OFICIO DE LECTURA
INVITATORIO
Si ésta es la primera oración del día:
V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza
Se añade el Salmo del Invitatorio con la siguiente antífona:
 
Ant. Venid, adoremos al Señor, fuente de la sabiduría.
Si antes se ha rezado ya alguna otra Hora:
 
V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Himno: HONDO SABER DE DIOS FUE VUESTRA CIENCIA
Hondo saber de Dios fue vuestra ciencia.
su espíritu de verdad os dio a beberla
en la Revelación, que es su presencia
en velos de palabra siempre nueva.
Abristeis el camino para hallarla
a todo el que de
Dios hambre tenía,
palabra del Señor que, al contemplarla,
enciende nuestras luces que iluminan.
Saber de Dios en vida convertido
es la virtud del justo, que, a su tiempo,
si Dios le dio la luz, fue lo debido
que
fuera su verdad, su pensamiento.
Demos gracias a Dios humildemente,
y al Hijo, su verdad que a todos guía,
dejemos que su Luz, faro esplendente,
nos guíe por el mar de nuestra vida. Amén.
SALMODIA
Ant 1. Cantad al Señor y meditad sus maravillas.
Salmo 104 I - LA HISTORIA DE LA SALVACIÓN REALIZA LAS PROMESAS HECHAS POR DIOS A ABRAHAM
Dad gracias al Señor, invocad su nombre,
dad a conocer sus hazañas a los pueblos.
Cantadle al son de instrumentos,
hablad de sus maravillas;
gloriaos de su nombre santo,
que se alegren los que buscan al
Señor.
Recurrid al Señor y a su poder,
buscad contínuamente su rostro.
Recordad las maravillas que hizo,
sus prodigios, las sentencias de su boca.
¡Estirpe de Abrahán, su siervo;
hijos
de Jacob, su elegido!
El Señor es nuestro Dios,
él gobierna toda la tierra.
Se acuerda de su alianza eternamente,
de la palabra dada, por mil generaciones;
de la alianza sellada con Abrahám,
del
juramento hecho a Isaac,
confirmado como ley para Jacob,
como alianza eterna para Israel:
«A ti te daré el país cananeo,
como lote de vuestra heredad.»
Cuando eran unos pocos mortales,
contados,
y forasteros en el país,
cuando erraban de pueblo en pueblo,
de un reino a otra nación,
a nadie permitió que los molestase,
y por ellos castigó a reyes:
«No toquéis a mis ungidos,
no
hagáis mal a mis profetas.»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Cantad al Señor y meditad sus maravillas.
Ant 2. No abandonó al justo vendido, sino que lo libró de sus calumniadores.
Salmo 104 II
Llamó al hambre sobre aquella tierra:
cortando el sustento de pan;
por delante había enviado a un hombre,
a José, vendido como esclavo;
le trabaron los pies con grillos,
le metieron el cuello en la
argolla,
hasta que se cumplió su predicción,
y la palabra del Señor lo acreditó.
El rey lo mandó desatar,
el Señor de pueblos le abrió la prisión,
lo nombró
administrador de su casa,
señor de todas sus posesiones,
para que a su gusto instruyera a los príncipes
y enseñase sabiduría a los ancianos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. No abandonó al justo vendido, sino que lo libró de sus calumniadores.
Ant 3. Se acordó el Señor de su palabra y sacó a su pueblo con alegría.
Salmo 104 III
Entonces Israel entró en Egipto,
Jacob se hospedó en la tierra de Cam.
Dios hizo a su pueblo muy fecundo,
más poderoso que sus enemigos.
A éstos les cambió el corazón
para que
odiasen a su pueblo,
y usaran malas artes con sus siervos.
Pero envió a Moisés, su siervo,
y a Aarón, su escogido,
que hicieron contra ellos sus signos,
prodigios en la tierra de Cam.
Envió la
oscuridad, y oscureció,
pero ellos resistieron a sus palabras;
convirtió sus aguas en sangre,
y dió muerte a sus peces;
su tierra pululaba de ranas,
hasta en la alcoba del rey.
Ordenó que
vinieran tábanos
y mosquitos por todo el territorio;
les dió en vez de lluvia granizo,
llamas de fuego por su tierra;
e hirió higueras y viñas,
tronchó los árboles del país.
