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OFICIO DE LECTURA

INVITATORIO


Si ésta es la primera oración del día:

V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza

Se añade el Salmo del Invitatorio con la siguiente antífona:
 
Ant. Venid, adoremos al Señor, a quien sirven los ángeles.

Si antes se ha rezado ya alguna otra Hora:
 
V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.



Himno: ÁNGELES DE LA MAÑANA

Ángeles de la mañana,
ángeles del mediodía,
de la tarde y de la noche
son tu presencia divina.

Llenos de gozo, Señor,
te damos nuestra alegría,
peregrinos de la tierra,
huéspedes ya de tu vida.

¡Que nunca nos abandone,
en el sueño o la vigilia,
el ángel que nos pusiste
como compañero y guía! Amén.

SALMODIA

Ant 1. La promesa del Señor es escudo para los que a ella se acogen.

Salmo 17, 31-51 IV - EL SEÑOR REVELA SU PODER SALVADOR

Perfecto es el camino de Dios,
acendrada es la promesa del Señor;
él es escudo para los que a él se acogen.

¿Quién es dios fuera del Señor?
¿Qué roca hay fuera de nuestro Dios?
Dios me ciñe de valor
y me enseña un camino perfecto;

él me da pies de ciervo,
y me coloca en las alturas;
él adiestra mis manos para la guerra,
y mis brazos para tensar la ballesta.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. La promesa del Señor es escudo para los que a ella se acogen.

Ant 2. Tu diestra, Señor, me sostuvo.

Salmo 17 V

Me dejaste tu escudo protector,
tu diestra me sostuvo,
multiplicaste tus cuidados conmigo.
Ensanchaste el camino a mis pasos
y no flaquearon mis tobillos;

yo perseguía al enemigo hasta alcanzarlo;
y no me volvía sin haberlo aniquilado:
los derroté, y no pudieron rehacerse,
cayeron bajo mis pies.

Me ceñiste de valor para la lucha,
doblegaste a los que me resistían;
hiciste volver la espalda a mis enemigos,
rechazaste a mis adversarios.

Pedían auxilio, pero nadie los salvaba;
gritaban al Señor, pero no les respondía.
Los reduje a polvo, que arrebataba el viento;
los pisoteaba como barro de las calles.

Me libraste de las contiendas de mi pueblo,
me hiciste cabeza de naciones,
un pueblo extraño fue mi vasallo.

Los extranjeros me adulaban,
me escuchaban y me obedecían.
Los extranjeros palidecían
y salían temblando de sus baluartes.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Tu diestra, Señor, me sostuvo.

Ant 3. Viva el Señor, sea ensalzado mi Dios y Salvador.

Salmo 17 VI

Viva el Señor, bendita sea mi Roca,
sea ensalzado mi Dios y Salvador:
el Dios que me dió el desquite
y me sometió los pueblos;

que me libró de mis enemigos,
me levantó sobre los que resistían
y me salvó del hombre cruel.

Por eso te daré gracias entre las naciones, Señor,
y tañeré en honor de tu nombre:
tú diste gran victoria a tu rey,
tuviste misericordia de tu Ungido,
de David y su linaje por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Viva el Señor, sea ensalzado mi Dios y Salvador.

V. Ábreme, Señor, los ojos.
R. Y contemplaré las maravillas de tu voluntad.


PRIMERA LECTURA

Del libro del profeta Isaías 9,7—10,4

CASTIGO DE LA SOBERBIA Y DE LAS INJUSTICIAS DE ISRAEL

El Señor ha lanzado una palabra contra Jacob, y ha caído en Israel; la entenderá el pueblo entero, Efraím y los habitantes de Samaria, que van diciendo con soberbia y presunción:

«Si han caído los ladrillos, construiremos con sillares; si han derribado el sicómoro, lo sustituiremos con un cedro.»

El Señor alzará al enemigo contra ellos y azuzará a sus adversarios: al oriente, Damasco, al poniente, Filistea, devorarán a Israel a boca llena. Con todo esto no se aplaca su ira, sigue extendida su mano.

Pero el pueblo no se ha vuelto hacia el que lo hería, no ha buscado al Señor de los ejércitos. El Señor cortará cabeza y cola, palmera y junco en un solo día. (El anciano y el noble son la cabeza, el profeta impostor es la cola). Los que guían al pueblo lo extravían, los guiados se han perdido. Por eso el Señor no se apiada de los jóvenes, no se compadece de huérfanos y viudas; porque todos son impíos y malvados, y toda boca profiere infamias. Con todo esto no se aplaca su ira, sigue extendida su mano.

