OFICIO DE LECTURA
INVITATORIO
Si ésta es la primera oración del día:
V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza
Se añade el Salmo del Invitatorio con la siguiente antífona:
 
Ant. Entrad en la presencia del Señor con aclamaciones.
Si antes se ha rezado ya alguna otra Hora:
 
V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Himno: SEÑOR, ¿A QUIÉN IREMOS?
Señor, ¿a quién iremos,
si tú eres la Palabra?
A la voz de tu aliento
se estremeció la nada;
la hermosura brilló
y amaneció la gracia.
Señor, ¿a
quién iremos,
si tu voz no nos habla?
Nos hablas en las voces
de tu voz semejanza:
en los goces pequeños
y en las angustias largas.
Señor, ¿a quién iremos,
si tú eres la
Palabra?
En los silencios íntimos
donde se siente el alma,
tu clara voz creadora
despierta la nostalgia.
¿A quién iremos, Verbo,
entre tantas palabras?
Al golpe de la vida,
perdemos la
esperanza;
hemos roto el camino
y el roce de tu planta.
¿A dónde iremos, dinos,
Señor, si no nos hablas?
¡Verbo del Padre, Verbo
de todas las mañanas,
de las tardes serenas,
de
las noches cansadas!
¿A dónde iremos, Verbo,
si tú eres la Palabra? Amén.
SALMODIA
Ant 1. No fue su brazo el que les dio la victoria, sino tu diestra y la luz de tu rostro.
Salmo 43 I ORACIÓN DEL PUEBLO DE DIOS QUE SUFRE ENTREGADO A SUS ENEMIGOS
¡Oh Dios!, nuestros oídos lo oyeron,
nuestros padres nos lo han contado:
la obra que realizaste en sus días,
en los años remotos.
Tú mismo, con tu mano, desposeíste a los gentiles,
y
los plantaste a ellos;
trituraste a las naciones,
y los hiciste crecer a ellos.
Porque no fue su espada la que ocupó la tierra,
ni su brazo el que les dio la victoria;
sino tu diestra y tu brazo y la luz de tu rostro,
porque
tú los amabas.
Mi rey y mi Dios eres tú,
que das la victoria a Jacob:
con tu auxilio embestimos al enemigo,
en tu nombre pisoteamos al agresor.
Pues yo no confío en mi arco,
ni mi espada me da la
victoria;
tú nos das la victoria sobre el enemigo
y derrotas a nuestros adversarios.
Dios ha sido siempre nuestro orgullo,
y siempre damos gracias a tu nombre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. No fue su brazo el que les dio la victoria, sino tu diestra y la luz de tu rostro.
Ant 2. No apartará el Señor su rostro de vosotros, si os convertís a él.
Salmo 43 II
Ahora, en cambio, nos rechazas y nos avergüenzas,
y ya no sales, Señor, con nuestras tropas:
nos haces retroceder ante el enemigo,
y nuestro adversario nos saquea.
Nos entregas como ovejas a la matanza
y nos
has dispersado por las naciones;
vendes a tu pueblo por nada,
no lo tasas muy alto.
Nos haces el escarnio de nuestros vecinos,
irrisión y burla de los que nos rodean;
nos has hecho el refrán de los gentiles,
nos
hacen muecas las naciones.
Tengo siempre delante mi deshonra,
y la vergüenza me cubre la cara
al oír insultos e injurias,
al ver a mi rival y a mi enemigo.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. No apartará el Señor su rostro de vosotros, si os convertís a él.
Ant 3. Levántate, Señor, no nos rechaces más.
Salmo 43 III
Todo esto nos viene encima,
sin haberte olvidado
ni haber violado tu alianza,
sin que se volviera atrás nuestro corazón
ni se desviaran de tu camino nuestros pasos;
y tú nos arrojaste a un lugar de
chacales
y nos cubriste de tinieblas.
Si hubiéramos olvidado el nombre de nuestro Dios
y extendido las manos a un dios extraño,
el Señor lo habría averiguado,
pues él penetra los secretos
del corazón.
Por tu causa nos degüellan cada día,
nos tratan como a ovejas de matanza.
Despierta, Señor, ¿por qué duermes?
Levántate, no nos rechaces más.
