OFICIO DE LECTURA
INVITATORIO
Si ésta es la primera oración del día:
V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza
Se añade el Salmo del Invitatorio con la siguiente antífona:
 
Ant. El Señor está cerca, venid adorémosle.
Si antes se ha rezado ya alguna otra Hora:
 
V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Himno: ALEGRÍA DE NIEVE
Alegría de nieve
por los caminos.
Todo espera la gracia
del Bien Nacido.
Miserables los hombres,
dura la tierra.
Cuanta más nieve cae,
más cielo cerca.
La tierra tan dormida
ya se
despierta.
Y hasta el hombre más muerto
se despereza.
Ya los montes se allanan
y las colinas,
y el corazón del hombre
vuelve a la vida.
Gloria al Padre y al Hijo,
gloria al Espíritu,
que
han mirado a la tierra
compadecidos. Amén.
SALMODIA
Ant 1. Que bueno es el Dios de Israel para los justos.
Salmo 72 I - POR QUÉ SUFRE EL JUSTO
¡Qué bueno es Dios para el justo,
el Señor para los limpios de corazón!
Pero yo por poco doy un mal paso,
casi resbalaron mis pisadas:
porque envidiaba a los perversos,
viendo prosperar a los
malvados.
Para ellos no hay sinsabores,
están sanos y engreídos;
no pasan las fatigas humanas
ni sufren como los demás.
Por eso su collar es el orgullo,
y los cubre un vestido de violencia;
de
las carnes les rezuma la maldad,
el corazón les rebosa de malas ideas.
Insultan y hablan mal,
y desde lo alto amenazan con la opresión.
Su boca se atreve con el cielo,
y su lengua recorre la tierra.
Por
eso mi pueblo se vuelve a ellos
y se bebe sus palabras.
Ellos dicen: «¿Es que Dios lo va a saber,
se va a enterar el Altísimo?»
Así son los malvados:
siempre seguros, acumulan riquezas.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Que bueno es el Dios de Israel para los justos.
Ant 2. Su risa se convertirá en llanto, y su alegría en tristeza.
Salmo 72 II
Entonces, ¿para qué he limpiado yo mi corazón
y he lavado en la inocencia mis manos?
¿Para qué aguanto yo todo el día
y me corrijo cada mañana?
Si yo dijera: «Voy a
hablar como ellos»,
renegaría de la estirpe de tus hijos.
Meditaba yo para entenderlo,
pero me resultaba muy difícil;
hasta que entré en el misterio de Dios,
y comprendí el destino de ellos.
Es
verdad: los pones en el resbaladero,
los precipitas en la ruina;
en un momento causan horror,
y acaban consumidos de espanto.
Como un sueño al despertar, Señor,
al despertarte desprecias sus sombras.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Su risa se convertirá en llanto, y su alegría en tristeza.
Ant 3. Para mí lo bueno es estar junto a Dios, pues los que se alejan de ti se pierden.
Salmo 72 III
Cuando mi corazón se agriaba
y me punzaba mi interior,
yo era un necio y un ignorante,
yo era un animal ante ti.
Pero yo siempre estaré contigo,
tú tomas mi mano derecha,
me guías
según tus planes,
y me llevas a un destino glorioso.
¿No te tengo a ti en el cielo?;
y contigo, ¿qué me importa la tierra?
Se consumen mi corazón y mi carne
por Dios, mi herencia eterna.
Sí:
los que se alejan de ti se pierden;
tú destruyes a los que te son infieles.
Para mí lo bueno es estar junto a Dios,
hacer del Señor mi refugio,
y proclamar todas tus acciones
en las puertas de
Sión.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Para mí lo bueno es estar junto a Dios, pues los que se alejan de ti se pierden.
V. Escuchad, naciones, la palabra del Señor.
R. Y proclamadla en todos los confines de la tierra.
PRIMERA LECTURA
Del libro del profeta Isaías 49, 14—50, 1
RESTAURACIÓN DE SIÓN
Dice Sión:
«El Señor me ha abandonado, el Señor me ha olvidado.»
«¿Puede una madre olvidarse de su criatura, dejar de querer al hijo de sus entrañas? Pues, aunque ella se
olvide, yo no te olvidaré.
Mira, en mis palmas te llevo tatuada, tus muros están siempre ante mí; ya se aprestan los que van a reconstruirte, y se van los que te demolían y asolaban.
Levanta los ojos
en torno y mira: todos se reúnen para venir a ti; por mi vida —oráculo del Señor—, a todos los llevarás como vestido precioso, serán tu cinturón de novia. Porque tus ruinas, tus escombros,
tu país desolado resultarán estrechos para tus habitantes, mientras se alejarán los que te devoraban. Los hijos que dabas por perdidos te dirán otra vez: "Mi lugar es estrecho, hazme sitio para habitar." Y tú
dirás en tu corazón: "¿Quién me ha engendrado a éstos? Pues yo había quedado sin hijos y estéril ¿Quién me los ha criado? Yo había quedado sola, éstos ¿de
dónde han venido?"»
