OFICIO DE LECTURA
INVITATORIO
Si ésta es la primera oración del día:
V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza
Se añade el Salmo del Invitatorio con la siguiente antífona:
 
Ant. Venid, adoremos al Señor, rey de los mártires.
Si antes se ha rezado ya alguna otra Hora:
 
V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Himno: TESTIGOS DE AMOR
Testigos de amor
de Cristo Señor,
mártires santos.
Rosales en flor
de Cristo el olor,
mártires santos.
Palabras en luz
de Cristo Jesús,
mártires santos.
Corona
inmortal
del Cristo total,
mártires santos. Amén.
SALMODIA
Ant 1. El Señor convoca cielo y tierra, para juzgar a su pueblo.
Salmo 49 I - LA VERDADERA RELIGIOSIDAD
El Dios de los dioses, el Señor, habla:
convoca la tierra de oriente a occidente.
Desde Sión, la hermosa, Dios resplandece:
viene nuestro Dios, y no callará.
Lo precede fuego voraz,
lo rodea tempestad
violenta.
Desde lo alto convoca cielo y tierra,
para juzgar a su pueblo:
«Congregadme a mis fieles,
que sellaron mi pacto con un sacrificio.»
Proclame el cielo su justicia;
Dios en persona va a juzgar.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. El Señor convoca cielo y tierra, para juzgar a su pueblo.
Ant 2. Invócame el día del peligro y yo te libraré.
Salmo 49 II
«Escucha, pueblo mío, que voy a hablarte;
Israel, voy a dar testimonio contra ti;
—yo, el Señor, tu Dios—.
No te reprocho tus sacrificios,
pues siempre están tus holocaustos ante
mí.
Pero no aceptaré un becerro de tu casa,
ni un cabrito de tus rebaños;
pues las fieras de la selva son mías,
y hay miles de bestias en mis montes;
conozco todos los pájaros del
cielo,
tengo a mano cuanto se agita en los campos.
Si tuviera hambre, no te lo diría;
pues el orbe y cuanto lo llena es mío.
¿Comeré yo carne de toros,
beberé sangre de
cabritos?
Ofrece a Dios un sacrificio de alabanza,
cumple tus votos al Altísimo
e invócame el día del peligro:
yo te libraré, y tú me darás gloria.»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Invócame el día del peligro y yo te libraré.
Ant 3. El sacrificio de acción de gracias me honra.
Salmo 49 III
Dios dice al pecador:
«¿Por qué recitas mis preceptos
y tienes siempre en la boca mi alianza,
tú que detestas mi enseñanza
y te echas a la espalda mis mandatos?
Cuando ves un
ladrón, corres con él;
te mezclas con los adúlteros;
sueltas tu lengua para el mal,
tu boca urde el engaño;
te sientas a hablar contra tu hermano,
deshonras al hijo de tu madre;
esto haces,
¿y me voy a callar?
¿Crees que soy como tú?
Te acusaré, te lo echaré en cara.»
Atención los que olvidáis a Dios,
no sea que os destroce sin remedio.
El que me ofrece
acción de gracias,
ése me honra;
al que sigue buen camino
le haré ver la salvación de Dios.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. El sacrificio de acción de gracias me honra.
V. No dejamos de orar y pedir por vosotros.
R. Que lleguéis al pleno conocimiento de la voluntad de Dios.
PRIMERA LECTURA
De la segunda carta a los Corintios 12, 14—13, 13
CERCANA VISITA DEL APÓSTOL PARA CORREGIR A LOS CORINTIOS
Hermanos: Por tercera vez estoy preparado para ir hacia vosotros, y no os seré gravoso. Es que no busco vuestros bienes, sino a vosotros mismos. Pues no deben los hijos atesorar para los padres, sino los padres para los hijos. Y yo
gustosamente gastaré lo que tengo y me consumiré yo mismo todo entero por el bien de vuestras almas. Si yo os amo tanto, ¿voy a ser menos amado de vosotros?