¿Por
qué nos escondes tu rostro
y olvidas nuestra desgracia y opresión?
Nuestro aliento se hunde en el polvo,
nuestro vientre está pegado al suelo.
Levántate a socorrernos,
redímenos por tu
misericordia.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Levántate, Señor, no nos rechaces más.
V. Haz brillar tu rostro, Señor, sobre tu siervo.
R. Enséñame tus leyes.
PRIMERA LECTURA
De la segunda carta a los Corintios 11, 7-29
CONTRA LOS FALSOS APÓSTOLES
Hermanos: ¿Acaso he cometido alguna falta por el hecho de haberme abajado para encumbraros a vosotros, anunciándoos gratuitamente el Evangelio de Dios? Despojé a otras Iglesias recibiendo de ellas con qué vivir,
para poder serviros a vosotros; y estando entre vosotros, y necesitado, no fui gravoso a nadie; fueron los hermanos llegados de Macedonia quienes remediaron mis necesidades. Y en todas las cosas me guardé y me guardaré bien de
seros gravoso. Por la verdad de Cristo que en mí reside: no se verá coartada esta gloria en las regiones de Acaya. Y ¿por qué? ¿Porque no os amo? Bien sabe Dios que sí os amo.
Pues bien, tal como
ahora lo hago, lo continuaré haciendo. Así cortaré toda ocasión a los que bien quisieran tener una de poder ser como nosotros en el apostolado de que se glorían. Esos tales son falsos apóstoles,
saboteadores, que se disfrazan de apóstoles de Cristo. Y no es maravilla, cuando el mismo Satanás se disfraza de ángel de luz. Por consiguiente, no es mucho que sus ministros se disfracen también de ministros de la
justificación. Pero su fin corresponderá a sus obras.
Una vez más os digo: no penséis que soy un fatuo. Con todo, aceptadme como tal, y permitidme que me gloríe un poco. Lo que voy a decir no lo voy a
decir según el espíritu del Señor, sino como si desvariase por motivos de vanagloria. Ya que muchos se jactan a lo humano, también yo me voy a jactar. Realmente, ¡con qué gusto soportáis a los
tontos, siendo vosotros tan sensatos! Porque aguantáis que esa gente os esclavice, os devore, os explote, os humille y os abofetee en el rostro. Con pena lo digo, pues tal parece que nuestro comportamiento para con vosotros ha sido
débil.
Pero de todo cuanto alguien quisiera alardear (hablo como hablaría un fatuo) me atrevería yo también a jactarme. ¿Que son hebreos? También yo. ¿Que son israelitas? También
yo. ¿Descendientes de Abraham? También yo. ¿Que son ministros de Cristo? Voy a decir una locura: ¡Mucho más lo soy yo! Los supero en trabajos, en encarcelamientos, en muchísimos más azotes; por
tantísimas veces que he estado en peligro de muerte.
Cinco veces recibí de los judíos los cuarenta azotes menos uno. Tres veces fui golpeado con varas. Una vez fui apedreado. Tres veces sufrí naufragio. Un
día y una noche los pasé entre las olas. He vivido en un continuo peregrinar, con peligros en los ríos, peligros de bandidos, peligros de parte de los de mi raza, peligros de parte de los paganos, peligros en las ciudades,
peligros en el desierto, peligros en el mar, peligros de parte de falsos hermanos; con trabajos y fatigas, con muchas noches sin dormir, con hambre y con sed, con ayunos frecuentes, con frío y sin ropa.
Y, además de muchas
otras cosas, la responsabilidad que pesa sobre mí diariamente, mi preocupación por todas las Iglesias. ¿Quién sufre angustias sin que yo las comparta? ¿Quién es impugnado por el enemigo sin que
esté yo en ascuas?
RESPONSORIO Ga 1, 11. 12; cf. 2Co 11, 10. 7
R. El Evangelio anunciado por mí no es cosa humana; * y no lo recibí de hombre alguno, sino por revelación de Jesucristo.
