OFICIO DE LECTURA
INVITATORIO
Si ésta es la primera oración del día:
V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza
Se añade el Salmo del Invitatorio con la siguiente antífona:
 
Ant. Adoremos a Cristo, el Señor, en esta solemnidad de san José.
Si antes se ha rezado ya alguna otra Hora:
 
V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Himno: CUSTODIO PROVIDENTE Y FIEL DEL HIJO
Custodio providente y fiel del Hijo,
amor junto al Amor doquier presente,
silencio del que ve la gloria inmensa
de Dios omnipotente.
Esposo enamorado de la Virgen,
la mente ante el misterio reclinabas,
rosal inmaculado
que florece,
es obra del Señor a quien amabas.
Callada voluntad en Dios perdida,
amor hecho mirada de confianza,
fiel en el trabajo y en la prueba,
provéenos de amor y de esperanza.
Protege la asamblea de
los justos,
reunidos en la fe, cuerpo de Cristo;
sé padre que nos lleve a nuestro Padre,
amor del gran Amor que nos da el Hijo. Amén.
SALMODIA
Ant 1. Un ángel del Señor se apareció en sueños a José, y le dijo: «José, hijo de David, no temas recibir a María como esposa; dará a luz un Hijo y le
llamarás Jesús.»
Salmo 20, 2-8. 14 - ACCIÓN DE GRACIAS POR LA VICTORIA DEL REY.
Señor, el rey se alegra por tu fuerza,
¡y cuánto goza con tu victoria!
Le has concedido el deseo de su corazón,
no le has negado lo que pedían sus labios.
Te adelantaste a bendecirlo con el
éxito,
y has puesto en su cabeza una corona de oro fino.
Te pidió vida, y se la has concedido,
años que se prolongan sin término.
Tu victoria ha engrandecido su fama,
lo has vestido de honor y
majestad.
Le concedes bendiciones incesantes,
lo colmas de gozo en tu presencia;
porque el rey confía en el Señor,
y con la gracia del Altísimo no fracasará.
Levántate, Señor, con tu
fuerza,
y al son de instrumentos cantaremos tu poder.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Un ángel del Señor se apareció en sueños a José, y le dijo: «José, hijo de David, no temas recibir a María como esposa; dará a luz un Hijo y le
llamarás Jesús.»
Ant 2. Al despertar José del sueño, hizo como le había ordenado el ángel del Señor y llevó a María como esposa a su casa.
Salmo 91 - I
Es bueno dar gracias al Señor
y tocar para tu nombre, oh Altísimo,
proclamar por la mañana tu misericordia
y de noche tu fidelidad,
con arpas de diez cuerdas y laúdes
sobre arpegios de
cítaras.
Tus acciones, Señor, son mi alegría,
y mi júbilo, las obras de tus manos.
¡Qué magníficas son tus obras, Señor,
qué profundos tus designios!
El
ignorante no los entiende
ni el necio se da cuenta.
Aunque germinen como hierba los malvados
y florezcan los malhechores,
serán destruidos para siempre.
Tú, en cambio, Señor,
eres excelso por los
siglos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Al despertar José del sueño, hizo como le había ordenado el ángel del Señor y llevó a María como esposa a su casa.
Ant 3. José subió de la ciudad de Nazaret a la ciudad de David que se llama Belén, para empadronarse con María.
Salmo 91 - II
Porque tus enemigos, Señor, perecerán,
los malhechores serán dispersados;
pero a mí me das la fuerza de un búfalo
y me unges con aceite nuevo.
Mis ojos no temerán a mis enemigos,
mis oídos escucharán su derrota.
El justo crecerá como una palmera
y se alzará como un cedro del Líbano:
plantado en la casa del Señor,
crecerá en los atrios de nuestro
Dios;
en la vejez seguirá dando fruto
y estará lozano y frondoso,
para proclamar que el Señor es justo,
que en mi Roca no existe la maldad.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. José subió de la ciudad de Nazaret a la ciudad de David que se llama Belén, para empadronarse con María.
V. El justo florecerá como un lirio.
R. Y se alegrará eternamente ante el Señor.
PRIMERA LECTURA
De la carta a los Hebreos 11, 1-16
LA FE DE LOS ANTIGUOS PADRES
Hermanos: La fe es la firme seguridad de los bienes que se esperan, la plena convicción de las realidades que no se ven. A causa de ella fueron alabados nuestros mayores. Por la fe sabemos que el universo fue formado por la palabra
de Dios, de modo que lo visible ha tenido su origen en una causa invisible.
Por la fe ofreció Abel a Dios un sacrificio más excelente que el de Caín; por ella fue proclamado justo, dando Dios mismo testimonio a favor
de sus ofrendas, y por la fe continúa hablando aun después de su muerte.
Por la fe fue trasladado Henoc sin experimentar la muerte: «No fue hallado más, porque Dios se lo llevó.» Pero antes de ser
trasladado se da testimonio en su favor de que «había sido grato a Dios». Ahora bien, sin la fe es imposible agradar a Dios, pues el que se acerca a Dios debe creer que existe y que es remunerador de los que lo
buscan.