Bueno, diréis tal vez, personalmente yo no os he
sido gravoso, pero tal vez penséis que, astuto como soy, os he sorprendido por medio de una trampa, dando un hábil rodeo. Pero decidme, ¿es que os he explotado por medio de alguno de mis enviados? Rogué a Tito que
fuera a veros, y envié con él al hermano que sabéis. ¿Acaso se aprovechó Tito de vosotros? ¿No procedimos ambos con la misma disposición de espíritu, y no seguimos los mismos
pasos?
Ya hace rato que os ha de parecer que nos estamos justificando ante vosotros. No. Hablamos cristianamente, ante la presencia de Dios. Y todo, carísimos, es por vuestra edificación. Temo que a mi llegada no os voy a
encontrar como yo os quisiera, y que vosotros me vais a encontrar cual no querríais. Temo que haya contiendas, envidias, animosidades, rivalidades, detracciones, murmuraciones, insolencias, desórdenes. Temo que a mi llegada me
humille Dios de nuevo por causa vuestra, y que tenga que llorar por muchos que antes pecaron y no se han arrepentido de su impureza, de su fornicación y del libertinaje a que se han entregado.
Por tercera vez voy ahora a veros.
Toda cuestión se decidirá por el testimonio de dos o tres testigos. Ya os lo dije. Y ahora, ausente, lo vuelvo a repetir con antelación. Y lo digo tal como, estando presente la segunda vez, lo advertí a los que
habían pecado y a todos los demás: cuando vaya otra vez, no andaré con miramientos, ya que andáis buscando pruebas de que Cristo habla por mí, el cual no se muestra débil con vosotros, sino que ejerce
en vosotros su poder.
Pues aunque por su condición de debilidad humana Cristo fue crucificado, ahora tiene vida por la omnipotencia de Dios. Y nosotros, aunque débiles ahora con su debilidad, por la omnipotencia de Dios
tendremos vida con él, para poder actuar entre vosotros.
Examinaos, a ver si estáis firmes en la fe. Haced un examen sobre vosotros mismos. ¿No os dais cuenta de que Jesucristo está en vosotros? Seguramente que
sí. A no ser que vuestro examen dé un resultado negativo. Esperamos, sin embargo, que reconozcáis que para nosotros la prueba no es negativa. Rogamos a Dios que no hagáis nada malo, no para que nosotros quedemos
bien, sino para que vosotros practiquéis el bien, aunque nosotros, con ello, tuviéramos que quedar mal.
Nosotros no tenemos ningún poder contra la verdad, sólo estamos al servicio de la verdad. Y nos alegramos
cuando, por ser vosotros fuertes por vuestra recta actuación, tenemos nosotros que mostrarnos como débiles en la nuestra hacia vosotros. Lo que en definitiva deseamos y pedimos es vuestra completa perfección.
Por eso
os escribo esto en mi ausencia, para que cuando me presente ahí no tenga que proceder con rigor, conforme a la autoridad que me dio el Señor, autoridad que es para edificación, no para destrucción.
Finalmente,
hermanos, alegraos, trabajad por vuestra perfección, alentaos unos a otros, tened un mismo sentir y vivid en paz; y el Dios del amor y de la paz estará con vosotros.
Saludaos unos a otros con el ósculo santo. Os saludan
todos los fieles.
La gracia de Jesucristo el Señor, el amor de Dios y la participación del Espíritu Santo estén con todos vosotros.
RESPONSORIO 2Co 13, 11; Flp 4, 7
R. Alegraos, trabajad por vuestra perfección, vivid en paz; * y el Dios del amor y de la paz estará con vosotros.
V. La paz de Dios, que está por encima de todo conocimiento, guardará vuestros corazones en Cristo Jesús.
R. Y el Dios del amor y de la paz estará con vosotros.
SEGUNDA LECTURA
De las Actas del martirio de los santos Justino y compañeros
(Cap. 1-5: cf. PG 6, 1566-1571)
HE ABRAZADO LAS VERDADERAS ENSEÑANZAS DE LOS CRISTIANOS
Aquellos santos varones, una vez apresados, fueron conducidos al prefecto de Roma, que se llamaba Rústico. Cuando estuvieron ante el tribunal, el prefecto Rústico dijo a Justino:
«Antes que nada, profesa tu fe en los
dioses y obedece a los emperadores.»
Justino respondió:
«No es motivo de acusación ni de detención el hecho de obedecer a los mandamientos de nuestro Salvador Jesucristo.»
