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OFICIO DE LECTURA

INVITATORIO


Si ésta es la primera oración del día:

V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza

Se añade el Salmo del Invitatorio con la siguiente antífona:
 
Ant. Venid, adoremos a Cristo, Hijo de María Virgen.

Si antes se ha rezado ya alguna otra Hora:
 
V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.



Himno: LUCERO DE LA MAÑANA

Lucero de la mañana,
norte que muestra el camino,
cuando turba de continuo
nuestro mar la tramontana.
Quien tanta grandeza explica
sin alas puede volar,
porque no podrá alabar
a la que es más santa y rica.

Sois pastora de tal suerte,
que asegurais los rebaños
de mortandades y daños,
dando al lobo cruda muerte.
Dais vida a quien se os aplica,
y en los cielos y en la tierra
librais las almas de guerra,
como poderosa y rica.

Si vuestro ejemplo tomasen
las pastoras y pastores,
yo fío que de dolores
para siempre se librasen.
Tanto Dios se os comunica,
que sin fin os alabamos,
y más cuando os contemplamos
en el mundo la más rica. Amén.

SALMODIA

Ant 1. Se levanta Dios y huyen de su presencia los que lo odian.

Salmo 67 I - ENTRADA TRIUNFAL DEL SEÑOR

Se levanta Dios y se dispersan sus enemigos,
huyen de su presencia los que lo odian;

como el humo se disipa, se disipan ellos;
como se derrite la cera ante el fuego,
así perecen los impíos ante Dios.

En cambio, los justos se alegran,
gozan en la presencia de Dios,
rebosando de alegría.

Cantad a Dios, tocad en su honor,
alfombrad el camino del que avanza por el desierto;
su nombre es el Señor:
alegraos en su presencia.

Padre de huérfanos, protector de viudas,
Dios vive en su santa morada.

Dios prepara casa a los desvalidos,
libera a los cautivos y los enriquece;
sólo los rebeldes
se quedan en la tierra abrasada.

¡Oh Dios!, cuando salías al frente de tu pueblo
y avanzabas por el desierto,
la tierra tembló, el cielo destiló
ante Dios, el Dios del Sinaí;
ante Dios, el Dios de Israel.

Derramaste en tu heredad, ¡oh Dios!, una lluvia copiosa,
aliviaste la tierra extenuada;
y tu rebaño habitó en la tierra
que tu bondad, ¡oh Dios!, preparó para los pobres.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Se levanta Dios y huyen de su presencia los que lo odian.

Ant 2. Nuestro Dios es un Dios que salva, el Señor Dios nos hace escapar de la muerte.

Salmo 67 II

El Señor pronuncia un oráculo,
millares pregonan la alegre noticia:
«Los reyes, los ejércitos van huyendo, van huyendo;
las mujeres reparten el botín.

Mientras reposabais en los apriscos,
las alas de la paloma se cubrieron de plata,
el oro destellaba en su plumaje.
Mientras el Todopoderoso dispersaba a los reyes,
la nieve bajaba sobre el Monte Umbrío.»

Las montañas de Basán son altísimas,
las montañas de Basán son escarpadas;
¿por qué tenéis envidia, montañas escarpadas,
del monte escogido por Dios para habitar,
morada perpetua del Señor?

Los carros de Dios son miles y miles:
Dios marcha del Sinaí al santuario.
Subiste a la cumbre llevando cautivos,
te dieron tributo de hombres:
incluso los que se resistían
a que el Señor Dios tuviera una morada.

Bendito el Señor cada día,
Dios lleva nuestras cargas, es nuestra salvación.
Nuestro Dios es un Dios que salva,
el Señor Dios nos hace escapar de la muerte.

Dios aplasta las cabezas de sus enemigos,
los cráneos de los malvados contumaces.
Dice el Señor: «Los traeré desde Basán,
los traeré desde el fondo del mar;
teñirás tus pies en la sangre del enemigo,
y los perros la lamerán con sus lenguas.»

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Nuestro Dios es un Dios que salva, el Señor Dios nos hace escapar de la muerte.

Ant 3. Reyes de la tierra, cantad a Dios, tocad para el Señor.

Salmo 67 III

Aparece tu cortejo, ¡oh Dios!,
el cortejo de mi Dios, de mi Rey,
hacia el santuario.

