que el ofrecimiento que hago de los gentiles a Dios sea aceptado y santificado en el Espíritu Santo.
SEGUNDA LECTURA
De las Homilías de un autor espiritual del siglo cuarto
(Homilía 18, 7-11: PG 34, 639-642)
COLMADOS HASTA POSEER TODA LA PLENITUD DE CRISTO
Los que han llegado a ser hijos de Dios y han sido hallados dignos de renacer de lo alto por el Espíritu Santo y poseen en sí a Cristo, que los ilumina y los crea de nuevo, son guiados por el Espíritu de varias y
diversas maneras, y sus corazones son conducidos de manera invisible y suave por la acción de la gracia.
A veces, lloran y se lamentan por el género humano y ruegan por él con lágrimas y llanto, encendidos de
amor espiritual hacia el mismo.
Otras veces, el Espíritu Santo los inflama con una alegría y un amor tan grandes que, si pudieran, abrazarían en su corazón a todos los hombres, sin distinción de buenos
o malos.
Otras veces, experimentan un sentimiento de humildad que los hace rebajarse por debajo de todos los demás hombres, teniéndose a sí mismos por los más abyectos y despreciables.
Otras veces, el
Espíritu les comunica un gozo inefable.
Otras veces, son como un hombre valeroso que, equipado con toda la armadura regia y lanzándose al combate, pelea con valentía contra sus enemigos y los vence. Así
también el hombre espiritual, tomando las armas celestiales del Espíritu, arremete contra el enemigo y lo somete bajo sus pies.
Otras veces, el alma descansa en un gran silencio, tranquilidad y paz, gozando de un excelente
optimismo y bienestar espiritual y de un sosiego inefable.
Otras veces, el Espíritu le otorga una inteligencia, una sabiduría y un conocimiento inefables, superiores a todo lo que pueda hablarse o expresarse.
Otras
veces, no experimenta nada en especial.
De este modo, el alma es conducida por la gracia a través de varios y diversos estados, según la voluntad de Dios que así la favorece, ejercitándola de diversas
maneras, con el fin de hacerla íntegra, irreprensible y sin mancha ante el Padre celestial.
Pidamos también nosotros a Dios, y pidámoslo con gran amor y esperanza, que nos conceda la gracia celestial del don del
Espíritu, para que también nosotros seamos gobernados y guiados por el mismo Espíritu, según disponga en cada momento la voluntad divina, y para que él nos reanime con su consuelo multiforme; así, con
la ayuda de su dirección y ejercitación y de su moción espiritual, podremos llegar a la perfección de la plenitud de Cristo, como dice el Apóstol: Para que seáis colmados hasta poseer toda la plenitud
de Cristo.
RESPONSORIO 1Jn 2, 20. 27; Jl 2, 23
R. Vosotros poseéis la unción que viene del Santo; y la unción que de él habéis recibido permanece en vosotros, * y no tenéis necesidad de que
nadie os enseñe.
V. Alegraos y gozaos en el Señor vuestro Dios, porque os ha dado al Maestro de la justicia.
R.
Y no tenéis necesidad de que nadie os enseñe.
ORACIÓN.
OREMOS,
Concédenos, Señor, Dios nuestro, venerarte con toda el alma y amar a todos los hombres con afecto espiritual. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es
Dios, por los siglos de los siglos.
Amén
CONCLUSIÓN
V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.
Of La Tr Sx Nn Vs Cm