OFICIO DE LECTURA
INVITATORIO
Si ésta es la primera oración del día:
V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza
Se añade el Salmo del Invitatorio con la siguiente antífona:
 
Ant. A Cristo, que por nosotros ha nacido, venid, adorémosle.
Si antes se ha rezado ya alguna otra Hora:
 
V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Himno: NACISTE DEL PADRE, SIN PRINCIPIO
Naciste del Padre, sin principio,
antes que la luz resplandeciera;
del seno sin mancha de María
surges como luz en las tinieblas.
Los pobres acuden a adorarte,
solos, ellos velan en la noche,
sintiendo
admirados en tu llanto
la voz del pastor de los pastores.
El mundo se alegra en este día,
gozan los patriarcas, los profetas;
la flor ha nacido de la rama,
flor que ha perfumado nuestra Iglesia.
Los
ángeles cantan hoy tu gloria,
Padre, que enviaste a Jesucristo;
unimos con ellos nuestras voces,
oye, bondadoso, nuestros himnos. Amén.
SALMODIA
Ant 1. Cantad al Señor y meditad sus maravillas.
Salmo 104 I - LA HISTORIA DE LA SALVACIÓN REALIZA LAS PROMESAS HECHAS POR DIOS A ABRAHAM
Dad gracias al Señor, invocad su nombre,
dad a conocer sus hazañas a los pueblos.
Cantadle al son de instrumentos,
hablad de sus maravillas;
gloriaos de su nombre santo,
que se alegren los que buscan al
Señor.
Recurrid al Señor y a su poder,
buscad contínuamente su rostro.
Recordad las maravillas que hizo,
sus prodigios, las sentencias de su boca.
¡Estirpe de Abrahán, su siervo;
hijos
de Jacob, su elegido!
El Señor es nuestro Dios,
él gobierna toda la tierra.
Se acuerda de su alianza eternamente,
de la palabra dada, por mil generaciones;
de la alianza sellada con Abrahám,
del
juramento hecho a Isaac,
confirmado como ley para Jacob,
como alianza eterna para Israel:
«A ti te daré el país cananeo,
como lote de vuestra heredad.»
Cuando eran unos pocos mortales,
contados,
y forasteros en el país,
cuando erraban de pueblo en pueblo,
de un reino a otra nación,
a nadie permitió que los molestase,
y por ellos castigó a reyes:
«No toquéis a mis ungidos,
no
hagáis mal a mis profetas.»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Cantad al Señor y meditad sus maravillas.
Ant 2. No abandonó al justo vendido, sino que lo libró de sus calumniadores.
Salmo 104 II
Llamó al hambre sobre aquella tierra:
cortando el sustento de pan;
por delante había enviado a un hombre,
a José, vendido como esclavo;
le trabaron los pies con grillos,
le metieron el cuello en la
argolla,
hasta que se cumplió su predicción,
y la palabra del Señor lo acreditó.
El rey lo mandó desatar,
el Señor de pueblos le abrió la prisión,
lo nombró
administrador de su casa,
señor de todas sus posesiones,
para que a su gusto instruyera a los príncipes
y enseñase sabiduría a los ancianos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. No abandonó al justo vendido, sino que lo libró de sus calumniadores.
Ant 3. Se acordó el Señor de su palabra y sacó a su pueblo con alegría.
Salmo 104 III
Entonces Israel entró en Egipto,
Jacob se hospedó en la tierra de Cam.
Dios hizo a su pueblo muy fecundo,
más poderoso que sus enemigos.
A éstos les cambió el corazón
para que
odiasen a su pueblo,
y usaran malas artes con sus siervos.
Pero envió a Moisés, su siervo,
y a Aarón, su escogido,
que hicieron contra ellos sus signos,
prodigios en la tierra de Cam.
Envió la
oscuridad, y oscureció,
pero ellos resistieron a sus palabras;
convirtió sus aguas en sangre,
y dió muerte a sus peces;
su tierra pululaba de ranas,
hasta en la alcoba del rey.
Ordenó que
vinieran tábanos
y mosquitos por todo el territorio;
les dió en vez de lluvia granizo,
llamas de fuego por su tierra;
e hirió higueras y viñas,
tronchó los árboles del país.
Ordenó
que viniera la langosta,
saltamontes innumerables,
que roían la hierba de su tierra,
y devoraron los frutos de sus campos.
Hirió de muerte a los primogénitos del país,
primicias de su virilidad.
Sacó
a su pueblo cargado de oro y plata,
y entre sus tribus nadie se enfermó;
los Egipcios se alegraban de su marcha,
porque los había sobrecogido el terror.
Tendió una nube que los cubriese,
y un fuego que
los alumbrase de noche.
Lo pidieron, y envió codornices,
los sació con pan del cielo;
hendió la peña, y brotaron las aguas,
que corrieron en ríos por el desierto.
Porque se acordaba de la
palabra sagrada
que había dado a su siervo Abrahám,
sacó a su pueblo con alegría,
a sus escogidos con gritos de triunfo.
Les asignó las tierras de los gentiles,
y poseyeron las haciendas de
las naciones:
para que guarden sus decretos,
y cumplan su ley.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Se acordó el Señor de su palabra y sacó a su pueblo con alegría.
V. Él era la fuente de la vida.
R. Y esta vida era la luz para los hombres.
PRIMERA LECTURA
De la carta a los Colosenses 2, 16—3, 4
LA VIDA NUEVA EN CRISTO
Hermanos: Que nadie os condene por cuestiones de comida o de bebida, o por razón de fiestas anuales o de lunas nuevas o de sábados. Eso no es más que sombra de lo que había de venir; pero la realidad es el
cuerpo de Cristo. Que nadie quiera dar una decisión en contra vuestra, dando preferencia a la mortificación y al culto de los ángeles, fiado en la interpretación de sus propias visiones. El que tal hace está
vanamente engreído en su mentalidad, que no entiende sino de miras humanas, y no quiere adherirse a la cabeza (que es Cristo), del cual todo el cuerpo recibe, por articulaciones y ligamentos, su alimento y cohesión, y del mismo
obtiene el crecimiento que da Dios.