Al frente marchan los cantores;
los últimos, los tocadores de arpa;
en medio las muchachas van tocando panderos.

«En el bullicio de la fiesta bendecid a Dios,
al Señor, estirpe de Israel.»

Va delante Benjamín, el más pequeño;
los príncipes de Judá con sus tropeles;
los príncipes de Zabulón,
los príncipes de Neftalí.

¡Oh Dios!, despliega tu poder,
tu poder, ¡oh Dios!, que actúa en favor nuestro.
A tu templo de Jerusalén
traigan los reyes su tributo.

Reprime a la Fiera del Cañaveral,
al tropel de los toros,
a los Novillos de los pueblos.

Que se te rindan con lingotes de plata:
dispersa las naciones belicosas.
Lleguen los magnates de Egipto,
Etiopía extienda sus manos a Dios.

Reyes de la tierra, cantad a Dios,
tocad para el Señor,
que avanza por los cielos,
los cielos antiquísimos,
que lanza su voz, su voz poderosa:
«Reconoced el poder de Dios.»

Sobre Israel resplandece su majestad,
y su poder sobre las nubes.
Desde el santuario Dios impone reverencia:
es el Dios de Israel
quien da fuerza y poder a su pueblo.

¡Dios sea bendito!

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Reyes de la tierra, cantad a Dios, tocad para el Señor.

V. Voy a escuchar lo que dice el Señor.
R. Dios anuncia la paz a su pueblo.


PRIMERA LECTURA

Del libro del profeta Jeremías 32, 6-10. 16. 24-40

JEREMÍAS, ESTANDO EN LA CÁRCEL, COMPRA EL CAMPO DE ANATOT, COMO UN SIGNO DE ESPERANZA

En aquellos días, Jeremías dijo: He recibido esta palabra del Señor:
«Hanamel, hijo de tu tío Salún, vendrá a ti para decirte: "Cómprame el campo de Anatot, porque a ti te corresponde rescatarlo comprándolo."»

Y vino a visitarme mi primo, como había dicho el Señor, al atrio de la guardia, y me dijo:
«Cómprame el campo de Anatot, en el territorio de Benjamín, porque a ti te corresponde rescatarlo y adquirirlo: cómpramelo.»

Yo comprendí que era palabra del Señor. Y, así, compré el campo de Anatot a mi primo Hanamel; pesé el dinero: diecisiete siclos de plata. Escribí el contrato, lo sellé, hice firmar a los testigos, y pesé la plata en la balanza. Después de entregar a Baruc, hijo de Nerías, el contrato, oré al Señor:

«Mira, los sitiadores llegan a la ciudad para conquistarla, la ciudad está entregada en manos de los caldeos, que la atacan con la espada, el hambre y la peste. Sucede lo que anunciaste, y lo estás viendo. Y tú, mi Señor, me dices: "Cómprate el campo con dinero, ante testigos", mientras la ciudad cae en manos de los caldeos.»
Vino a Jeremías la palabra del Señor:

«Yo soy el Señor, Dios de todos los humanos: ¿hay algo imposible para mí? Pues bien, así dice el Señor: Entrego esta ciudad en manos de los caldeos, en manos de Nabucodonosor, rey de Babilonia, para que la conquiste. Los caldeos que la atacan entrarán en esta ciudad y le pondrán fuego. La quemarán con las casas, en cuyas azoteas se quemaba incienso a Baal y se hacían libaciones a dioses extranjeros, para irritarme.

Porque israelitas y judíos practican la maldad en mi presencia, desde su juventud; los israelitas me irritan con las obras de sus manos —oráculo del Señor—. Esta ciudad provoca mi ira y mi cólera, desde el día en que la construyeron hasta hoy; la tendré que apartar de mi presencia, por todas las maldades que cometen israelitas y judíos, irritándome todos, con sus reyes y príncipes, con sus sacerdotes y profetas, los judíos y los habitantes de Jerusalén. Me dan la espalda, y no la cara. Yo los enseñaba sin cesar, y ellos no escuchaban ni aceptaban la corrección. Ponían abominaciones en la casa donde se invocaba mi nombre, profanándola. Construían altares a Baal, en el valle de Ben Hinnom, para pasar por el fuego a sus hijos e hijas, en honor de Moloc. Cosa que yo no mandé ni se me pasó por la cabeza. Hicieron abominaciones semejantes, haciendo pecar a Judá.