Así dice el Señor:
«Mira, con la mano hago seña a las naciones, alzo mi estandarte para los pueblos: traerán a tus hijos en brazos, a tus hijas las traerán
en hombros. Sus reyes serán tus ayos, y sus princesas tus nodrizas; se postrarán ante ti, rostro en tierra, y besarán el polvo de tus pies. Sabrás entonces que yo soy el Señor, que no defraudo a los que
esperan en mí.»
Así dice el Señor:
«¿Se le puede quitar la presa a un valiente? ¿Se le escapa a un guerrero su cautivo? Sí —dice el Señor—, se le
arrebatará su presa al valiente, se le escapará al guerrero su cautivo; yo mismo defenderé tu causa, yo mismo salvaré a tus hijos.
Haré a tus opresores comerse su propia carne, se embriagarán de
su sangre como de vino; y sabrá todo el mundo que yo soy el Señor, tu Salvador, y que tu redentor es el Héroe de Jacob.»
Así dice el Señor:
«¿Dónde está la carta
de divorcio de vuestra madre, a quien repudié?, o ¿a cuál de mis acreedores os vendí? Mirad: si fuisteis vendidos, fue por vuestras culpas; si vuestra madre fue repudiada, fue por vuestros crímenes.»
RESPONSORIO Is 49, 15; cf. Sal 26, 10
R. ¿Puede una madre olvidarse de su criatura, dejar de querer al hijo de sus entrañas? * Pues, aunque ella se olvide, yo no te olvidaré.
V. Si mi padre y mi madre me abandonan, tú, Señor, me recogerás.
R. Pues, aunque ella se olvide, yo no te olvidaré.
SEGUNDA LECTURA
Del Comentario de san Beda el Venerable, presbítero, sobre el evangelio de san Lucas
(Libro 1, 46-55: CCL 120, 37-39)
MAGNIFICAT
María dijo: «Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios mi salvador.»
«El Señor —dice— me ha engrandecido con un don tan magnífico e
inaudito que no se puede explicar con palabras humanas, y el mismo corazón con todo su amor apenas puede llegar a comprenderlo. Por lo tanto, me entrego con todas mis fuerzas a la alabanza y a la acción de gracias, contemplando
la grandeza de aquel que es eterno, y gustosamente le consagro mi vida, sentimientos y pensamientos, porque mi espíritu se alegra en la divinidad eterna de Jesús, es decir, del Salvador, que se ha revestido de mi carne y reposa
en mi seno.»
Porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo.
Estas palabras se relacionan con el comienzo del cántico, donde se dice: Proclama mi alma la grandeza del Señor. Sin
duda que sólo aquel en quien el Poderoso hace obras grandes sabrá proclamar dignamente la grandeza del Señor y podrá exhortar a los que, como él, se sienten enriquecidos por Dios, diciendo: Proclamad conmigo
la grandeza del Señor, ensalcemos juntos su nombre.
Pues el que no proclama la grandeza del Señor, sabiendo que es infinita, y no bendice su nombre será el último en el reino de los cielos. Se dice que su
nombre es santo porque, por su inmenso poder, trasciende toda creatura y está infinitamente por encima de todas las cosas creadas.
Auxilia a Israel su siervo, acordándose de su misericordia. Con toda propiedad el
cántico llama siervo o niño del Señor a Israel, pues, para salvarlo, Dios lo acogió como se acoge a un niño obediente y humilde, según aquello que dice Oseas: Cuando Israel era un niño yo lo
amé.
Porque quien no quiere humillarse no puede tampoco ser salvado ni decir con el profeta: Dios es mi auxilio, el Señor sostiene mi vida, pues, el que se haga pequeño tal como este niño será el
más grande en el reino de los cielos.
Como lo había prometido a nuestros padres, en favor de Abraham y su descendencia por siempre.
Al hablar aquí de la descendencia de Abraham no se refiere a la descendencia
según la carne, sino según el espíritu, es decir, no sólo habla de aquellos que han sido engendrados según la carne, sino también de todos aquellos que han seguido los pasos de Abraham por medio de la
circuncisión de la fe. Porque Abraham creyó cuando estaba en la circuncisión y, ya entonces, su fe le fue tenida en cuenta para la justificación.
Por lo tanto la venida del Salvador fue prometida a Abraham y
a su descendencia por siempre, es decir, a los hijos de la promesa, de quienes se dice: Si sois de Cristo sois por lo mismo descendencia de Abraham, herederos según la promesa.
Con razón la madre del Señor y la
madre de Juan se adelantaron con sus respectivas profecías al nacimiento de sus hijos; con ello, de la misma forma que el pecado comenzó por la mujer, también por la mujer se inicia la salvación, y la vida, que fue
perdida por el engaño que sedujo a una sola mujer, es ahora devuelta al mundo por la profecía de dos mujeres que compiten en su empeño por anunciar la salvación.
RESPONSORIO Lc 1, 48-50
R. Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, * porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo.
V. y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación.
R.
Porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo.
ORACIÓN.
OREMOS,
Dios nuestro, que, compadecido del hombre caído y sentenciado a muerte, quisiste redimirlo con la venida de tu Hijo, concede a los que en esta Navidad han de postrarse ante él con humildad, para adorarlo hecho niño en
Belén, que merezcan gozar eternamente de la compañía de su redentor. Él, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén
CONCLUSIÓN
V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.