Por la fe, movido de religioso temor, Noé fabrico el arca para salvar a su familia, advertido por Dios de lo que aún no se veía venir; e, igualmente por la fe, condenó al mundo y se hizo heredero de la
justificación que se alcanza por la fe.
Por la fe obedeció Abraham al ser llamado por Dios, saliendo hacia la tierra que había de recibir en herencia, y salió sin saber a dónde iba. Por la fe
peregrinó por la tierra prometida, como en tierra extraña, habitando en tiendas con Isaac y Jacob, coherederos de las mismas promesas, pues esperaba entrar en esa ciudad de sólidos cimientos, cuyo arquitecto y constructor
es el mismo Dios.
Por la fe la misma Sara, a pesar de su avanzada edad, recibió el poder de ser madre, pues tuvo fe en aquel que se lo había prometido. Y, por esto mismo, de un solo hombre, ya incapaz de transmitir la vida,
nacieron hijos, «numerosos como las estrellas del cielo, incontables como las arenas del mar».
En la fe murieron todos ellos, sin haber alcanzado la realización de las promesas, pero las vieron desde lejos y las
saludaron, reconociendo que eran «forasteros y peregrinos sobre la tierra». En verdad que quienes así se expresan dan a entender claramente que van en busca de una patria, pues, si hubiesen pensado en aquella de la que
habían salido, ocasiones tuvieron para volver a ella. Pero ellos aspiraban a una patria mejor, es decir, a la celestial. Por eso Dios no se desdeña de llamarse su Dios, pues les tenía ya preparada una ciudad.
RESPONSORIO Rm 4, 20. 22; St 2, 22
R. No lo hizo vacilar la incredulidad ante la promesa de Dios, sino que, fortalecido por la fe, dio gloria a Dios; * por lo cual Dios se lo tomó como justificación.
V. La fe cooperaba con sus obras, y por sus obras su fe alcanzó la plenitud.
R. Por lo cual Dios se lo tomó como justificación.
SEGUNDA LECTURA
De los Sermones de san Bernardino de Siena, presbítero
(Sermón 2, Sobre san José: Opera 7, 16. 27-30)
FIEL CUIDADOR Y GUARDIÁN
Es norma general de todas las gracias especiales comunicadas a cualquier creatura racional que, cuando la gracia divina elige a alguien para algún oficio especial o algún estado muy elevado, otorga todos los carismas que son
necesarios a aquella persona así elegida, y que la adornan con profusión.
Ello se realizó de un modo eminente en la persona de san José, que hizo las veces de padre de nuestro Señor Jesucristo y que fue
verdadero esposo de la Reina del mundo y Señora de los ángeles, que fue elegido por el Padre eterno como fiel cuidador y guardián de sus más preciados tesoros, a saber, de su Hijo y de su esposa; cargo que él
cumplió con absoluta fidelidad. Por esto el Señor le dice: Bien, siervo bueno y fiel, pasa al banquete de tu Señor.
Si miramos la relación que tiene José con toda la Iglesia, ¿no es éste
el hombre especialmente elegido, por el cual y bajo el cual Cristo fue introducido en el mundo de un modo regular y honesto? Por tanto, si toda la Iglesia está en deuda con la Virgen Madre, ya que por medio de ella recibió a
Cristo, de modo semejante le debe a san José, después de ella, una especial gratitud y reverencia.
Él, en efecto, cierra el antiguo Testamento, ya que en él la dignidad patriarcal y profética alcanza el
fruto prometido. Además, él es el único que poseyó corporalmente lo que la condescendencia divina había prometido a los patriarcas y a los profetas.
Hemos de suponer, sin duda alguna, que aquella misma
familiaridad, respeto y altísima dignidad que Cristo tributó a José mientras vivía aquí en la tierra, como un hijo con su padre, no se la ha negado en el cielo; al contrario, la ha colmado y
consumado.
Por esto, no sin razón añade el Señor: Pasa al banquete de tu Señor. Pues, aunque el gozo festivo de la felicidad eterna entra en el corazón del hombre, el Señor prefirió
decirle: Pasa al banquete, para insinuar de un modo misterioso que este gozo festivo no sólo se halla dentro de él, sino que lo rodea y absorbe por todas partes, y que está sumergido en él como en un abismo
infinito.
Acuérdate, pues, de nosotros, bienaventurado José, e intercede con tus oraciones ante tu Hijo; haz también que sea propicia a nosotros la santísima Virgen, tu esposa, que es madre de aquel que con el
Padre y el Espíritu Santo vive y reina por siglos infinitos. Amén.
RESPONSORIO
R. Dios me constituyó como padre del rey y como señor de toda su casa; * me elevó para hacer llegar la salvación a muchos pueblos.
V. El Señor ha sido el auxilio y refugio que me ha salvado.
R.
Me elevó para hacer llegar la salvación a muchos pueblos.
ORACIÓN.
OREMOS,
Dios todopoderoso, que, en los albores del nuevo Testamento, encomendaste a san José los misterios de nuestra salvación, haz que ahora tu Iglesia, sostenida por la intercesión del esposo de María, lleve a su pleno
cumplimiento la obra de la salvación de los hombres. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén
CONCLUSIÓN
V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.