Ordenó
que viniera la langosta,
saltamontes innumerables,
que roían la hierba de su tierra,
y devoraron los frutos de sus campos.
Hirió de muerte a los primogénitos del país,
primicias de su virilidad.
Sacó
a su pueblo cargado de oro y plata,
y entre sus tribus nadie se enfermó;
los Egipcios se alegraban de su marcha,
porque los había sobrecogido el terror.
Tendió una nube que los cubriese,
y un fuego que
los alumbrase de noche.
Lo pidieron, y envió codornices,
los sació con pan del cielo;
hendió la peña, y brotaron las aguas,
que corrieron en ríos por el desierto.
Porque se acordaba de la
palabra sagrada
que había dado a su siervo Abrahám,
sacó a su pueblo con alegría,
a sus escogidos con gritos de triunfo.
Les asignó las tierras de los gentiles,
y poseyeron las haciendas de
las naciones:
para que guarden sus decretos,
y cumplan su ley.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Se acordó el Señor de su palabra y sacó a su pueblo con alegría.
V. El Señor anuncia su palabra a Jacob.
R. Sus decretos y mandatos a Israel.
PRIMERA LECTURA
Del libro del profeta Isaías 13. 1-22
EL DÍA DEL SEÑOR
Oráculo contra Babilonia, que recibió el profeta Isaías, hijo de Amós:
Sobre un monte pelado izad la enseña, gritadles con fuerza agitando la mano, para que entren por las puertas de los
príncipes. Yo he dado orden a mis consagrados, he convocado a los soldados de mi ira, entusiastas de mi honor.
Escuchad: tumulto en los montes, como de gran muchedumbre; escuchad: alboroto de reinos, naciones reunidas. EL
Señor de los ejércitos revista sus ejércitos para el combate. Van llegando de tierra lejana, del confín del cielo: el Señor con las armas de su ira, para devastar la tierra.
Ululad, que está
cerca el día del Señor: como azote del Potente llegará. Por eso, los brazos desfallecerán, los corazones humanos desmayarán, espasmos y angustias los sobrecogerán, se retorcerán como mujer que
da a luz. Uno a otro se mira espantado; rostros febriles, sus rostros. Mirad: Llega el día del Señor, implacable, con cólera e incendio de ira, para hacer de la tierra un desierto y exterminar de ella a los pecadores. Los
astros del cielo, las constelaciones, no destellan su luz; se entenebrece el sol al salir, la luna no irradia su luz.
Tomaré cuentas al orbe de su maldad, a los perversos de su crimen. Terminaré con la soberbia de los
insolentes, el orgullo de los tiranos lo humillaré. Haré a los hombres más escasos que el oro; a los mortales, más que metal de Ofir. Por eso, sacudiré los cielos y se moverá la tierra de su sitio. Por
la cólera del Señor, el día del incendio de su ira. Y serán como cierva acosada, como rebaño que nadie congrega: uno se vuelve a su pueblo, el otro huye a su tierra. Al que alcanzan lo atraviesan, al que
apresan lo matan a espada. Estrellan a los niños ante sus ojos, saquean sus casas, violan a sus mujeres.
Mirad: Yo incito contra ellos a los medos, que no estiman la plata, ni les importa el oro: sus arcos acribillan a los
jóvenes, no perdonan a los niños, sus ojos no se apiadan de las criaturas.
Quedará Babilonia, la perla de los reinos, joya y orgullo de los caldeos, como Sodoma y Gomorra en la catástrofe de Dios.
Jamás la habitarán ni la poblarán, de generación en generación. El beduino no acampará allí ni apacentarán los pastores. Apriscarán allí las fieras, los búhos
llenarán sus casas, anidará allí el avestruz, y los chivos brincarán; aullarán las hienas en las mansiones y los chacales en los palacios de placer. Ya está a punto de llegar su hora, sus días
no tardarán.
RESPONSORIO Jl 2, 11. 12. 13; cf. Ap 6, 17. 16
R. Grande es el día del Señor, terrible es, ¿quién lo resistirá? * Pero ahora convertíos al Señor, vuestro Dios, porque es compasivo y
misericordioso.