La maldad está ardiendo como fuego que consume zarzas y cardos: prende en la espesura del bosque, y levanta remolinos de humo. Con la ira del Señor arde el país, y el pueblo es pasto del fuego: cada uno devora la carne de su prójimo y ninguno perdona a su hermano; se muerde a la derecha y se sigue con hambre, se devora a la izquierda y no se sacian. Manasés contra Efraím, Efraím contra Manasés, y juntos los dos contra Judá. Con todo esto no se aplaca su ira, sigue extendida su mano.

¡Ay de los que decretan decretos inicuos, y de los notarios que registran sentencias injustas, que echan del tribunal al desvalido y despojan a los pobres de mi pueblo, que hacen su presa de las viudas y roban a los huérfanos! ¿Qué haréis el día de la cuenta, cuando la tormenta venga de lejos? ¿A quién acudiréis buscando auxilio, y dónde dejaréis vuestra fortuna? Iréis encorvados con los prisioneros y caeréis con los que mueren. Con todo esto no se aplaca su ira, sigue extendida su mano.

RESPONSORIO    Lm 2, 1

R. ¡Cómo ha cubierto de oscuridad el Señor en su cólera a la hija de Sión! * Ha precipitado del cielo a la tierra el esplendor de Israel.
V. No se ha acordado del estrado de sus pies en el día de su ira.
R. Ha precipitado del cielo a la tierra el esplendor de Israel.

SEGUNDA LECTURA

De los Sermones de san Bernardo, abad
(Sermón 12 sobre el salmo «Qui habitat», 3, 6-8: Opera omnia, edición cisterciense, 4 [1966], 458-462)

QUE TE GUARDEN EN TUS CAMINOS

A sus ángeles ha dado órdenes para que te guarden en tus caminos. Den gracias al Señor por su misericordia, por las maravillas que hace con los hombres. Den gracias y digan entre los gentiles: «El Señor ha estado grande con ellos.» Señor, ¿qué es el hombre para que le des importancia, para que te ocupes de él? Porque te ocupas ciertamente de él, demuestras tu solicitud y tu interés para con él. Llegas hasta enviarle tu Hijo único, le infundes tu Espíritu, incluso le prometes la visión de tu rostro. Y, para que ninguno de los seres celestiales deje de tomar parte en esta solicitud por nosotros, envías a los espíritus bienaventurados para que nos sirvan y nos ayuden, los constituyes nuestros guardianes, mandas que sean nuestros ayos.

A sus ángeles ha dado órdenes para que te guarden en tus caminos. Estas palabras deben inspirarte una gran reverencia, deben infundirte una gran devoción y conferirte una gran confianza. Reverencia por la presencia de los ángeles, devoción por su benevolencia, confianza por su custodia. Porque ellos están presentes junto a ti, y lo están para tu bien. Están presentes para protegerte, lo están en beneficio tuyo. Y, aunque lo están porque Dios les ha dado esta orden, no por ello debemos dejar de estarles agradecidos, pues que cumplen con tanto amor esta orden y nos ayudan en nuestras necesidades, que son tan grandes.

Seamos, pues, devotos y agradecidos a unos guardianes tan eximios; correspondamos a su amor, honrémoslos cuanto podamos y según debemos. Sin embargo, no olvidemos que todo nuestro amor y honor ha de tener por objeto a aquel de quien procede todo, tanto para ellos como para nosotros, gracias al cual podemos amar y honrar, ser amados y honrados.

En él, hermanos, amemos con verdadero afecto a sus ángeles, pensando que un día hemos de participar con ellos de la misma herencia y que, mientras llega este día, el Padre los ha puesto junto a nosotros, a manera de tutores y administradores. En efecto, ahora somos ya hijos de Dios, aunque ello no es aún visible, ya que, por ser todavía menores de edad, estamos bajo tutores y administradores, como si en nada nos distinguiéramos de los esclavos.

Por lo demás, aunque somos menores de edad y aunque nos queda por recorrer un camino tan largo y tan peligroso, nada debemos temer bajo la custodia de unos guardianes tan eximios. Ellos, los que nos guardan en nuestros caminos, no pueden ser vencidos ni engañados, y menos aún pueden engañarnos. Son fieles, son prudentes, son poderosos: ¿por qué espantarnos? Basta con que los sigamos, con que estemos unidos a ellos, y viviremos así a la sombra del Omnipotente.

RESPONSORIO    Sal 90, 11-12. 10

R. A sus ángeles ha dado órdenes para que te guarden en tus caminos; * te llevarán en sus palmas, para que tu pie no tropiece en la piedra.
V. No se te acercará la desgracia, ni la plaga llegará hasta tu tienda.
R. Te llevarán en sus palmas, para que tu pie no tropiece en la piedra.

ORACIÓN.

OREMOS,
Dios, Padre misericordioso, que, en tu providencia inefable, te has dignado enviar, para nuestra guarda, a tus santos ángeles, concede a quienes te suplican ser siempre defendidos por su protección y gozar eternamente de su compañía. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén

CONCLUSIÓN

V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.

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