Rústico
dijo:
«¿Cuáles son las enseñanzas que profesas?»
Respondió Justino:
«Yo me he esforzado en conocer toda clase de enseñanzas, pero he abrazado las verdaderas enseñanzas de los
cristianos, aunque no sean aprobadas por los que viven en el error.»
El prefecto Rústico dijo:
«¿Y tú las apruebas, miserable?»
Respondió Justino:
«Así es, ya que las sigo
según sus rectos principios.»
Dijo el prefecto Rústico:
«¿Y cuáles son estos principios?»
Justino respondió:
«Que damos culto al Dios de los cristianos, al que consideramos
como el único creador desde el principio y artífice de toda la creación, de todo lo visible y lo invisible, y al Señor Jesucristo, de quien anunciaron los profetas que vendría como mensajero de
salvación al género humano y maestro de insignes discípulos. Y yo, que no soy más que un mero hombre, sé que mis palabras están muy por debajo de su divinidad infinita, pero admito el valor de las
profecías que atestiguan que éste, al que acabo de referirme, es el Hijo de Dios. Porque sé que los profetas hablaban por inspiración divina al vaticinar su venida a los hombres.»
Rústico
dijo:
«Luego, ¿eres cristiano?»
Justino respondió:
«Así es, soy cristiano.»
El prefecto dijo a Justino:
«Escucha, tú que eres tenido por sabio y crees estar en
posesión de la verdad: si eres flagelado y decapitado ¿estás persuadido de que subirás al cielo?»
Justino respondió:
«Espero vivir en la casa del Señor, si sufro tales cosas, pues
sé que, a todos los que hayan vivido rectamente, les está reservado el don de Dios para el fin del mundo.»
El prefecto Rústico dijo:
«Tú, pues, supones que has de subir al cielo, para recibir un
cierto premio merecido.»
Justino respondió:
«No lo supongo, lo sé con certeza.»
El prefecto Rústico dijo:
«Dejemos esto y vayamos a la cuestión que ahora interesa y urge. Poneos de
acuerdo y sacrificad a los dioses.»
Justino dijo:
«Nadie que piense rectamente abandonará la piedad para caer en la impiedad.»
El prefecto Rústico dijo:
«Si no hacéis lo que se os manda,
seréis atormentados sin piedad.»
Justino respondió:
«Nuestro deseo es llegar a la salvación a través de los tormentos sufridos por causa de nuestro Señor Jesucristo, ya que ello será
para nosotros motivo de salvación y de confianza ante el tribunal de nuestro Señor y Salvador, que será universal y más temible que éste.»
Los otros mártires dijeron asimismo:
«Haz lo
que quieras; somos cristianos y no sacrificamos a los ídolos.»
El prefecto Rústico pronunció la sentencia, diciendo:
«Por haberse negado a sacrificar a los dioses y a obedecer las órdenes del
emperador, serán flagelados y decapitados en castigo de su delito y a tenor de lo establecido por la ley.»
Los santos mártires salieron, glorificando a Dios, hacia el lugar acostumbrado y allí fueron decapitados,
coronando así el testimonio de su fe en el Salvador.
RESPONSORIO Cf. Hch 20, 20. 21. 24; Rm 1, 16
R. No he ahorrado medio alguno al insistiros a creer en nuestro Señor Jesús; * a mí no me importa la vida; lo que me importa es completar mi carrera, y cumplir el
encargo que me dio el Señor Jesús: ser testigo del Evangelio, que es la gracia de Dios.
V. No me avergüenzo del Evangelio; es, en verdad, poder de Dios para salvación de todo el que crea, primero de los judíos y luego de los gentiles.
R.
A mí no me importa la vida; lo que me importa es completar mi carrera, y cumplir el encargo que me dio el Señor Jesús: ser testigo del Evangelio, que es la gracia de Dios.
ORACIÓN.
OREMOS,
Dios nuestro, que enseñaste a san Justino a descubrir en la locura de la cruz la incomparable sabiduría de Jesucristo, concédenos, por la intercesión de éste mártir, la gracia de alejar los errores
que nos cercan y de mantenernos siempre firmes en la fe. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén
CONCLUSIÓN
V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.