V. Ha llegado el día grande de la ira del que está sentado en el trono y del Cordero: y ¿quién podrá resistir?
R. Pero ahora convertíos al Señor, vuestro Dios, porque es compasivo y misericordioso.
SEGUNDA LECTURA
De las Cartas de san Ambrosio, obispo
(Carta 2, 1-2. 4-5. 7: PL 16 [edición 1845], 847-881)
EL ATRACTIVO DE TUS PALABRAS HAGA DÚCTIL A TU PUEBLO
Has recibido la carga del sacerdocio. Sentado en la popa de la Iglesia, gobiernas la nave en medio de las olas que la combaten. Mantén firme el timón de la fe, para que las fuertes tormentas de este mundo no te hagan desviar
de tu rumbo. El mar es ciertamente grande y dilatado, pero no temas, porque él la fundó sobre los mares, él la afianzó sobre los ríos.
Por ello no es de extrañar que, en medio de un mundo tan
agitado, la Iglesia del Señor, edificada sobre la roca apostólica, permanezca estable y, a pesar de los furiosos embates del mar, resista inconmovible en sus cimientos. Las olas baten contra ella, pero se mantiene firme y, aunque
con frecuencia los elementos de este mundo choquen con gran fragor, ella ofrece a los agobiados el seguro puerto de salvación.
Sin embargo, aunque fluctúa en el mar, se desliza por los ríos, principalmente por
aquellos ríos de los que dice el salmo: Levantan los ríos su voz. Porque existen unos ríos que manan de aquel que ha tomado de Cristo la bebida y ha recibido el Espíritu de Dios. Éstos son los ríos
que, por la abundancia desbordante de la gracia espiritual, levantan su voz.
Y existe también un río que se precipita entre sus santos como un torrente. Y existe un río que, como el correr de las acequias, alegra al
alma pacífica y tranquila. Todo aquel que recibe de la plenitud de este río, como Juan Evangelista, como Pedro y Pablo, levanta su voz; y, así como los apóstoles pregonaron por todos los confines de la tierra el
mensaje evangélico, así también éste se lanza a anunciar esa Buena Nueva del Señor Jesús. Recibe, pues, de Cristo, para que puedas hablar a los demás. Acoge en ti el agua de Cristo, aquella que
alaba al Señor. Recoge el agua proveniente de diversos lugares, la que derraman las nubes de los profetas. Todo aquel que recoge el agua de los montes, el que la hace venir y la bebe de las fuentes, la derrama luego como las nubes.
Llena, pues, de esta agua tu interior, para que la tierra de tu corazón quede humedecida y regada por sus propias fuentes.
Para llenarse de esta agua es necesaria una frecuente e inteligente lectura; así, una vez lleno,
regarás a los demás. Por esto dice la Escritura: Si las nubes van llenas, vierten lluvia sobre la tierra.
Sean, pues, tus palabras fluidas, claras y transparentes, de modo que tu predicación infunda suavidad en los
oídos de tu pueblo y con el atractivo de tus palabras lo hagas dúctil. De este modo te seguirá de buen grado a donde lo lleves.
Tus exhortaciones estén llenas de sabiduría. En este sentido, dice
Salomón: Las armas del espíritu son los labios del sabio; y, en otro lugar: Tus labios estén atados por la inteligencia, es decir, que tus sermones brillen por su claridad e inteligencia, y que tus exhortaciones y tratados
no tengan necesidad de apoyarse en las afirmaciones de los demás, sino que tus palabras se defiendan con sus propias armas, y que ninguna palabra vana y sin inteligencia salga de tu boca.
RESPONSORIO 2Tm 4, 2; Sir 48, 4. 8
R. Proclama la palabra, insiste con oportunidad o sin ella, persuade, reprende, exhorta, * armado de toda paciencia y doctrina.
V. ¿Quién podrá gloriarse de ser como tú, que ungiste reyes para ejecutar castigos?
R.
Armado de toda paciencia y doctrina.
ORACIÓN.
OREMOS,
Señor Dios, que hiciste del obispo san Ambrosio un insigne maestro de la fe católica y un admirable ejemplo de fortaleza apostólica, suscita en tu Iglesia hombres según tu corazón, que guíen siempre
a tu pueblo con fortaleza y sabiduría. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén
CONCLUSIÓN
V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.