Si con Cristo habéis muerto a los «elementos del mundo», ¿por qué os sometéis, como si vivieseis en el mundo de los elementos, a preceptos como éstos:
«No tomes eso, no gustes aquello, no toques lo de más allá»? Cosas son éstas que se consumen por el uso; y tales mandamientos no pasan de ser prescripciones y enseñanzas compuestas por los hombres. En
apariencia, se ven razonables, por ser actos de piedad individual, por la sumisión y mortificación corporal que pretenden, pero en sí no tienen ningún valor; sólo sirven para satisfacción de la vida
material.
Si habéis sido resucitados con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde Cristo está sentado a la diestra de Dios. Poned vuestro corazón en las cosas del cielo, no en las de la tierra. Porque habéis
muerto y vuestra vida está oculta con Cristo en Dios; cuando se manifieste Cristo, que es vuestra vida, os manifestaréis también vosotros con él, revestidos de gloria.
RESPONSORIO Col 3, 1-2; Lc 12, 34
R. Si habéis sido resucitados con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde Cristo está sentado a la diestra de Dios. * Poned vuestro corazón en las cosas del
cielo, no en las de la tierra.
V. Donde está vuestro tesoro, ahí está vuestro corazón.
R. Poned vuestro corazón en las cosas del cielo, no en las de la tierra.
SEGUNDA LECTURA
De los Capítulos, distribuidos en cinco centurias, de san Máximo Confesor, abad
(Centuria 1, 8-13: PG 90, 1182-1186)
MISTERIO SIEMPRE NUEVO
El Verbo de Dios nació según la carne una vez por todas, por su bondad y condescendencia para con los hombres, pero continúa naciendo espiritualmente en aquellos que lo desean; en ellos se hace niño y en ellos
se va formando a medida que crecen sus virtudes; se da a conocer a sí mismo en proporción a la capacidad de cada uno, capacidad que él conoce; y si no se comunica en toda su dignidad y grandeza no es porque no lo desee,
sino porque conoce las limitaciones de la facultad receptiva de cada uno, y por esto nadie puede conocerlo de un modo perfecto.
En este sentido el Apóstol, consciente de toda la virtualidad de este misterio, dice: Jesucristo es
el mismo hoy que ayer, y para siempre, es decir, que se trata de un misterio siempre nuevo, que ninguna comprensión humana puede hacer que envejezca.
Cristo, que es Dios, nace y se hace hombre, asumiendo un cuerpo y un alma
racional, él, por quien todo lo que existe ha salido de la nada; en el Oriente una estrella brilla en pleno día y guía a los magos hasta el lugar en que yace el Verbo encarnado; con ello se demuestra que el Verbo,
contenido en la ley y los profetas, supera místicamente el conocimiento sensible y conduce a los gentiles a la luz de un conocimiento superior.
Es que las enseñanzas de la ley y los profetas, cristianamente entendidas, son
como la estrella que conduce al conocimiento del Verbo encarnado a todos aquellos que han sido llamados por designio gratuito de Dios.
Así pues, Dios se hace perfecto hombre, sin que le falte nada de lo que pertenece a la
naturaleza humana, excepción hecha del pecado (el cual, por lo demás, no es inherente a la naturaleza humana); de este modo ofrece a la voracidad insaciable del dragón infernal el señuelo de su carne, excitando su
avidez; cebo que, al morderlo, se había de convertir para él en veneno mortal y causa de su total ruina, por la fuerza de la divinidad que en su interior llevaba oculta; esta misma fuerza divina serviría, en cambio, de
remedio para la naturaleza humana, restituyéndola a su dignidad primitiva.
En efecto, así como el dragón infernal, habiendo inoculado su veneno en el árbol de la ciencia, había corrompido al hombre
cuando éste quiso gustar de aquel árbol, así también aquél, cuando pretendió devorar la carne del Señor, sufrió la ruina y la aniquilación, por el poder de la divinidad latente en
esta carne.
La encarnación de Dios es un gran misterio, y nunca dejará de serlo. ¿Cómo el Verbo, que existe personal y substancialmente en el Padre, puede al mismo tiempo existir personal y substancialmente
en la carne? ¿Cómo, siendo todo él Dios por naturaleza, se hizo hombre todo él por naturaleza, y esto sin mengua alguna ni de la naturaleza divina, según la cual es Dios, ni de la nuestra, según la
cual es hombre? únicamente la fe puede captar estos misterios, esta fe que es el fundamento y la base de todo aquello que excede la experiencia y el conocimiento natural.
RESPONSORIO Jn 1, 14. 1
R. La Palabra se hizo carne y puso su morada entre nosotros; * y hemos visto su gloria, gloria que recibe del Padre, como Hijo único, lleno de gracia y de verdad.
V. Ya al comienzo de las cosas existía la Palabra, y la Palabra estaba con Dios y la Palabra era Dios.
R.
Y hemos visto su gloria, gloria que recibe del Padre, como Hijo único, lleno de gracia y de verdad.
ORACIÓN.
OREMOS,
Te pedimos, Dios todopoderoso, que tu Salvador, que has enviado del cielo como una luz nueva para redimir al mundo, nazca también en nuestros corazones y los renueve continuamente. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que
vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén
CONCLUSIÓN
V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.