Pero ahora, así dice el Señor, Dios de Israel, a está ciudad de la que decís: "Va a caer en manos del rey de Babilonia, por la espada y el hambre y la peste." Mirad que yo los congregaré de todos los países adonde los dispersó mi ira y mi cólera y mi gran furor. Los traeré a este lugar, y los haré habitar tranquilos. Ellos serán mi pueblo y yo seré su Dios. Les daré un corazón entero y una conducta íntegra, para que me teman toda la vida; para su bien y el de sus hijos que los sucedan. Haré con ellos alianza eterna y no cesaré de hacerles bien. Pondré en su corazones mi temor para que no se aparten de mí.»

RESPONSORIO    Jr 32, 37. 38. 40

R. Mirad que yo los congregaré de todos los países, los traeré a este lugar, y los haré habitar tranquilos. * Ellos serán mi pueblo y yo seré su Dios.
V. Haré con ellos alianza eterna, pondré en sus corazones mi temor.
R. Ellos serán mi pueblo y yo seré su Dios.

SEGUNDA LECTURA

De la Constitución dogmática Lumen géntium, sobre la Iglesia, del Concilio Vaticano Segundo
(Núms. 61-62)

LA MATERNIDAD DE MARÍA EN LA ECONOMÍA DE LA GRACIA

La Bienaventurada Virgen, predestinada desde toda la eternidad cual madre de Dios junto con la encarnación del Verbo por designio de la divina providencia, fue en la tierra la esclarecida madre del divino Redentor y en forma singular la generosa colaboradora entre todas las creaturas y la humilde esclava del Señor. Concibiendo a Cristo, engendrándolo, alimentándolo, presentándolo en el templo al Padre, padeciendo con su Hijo mientras él moría en la cruz, cooperó en forma del todo singular, por la obediencia, la fe, la esperanza y la encendida caridad, en la restauración de la vida sobrenatural de las almas. Por tal motivo es nuestra madre en el orden de la gracia.

Y esta maternidad de María perdura sin cesar en la economía de la gracia, desde el momento en que prestó fiel asentimiento en la anunciación, y lo mantuvo sin vacilación al pie de la cruz, hasta la consumación perfecta de todos los elegidos. Pues una vez recibida en los cielos, no dejó su oficio salvador, sino que continúa alcanzándonos por su múltiple intercesión los dones de la eterna salvación.

Por su amor materno cuida de los hermanos de su Hijo que peregrinan y se debaten entre peligros y angustias y luchan contra el pecado hasta que sean llevados a la patria feliz.

Por eso la Bienaventurada Virgen en la Iglesia es invocada con los títulos de abogada, auxiliadora, favorecedora, mediadora. Lo cual, sin embargo, se entiende de manera que nada quite ni agregue a la dignidad y eficacia de Cristo, único mediador.

Porque ninguna creatura puede compararse jamás con el Verbo encarnado, nuestro Redentor; pero así como el sacerdocio de Cristo es participado de varias maneras, tanto por los ministros como por el pueblo fiel, y así como la única bondad de Dios se difunde realmente en formas distintas en las creaturas, así también la única mediación del Redentor no excluye sino que suscita en sus creaturas una múltiple cooperación que participa de la fuente única.

La Iglesia no duda en atribuir a María un tal oficio subordinado, lo experimenta continuamente y lo recomienda al corazón de los fieles para que, apoyados en esta protección maternal, se unan más íntimamente al Mediador y Salvador.

RESPONSORIO    

R. No hay alabanza digna de ti, virginidad inmaculada y santa. * Porque en tu seno has llevado al que ni el cielo puede contener.
V. Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre.
R. Porque en tu seno has llevado al que ni el cielo puede contener.

ORACIÓN.

OREMOS,
Señor, por el misterioso designio de tu amor, has querido que la Virgen María fuese madre del autor de la gracia y estuviese asociada a él en el misterio de la redención humana; que ella nos alcance con profusión tus dones y nos conduzca hasta el puerto de la salvación eterna. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén

CONCLUSIÓN

V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.

Of La Tr Sx Nn Vs Cm