V. Por la verdad de Cristo que en mí reside, os aseguro que os he anunciado el Evangelio de Dios.
R. Y no lo recibí de hombre alguno, sino por revelación de Jesucristo.
SEGUNDA LECTURA
Del Tratado de san Ambrosio, obispo, Sobre los misterios,
(Núms. 29-30. 34-35. 37. 42: SC 25 bis, 172-178)
CATEQUESIS DE LOS RITOS QUE SIGUEN AL BAUTISMO
Al salir de la piscina bautismal fuiste al sacerdote. Considera lo que vino a continuación. Es lo que dice el salmista: Es ungüento precioso en la cabeza, que va bajando por la barba, que baja por la barba de Aarón. Es
el ungüento del que
dice el Cantar de los cantares: Es tu nombre un ungüento cuyo perfume se difunde; por eso te aman las doncellas. ¡Cuántas son hoy las almas renovadas que, llenas de amor a ti, Señor Jesús, te dicen:
Arrástranos tras de ti; correremos tras el
olor de tus vestidos, atraídas por el olor de tu resurrección!
Esfuérzate en penetrar el significado de este rito, porque el sabio tiene sus ojos en la frente. Este ungüento va bajando por la barba, esto es, por tu juventud renovada, y por la barba de Aarón, porque te convierte en
linaje escogido,
sacerdotal, precioso. Todos, en efecto, somos ungidos por la gracia del Espíritu para ser miembros del reino de Dios y formar parte de su sacerdocio.
Después de esto, recibiste la vestidura blanca como señal de que te habías despojado de la envoltura del pecado y te habías vestido con la casta ropa de la inocencia, de conformidad con lo que dice el salmista:
Rocíame con el hisopo: quedaré
limpio; lávame: quedaré más blanco que la nieve. En efecto, tanto la ley antigua como el Evangelio aluden a la limpieza espiritual del que ha sido bautizado: la ley antigua, porque Moisés roció con la sangre
del cordero sirviéndose de un ramo
de hisopo, el Evangelio, porque las vestiduras de Cristo eran blancas como la nieve, cuando mostró la gloria de su resurrección. Aquel a quien se le perdonan los pecados queda más blanco que la nieve. Por esto dice el
Señor por boca de
Isaías: Aunque vuestros pecados sean como la grana, blanquearán como la nieve.
La Iglesia, engalanada con estas vestiduras gracias al baño de regeneración, dice con palabras del Cantar de los cantares: Soy negra pero hermosa, hijas de Jerusalén. Negra por la fragilidad de su condición humana,
hermosa por la gracia; negra
porque consta de hombres pecadores, hermosa por el sacramento de la fe. Las hijas de Jerusalén, estupefactas al ver estas vestiduras, dicen: «¿Quién es ésta que sube resplandeciente de blancura? Antes era
negra, ¿de
dónde esta repentina blancura?»
Y Cristo, al contemplar a su Iglesia con blancas vestiduras —él, que por su amor tomó unas sórdidas vestiduras, como dice el libro del profeta Zacarías—, al contemplar al alma limpia y lavada por el
baño de
regeneración, dice: ¡Qué hermosa
eres, amada mía, qué hermosa eres! Tus ojos son como palomas, bajo cuya apariencia bajó del cielo el Espíritu Santo.
Recuerda, pues, que has recibido el sello del Espíritu, espíritu de sabiduría y de inteligencia, espíritu de consejo y de fortaleza, espíritu de ciencia y de piedad, espíritu del santo temor, y
conserva lo que has recibido. Dios Padre te ha
sellado, Cristo el Señor te ha confirmado y ha puesto en tu corazón, como prenda suya, el Espíritu, como te enseña el Apóstol.
RESPONSORIO Ef 1, 13-14; 2Co 1, 21-22
R. Al abrazar la fe, habéis sido sellados con el sello del Espíritu Santo prometido, prenda de nuestra herencia, * para la redención del pueblo que Dios
adquirió para sí.
V. Dios nos ha ungido, él nos ha sellado, y ha puesto en nuestros corazones, como prenda suya, el Espíritu.
R.
Para la redención del pueblo que Dios adquirió para sí.
ORACIÓN.
OREMOS,
Dirige, Señor, la marcha del mundo, según tu voluntad, por los caminos de la paz, y que tu Iglesia se regocije con la alegría de tu servicio. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del
Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén
CONCLUSIÓN
V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.