OFICIO DE LECTURA
Si el Oficio de Lectura es la primera oración del día:
V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza
Se añade el Salmo del Invitatorio con la siguiente antífona:
 
Ant. Venid, adoremos al Señor, rey de las vírgenes. Aleluya.
Si antes del Oficio de lectura se ha rezado ya alguna otra Hora:
 
V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Himno: ESTA MUJER NO QUISO
Esta mujer no quiso
tomar varón ni darle su ternura,
selló su compromiso
con otro amor que dura
sobre el amor de toda criatura.
Y tanto se apresura
a zaga de la huella del Amado,
que en él se
transfigura,
y el cuerpo anonadado
ya está por el amor resucitado.
Aquí la Iglesia canta
la condición futura de la historia,
y el cuerpo se adelanta
en esta humilde gloria
a la consumación
de su victoria.
Mirad los regocijos
de la que por estéril sollozaba
y se llenó de hijos,
porque el Señor miraba
la pequeñez humilde de su esclava. Amén.
SALMODIA
Ant 1. Encomienda tu camino al Señor, y él actuará. Aleluya.
Salmo 36 I - LA VERDADERA Y LA FALSA FELICIDAD
No te exasperes por los malvados,
no envidies a los que obran el mal:
se secarán pronto, como la hierba,
como el césped verde se agostarán.
Confía en el Señor y haz el bien,
habita tu
tierra y practica la lealtad;
sea el Señor tu delicia,
y él te dará lo que pide tu corazón.
Encomienda tu camino al Señor,
confía en él, y él actuará:
hará
brillar tu justicia como el amanecer;
tu derecho, como el mediodía.
Descansa en el Señor y espera en él,
no te exasperes por el hombre que triunfa
empleando la intriga:
cohíbe la ira, reprime
el coraje,
no te exasperes, no sea que obres mal;
porque los que obran mal son excluidos,
pero los que esperan en el Señor poseerán la tierra.
Aguarda un momento: desapareció el malvado,
fíjate en
su sitio: ya no está;
en cambio, los sufridos poseen la tierra
y disfrutan de paz abundante.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Encomienda tu camino al Señor, y él actuará. Aleluya.
Ant 2. Apártate del mal y haz el bien; al honrado lo sostiene el Señor. Aleluya.
Salmo 36 II
El malvado intriga contra el justo,
rechina sus dientes contra él;
pero el Señor se ríe de él,
porque ve que le llega su hora.
Los malvados desenvainan la espada,
asestan el arco,
para
abatir a pobres y humildes,
para asesinar a los honrados;
pero su espada les atravesará el corazón,
sus arcos se romperán.
Mejor es ser honrado con poco
que ser malvado en la opulencia;
pues al
malvado se le romperán los brazos,
pero al honrado lo sostiene el Señor.
El Señor vela por los días de los buenos,
y su herencia durará siempre;
no se agostarán en tiempo de
sequía,
en tiempo de hambre se saciarán;
pero los malvados perecerán,
los enemigos del Señor
se marchitarán como la belleza de un prado,
en humo se disiparán.
El malvado pide
prestado y no devuelve,
el justo se compadece y perdona.
Los que el Señor bendice poseen la tierra,
los que él maldice son excluidos.
El Señor asegura los pasos del hombre,
se complace en sus caminos;
si
tropieza, no caerá,
porque el Señor lo tiene de la mano.
Fui joven, ya soy viejo:
nunca he visto a un justo abandonado,
ni a su linaje mendigando el pan.
A diario se compadece y da prestado;
bendita
será su descendencia.
Apártate del mal y haz el bien,
y siempre tendrás una casa;
porque el Señor ama la justicia
y no abandona a sus fieles.
Los inicuos son exterminados,
la estirpe de los
malvados se extinguirá;
pero los justos poseen la tierra,
la habitarán por siempre jamás.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Apártate del mal y haz el bien; al honrado lo sostiene el Señor. Aleluya.
Ant 3. Confía en el Señor y sigue su camino. Aleluya.
Salmo 36 III
La boca del justo expone la sabiduría,
su lengua explica el derecho;
porque lleva en el corazón la ley de su Dios,
y sus pasos no vacilan.
El malvado espía al justo
e intenta darle muerte;
pero el
Señor no lo entrega en sus manos,
no deja que lo condenen en el juicio.
Confía en el Señor, sigue su camino;
él te levantará a poseer la tierra,
y verás la expulsión de los
malvados.
Vi a un malvado que se jactaba,
que prosperaba como un cedro frondoso;
volví a pasar, y ya no estaba;
lo busqué, y no lo encontré.
Observa al honrado, fíjate en el bueno:
su
porvenir es la paz;
los impíos serán totalmente aniquilados,
el porvenir de los malvados quedará truncado.
El Señor es quien salva a los justos,
él es su alcázar en el peligro;
el
Señor los protege y los libra,
los libra de los malvados y los salva,
porque se acogen a él.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Confía en el Señor y sigue su camino. Aleluya.
V. Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere. Aleluya.
R. La muerte no tiene ya poder sobre él. Aleluya.
PRIMERA LECTURA
Del libro del Apocalipsis 2, 1-11
EXHORTACIÓN A LAS IGLESIAS DE ÉFESO Y ESMIRNA
Yo, Juan, oí que el Señor me decía:
«Escribe al ángel de la Iglesia de Éfeso:
“Esto dice el que tiene en su diestra las siete estrellas y el que
anda en medio de los siete candelabros de oro: Conozco tus obras, tus
trabajos, tu constancia en esperarme; sé que no puedes tolerar a
los malos, que pusiste a prueba y hallaste mentirosos a los que se les
dice apóstoles y no lo son; que eres constante en esperar y que,
por mi nombre, has padecido sin desfallecer. Pero tengo algo contra
tí: Que has perdido tu amor primero. Recuerda, pues, de qué
altura has caído, y arrepiéntete y vuelve a tu conducta
anterior. Si no, yo iré a tí, y removeré tu
candelabro de su sitio, sino te arrepientes. Tienes a tu favor que
aborreces las obras de los nicolaítas, que aborrezco yo
también.
El que tenga oídos oiga lo que el Espíritu dice a las
Iglesias: Al vencedor le daré a comer del árbol de la vida,
que está en el paraíso de Dios.”
Y al ángel de la Iglesia de Esmirna escribe:
“Esto dice el primero y el último, el que estaba muerto y
revivió: Conozco tu tribulación y tu pobreza; aunque eres
rico. Conozco las injurias que contra ti profieren quienes a sí
mismo se llaman judíos y no lo son, sino que son una sinagoga de
Satanás. No temas por lo que vas a sufrir: el Diablo va a meter a
algunos de vosotros en la cárcel para que seáis tentados,
y sufriréis una tribulación de diez días. Mantente
fiel hasta la muerte y te daré la corona de la vida.
El que tenga oídos oiga lo que el Espíritu dice a las
Iglesias: El vencedor no sufrirá daño de la muerte
segunda. ”»
RESPONSORIO Ap 2, 10b. 11b; Sir 4, 33
R. Mantente fiel hasta la muerte y te
daré la corona de la vida * El vencedor no sufrirá
daño de la muerte segunda. Aleluya.
V. Hasta la muerte lucha por la justicia,
y el Señor peleará a tu favor.
R. El vencedor no sufrirá
daño de la muerte segunda. Aleluya.
SEGUNDA LECTURA
Del Diálogo de santa Catalina de Siena, virgen, Sobre la divina providencia
(Cap. 167, Acción de gracias a la Santísima Trinidad: edición latina, Ingolstadt 1583, ff. 290v-291)
GUSTÉ Y VÍ
¡Oh Divinidad eterna, oh eterna Trinidad, que por la unión con tu divina naturaleza hiciste de tan gran precio la sangre de tu Hijo unigénito! Tú, Trinidad eterna, eres como un mar profundo, en el que cuanto
más busco más encuentro, y cuanto más encuentro más te busco. Tú sacias el alma de una manera en cierto modo insaciable, ya que siempre queda con hambre y apetito, deseando con avidez que tu luz nos haga ver
la luz, que eres tú misma.
Gusté y vi con la luz de mi inteligencia, ilustrada con tu luz, tu profundidad insondable, Trinidad eterna, y la belleza de tus creaturas: por esto, introduciéndome en ti, vi que era
imagen tuya, y esto por un don que tú me has hecho, Padre eterno, don que procede de tu poder y de tu sabiduría, sabiduría que es atribuida por apropiación a tu Unigénito y el Espíritu Santo, que
procede de ti, Padre, y de tu Hijo, me dio una voluntad capaz de amar.
Porque tú, Trinidad eterna, eres el hacedor, y yo la hechura: por esto he conocido con la luz que tú me has dado, al contemplar cómo me has
creado de nuevo por la sangre del Hijo único, que estás enamorado de la belleza de tu hechura.
¡Oh abismo, oh Trinidad eterna, oh Divinidad, oh mar profundo!: ¿qué don más grande podías
otorgarme que el de ti mismo? Tú eres el fuego que arde constantemente sin consumirse; tú eres quien consumes con tu calor todo amor del alma a sí misma. Tú eres, además, el fuego que aleja toda frialdad, e
iluminas las mentes con tu luz, esta luz con la que me has dado a conocer tu verdad.
En esta luz, como en un espejo, te veo reflejado a ti, sumo bien, bien sobre todo bien, bien dichoso, bien incomprensible, bien inestimable, belleza
sobre toda belleza, sabiduría sobre toda sabiduría: porque tú eres la misma sabiduría, tú el manjar de los ángeles, que por tu gran amor te has comunicado a los hombres.
Tú eres la
vestidura que cubre mi desnudez, tú sacias nuestra hambre con tu dulzura, porque eres dulce sin mezcla de amargor, ¡oh Trinidad eterna!
RESPONSORIO Cf. Ct 5, 2
R. Ábreme, hermana mía, que has llegado a ser coheredera de mi reino; amada mía, que has llegado a conocer los profundos misterios de mi verdad; * tú has
sido enriquecida con la donación de mi Espíritu, tú has sido purificada de toda mancha con mi sangre. Aleluya.
V. Sal del reposo de la contemplación y consagra tu vida a dar testimonio de mi verdad.
R.
Tú has sido enriquecida con la donación de mi Espíritu, tú has sido purificada de toda mancha con mi sangre. Aleluya.
ORACIÓN.
OREMOS,
Señor Dios nuestro, que diste a santa Catalina de Siena el don de entregarse con amor a la contemplación de la pasión de Cristo y al servicio de la Iglesia, haz que, por su intercesión, el pueblo cristiano viva
siempre unido al misterio de Cristo, para que pueda rebosar de gozo cuando se manifieste su gloria. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de
los siglos.
Amén
CONCLUSIÓN
V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.